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viernes, 17 de septiembre de 2010

La Celestina


Hoy es viernes.

A pesar de tener que ir a la facultad para ir a una charla, me he quedado en casa. Al contrario de lo que la gente piense - que me he dedicado a hacer campana -, estoy pasando la mañana adelantando trabajo para que luego todo sea más ameno. Estoy leyendo la primera lectura obligatoria del año.


La Celestina, de Fernando de Rojas.


A pesar de que jamás he tenido problemas con los clásicos, debo reconocer que me ha sorprendido el hecho de que me guste esta obra, porque soy más partidaria en leerme obras inglesas, francesas e incluso americanas del S. XX o siglos anteriores.

El único libro que se me resiste - supongo que por haber nacido en el S. XXI y por ser humana- es el Quijote. A pesar de ser una obra afamada de la literatura española, lo siento, no puedo. Mis disculpas, Cervantes, pero me es imposible.


La Celestina es una obra que refleja muy bien los antiguos oficios políticamente no correctos y el amor cortés que se inclina hacia un terreno sexual, ya que la novela en sí es de género erótico. Considero que es muy sensual y muy explícita en ese aspecto a la hora de contar cómo se trataba el sexo y qué vías tomaba éste en el S. XV, sobretodo en la religión y la nobleza. Es una obra que trata de forma muy honda la moral y los pecados de la época porque, exceptuando la lujuria, trata tanto la avaricia como la envidia (aunque en esta parte no estoy muy segura porque he empezado la novela... pero también lo he hecho lo suficiente como para comentarla en parte).

Lo que era de esperar y que me ha hecho reír y disfrutar es el papel que tiene la mujer en la obra. A pesar de tener la eterna imagen de pecadora absoluta y de ser la culpable de arrastrar a los hombres al infierno (palabras textuales del texto), aquí el papel de la fémina se torna mucho más crudo y oscuro. Nos pinta como seres verdadermanete diabólicos.


Cath se siente halagada.


Por otra parte, he decidido bajarme la versión cinematográfica de la obra de 1996, porque aunque no espero que sea fiel a la obra, si me divertirá una parte cuando quiera rememorarla. Tendrá que ser así porque el libro del que estoy leyendo pertenece a la universidad y si lo encargo tardará demasiado. De hecho, cogí uno de los últimos ejemplares y me imagino las próximas visitas de las chicas/os que lo buscaran desesperadamente.


He sido la primera.

Qué ironía.



Incluso debo añadir que mucho antes de empezar a leer la historia me he fijado en la portada de ésta. Pasando por alto el retrato de Melibea en la imagen y Celestina, que le dedica una mirada maliciosa y burlesca, me he puesto a mirar de quién era la edición:

Del mismo profesor que me ha mandado coger esta edición expresamente.



¡Ah, los profesores de universidad, sus obras y su ego impreso en ellas...!


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