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lunes, 16 de febrero de 2015

Lo que me prometí no escribir


De un modo extraño
Me prometí no escribir nunca versos de amor,
Nunca reales, no serios, no sinceros.

Como mucho fantasías, sueños,
Fantasmas que no serían, en absoluto,
Nunca míos.

Pero últimamente te pienso,
Te recuerdo y concluyo:
Las cicatrices no vistas son recuerdos.

Y cuanto más recuerdo,
más me hundo en versos:
Uno, dos, tres, ¡otra vez!
Uno, dos, tres, ¡otra vez!
Uno, dos, tres, ¡otra vez!

Ya no sé rimar, ya no sé jugar,
He perdido esa capacidad.
Sólo me limito a pensar
Y sólo recordar. Y nada más.

Y escucho un piano y me parece
Que me siento sangrar, pero no llorar.
Yo no lloro, ¿sabes?
Ya no.

No hago como Woolf, como Plath,
Como Alberti: no asaré mi cabeza en un horno
O saltaré del acantilado que se abandona al mar.

Pero me parece que el tiempo pasa lento,
Le digo que corra y no me escucha.
Quiero diluirlo: destilarlo, apagarlo, extinguirlo.
A esa… ¿cómo se llama
lo que no puedes parar?

Cuando… aún hoy,
sé recordar los labios,
El tacto de la piel,
Los abrazos,
La grave voz,
La risa traviesa
de la malicia compartida.

Creo que aún te lloro
Y otras no lo hago.

He perdido, en parte,
La noción de realidad.
¿Te la llevaste tú
En tu maleta a otra tierra?

Me prometí a mí misma
No escribir versos de amor
Y no sé si estos lo son…
Pero… ¿sabes? Esto es extraño.

Estos salen del corazón…
¿Así los llaman?
… Creo que lo son.

La gente me grita: ¡impaciente!
Ambiciosa que quiere correr y ya olvidar.
Me auguran estás bien, abro la boca,
Sale la verdad y, extrañados, arrullan:
Deberías llorar más.

Pero yo me hago atrás
Pensando a gritos:
¡No! No me quiero romper más.

Porque sí, porque puedo no llorar,
Puedo matar los impulsos,
Asfixiar las esperanzas...
Pero no acallar los recuerdos.

Me debato. Y así,
Como otros lo hicieron,
bailo entre un te amo
y un te quiero.

Entre un te quiero aquí
Y un te quiero lejos.
Entre un creo que
Me has robado un ápice
De aliento y no lo sabes
Y un
Ojalá lo quemases
Para así sentirlos morir.

Recuerdos.
Recuerdos.
Recuerdos.
Sentirlos morir.

Quizá cuando acabe
De arrojar aquí el amor,
De escribir lo que no me prometí,
Me permita poder llorar
Para luego volver a reír.

Y esto es tan triste
Que podría llorar,
Que aún podría amar
Lo que queda de ti,
Que podría hundirme un poco más…
Y dejarme llevar.

Pero… No, no puedo hacerlo más.
Y me quedo quieta,
Así como lo hacen las rocas.
Y me siento huidiza,
Así como lo hacen los ríos.
Y me obligo a luchar,
Así como lo piden los míos.

Y así, de un modo extraño te amo,
de un modo extraño te lloro,
De un modo extraño me río,
De un modo extraño me rompo…
Y de un modo extraño, creo,
Me repongo.

Y así podría seguir,
Sin poner punto y final,
Sin dejar de recordar,

Porque te quise
Como aún hoy amo al mar:
Con la fuerza de la eternidad…

Sin dejar de navegar.

domingo, 1 de febrero de 2015

Duele el corazón


En mitad del matiz grana
Escucho las voces que gritan
Mientras el alma sana
Y las amistades vomitan

Duele el corazón.

He ahorcado las esperanzas
En el último muro del desván,
donde otras son las que danzan,
Donde ya son otros sobre el diván.

Asfixié la confianza contra el cojín
Y cuanto más prensaba…,
¿Sabes? Más la sentí morir.
… Creí que me fiaba.

Duele el corazón.

En este negocio estafado
Cuanto más me revuelco,
Más deseo un escupitajo
Que sentirme absuelto;

¿quién quiere amabilidad…
De la mal disimulada?
Vamos, hazme ver la realidad:
La devoción anulada.

Duele el corazón.

Se acabaron esas cervezas,
esas sonrisas no abatidas,
cuando uníamos las piezas
de viejas reñidas.

Y sí, duele el corazón.