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miércoles, 30 de enero de 2013

Psicoanálisis del día (IX):

Ese momento en que la doctora insinúa que si pasado un año, los achaques continúan, tal vez un psiquiatra, un diagnóstico que dictamine depresión y una medicación ayuden y, más tarde; aliviada, escuchar de su boca que no crea que sea necesario.
Sabes que aún quedan brechas familiares cuando te ves incapaz de contárselo a tu madre.

En la consulta:
-¿Qué prefieres? ¿Que unos padres sufran por ver a su hija sufrir
o que sufran porque ya no está?

Lo que la boca calla, lo que la sangre habla


La boca calla
lo que el corazón habla
igual que la cabeza trama
lo que la sangre exhala.

Aquí el llanto
ya no es agua,
sino un manto
donde el dolor fragua.

Desde una mañana de marzo
siempre me acompaña
como un falso cuarzo
que la cordura daña.

Esta pasada noche
destilé el sufrimiento
en forma de reproche,
mi piel su yacimiento.

Y no fue una cuchilla, 
sino una uña partida
tal como esta alma se mutila
con cada soplo de vida.

Sólo seré libre
de esta larga, punzante, aflicción
cuando la navaja obre
su papel de protección.

En esta tortura
que origina vergüenza
y promete sepultura segura
con esta escritura
como mi fiel, perpetua, sutura.

viernes, 25 de enero de 2013

Los hijos del arte


La luna le canta al poeta,
lo ama, sueña y anhela.
De noche la tinta corre
lo que nuestra pluma recorre.

Son los versos de nuestro caudal
el hilo rojo que portamos de dedal,
la escritura lo que nos enciende
y lo que nuestra alma prende.

Bajos las sombras nos acogemos
con nuestro canto: oremos.
Somos hijos de un legado:
nuestra prosa y nuestro trazo.

Dormidos, el viento nos susurra
difuminando la bruma
que ocultan a nuestras musas
que resultan, siempre, intrusas.

La brisa nos atraviesa
con esa sonrisa traviesa
que la sangre siente
espesa y caliente.

Lo nuestro es el corazón
al repudiar la razón,
pues nunca existió talento
que no naciera del lamento.

El dolor es la guía
de nuestra poesía,
esa droga de la historia
que nos contagió la euforia;

permitiéndonos la victoria
para alcanzar la gloria:
esa fama proscrita
que nos brindó la palabra escrita.

Muchos han sido camarada
en esta vida no declarada
y otros fueron bandidos
que resultaron abatidos.

Unos con bala y pistola,
otros con lazo llamado horca
y a sus pies una nota
que musitó, tal vez, patriota.

Aquí y sólo aquí yace
el linaje del arte,
el mismo que nos hizo
llorarte, odiarte y amarte.

domingo, 13 de enero de 2013

Cadenas de lo absurdo


Salir de esa cueva de estudio llamado dormitorio, comer un par de bombones, confundirte con un zombie en cualquier superficie reflectante  maldecir dialectología, descubrir a tu padre viendo MTV y decir: no se te puede dejar solo, calcular cuánto trabajo queda, pensar en los dos exámenes restantes, maldecir educadamente a los países hispanohablantes, picar algo otra vez, caminar sin rumbo fijo por casa, darle un trago a la lejía, esperar, no ocurre nada, darte una ducha, ver lucecitas, que el gel y el champú te pidan que cantes, rehusar, pensar que tal vez sí ha hecho efecto, recordar lo que hiciste ayer, rememorar cómo tu hermana te buscaba pidiendo guerra ,recordar las llaves de lucha contra tu hermana, pensar en esa vez que le rompiste la clavícula, aflojar el nudo, quedar en empate, empezar un segundo asalto, contraatacar con un beso en la mejilla tan intenso que huye despavorida, perseguirla un minuto o dos, sacarle la lengua, retirarte, pensar en la FAS, fantasear cómo sería el centro penitenciario, ponerte a trabajar, mirar aburrida la página web, intentar trabajar, reprenderte las pocas ganas, apagar la pantalla, ponerte a leer, volver al presente, acordarte otra vez de los exámenes, querer subir a Esparraguera, desear pasar noches allí, deambular por Terrasa con tu tía, acordarte de gente, dividirla, valorarla, desechar una parte, pensar en una ronda de chupitos, sonreír, subir la música, querer bailar, recrearte en un pensamiento mezquino, sentir las ganas de la próxima sesión de terapia, querer ir a Galicia, echar cuentas, pensar otra vez en ir a Galicia, acomodarte en tu asiento, escribir, escribir, escribir, provocar humo en el teclado, reflexionar sobre asesinos en serie, recrearte, observar el libro de criminología a lo lejos, recordarte que no debes, suspirar, querer picotear algo de nuevo, esta vez algo picante o muy salado, ansiar un pote de guindillas, mirar al vacío, oír música de fondo, no saber cuál, echarle un vistazo a la práctica de lengua, suspirar, hacer un esfuerzo, bostezar, pensar en lo estúpido de estas cadenas, querer leer lo que no toca, puntuar y apagar.

jueves, 10 de enero de 2013

Aúllan los lobos


Las patas golpean con dureza el asfalto, chapotean sobre el agua encharcada; antes de que ésta perezca en el pobre casco urbano. El beso picoteado de la lluvia cubre las calles en mitad de la tormenta y hace de ellas un riachuelo, una tormenta metalizada que devora y lame, ávida, los portales, los bordillos. Después se avecina hacia las alcantarillas para morir.
En medio de las calles vacías, con la tormenta y el agua cayendo, una figura de pelaje gris corre veloz sin pausa. De hocico plateado y ojos perlados él transita las calles, saltea los árboles ahogados sorteando los bancos. Miradas sin rostro lo observan desde los balcones y ventanas con las persianas bajadas. Lo ven pasar reparando en el movimiento hipnotizante del pelaje de su cola.
El lobo se avecina veloz por la ciudad vacía, sin paraguas ni niños chapoteando en los charcos. Sólo queda la lluvia, la niebla y la humedad matando el aire, sólo eso. Siguen los aullidos, las llamadas que lo instan a correr y a huir hacia un lugar lejano. ¿Montañas, quizá?
Pero él sólo ve la lluvia, el agua avecinándose hacia los iris azabaches de sus ojos salvajes, susurrándole que en el fondo no puede ver, no puede atisbar ni vislumbrar la dichosa, caprichosa verdad de los corazones lejanos.
Porque sí, es cierto: los corazones humanos son como la lluvia. Puede humedecer o chispear para aclarar la visión de sus intenciones pero también puede acabar resultando una tormenta. Una en la que los sentimientos chocan contra el asfalto, se rompen en los riscos de las aceras, les son negadas la entrada en los portales y acaban, finalmente, desechados a la alcantarilla.
Y el lobo los sortea, salta y trepa si es necesario. Mientras él gime, llora y aúlla a las nubes como símbolo de pesar. No quiere pisarlos, no quiere destrozarlos aunque sean tan mutables como el agua... pero no puede hacer nada. Los sentimientos corren, se escapan, le mojan las patas y le gritan muriendo que corra, que corra sin detenerse o si no él también acabará ahogándose. Si no huye se asfixiará, morirá pereciendo lentamente en esa selva de metal.
Bajo la atenta mirada de una farola solitaria, la pobre luz trastabilla, tiembla y, hecha un manojo de nervios, ilumina la carrera del lobo y su pelo mojado, tan pobre y maltrecho como el de un perro callejero. Parece abandonado, dejado, usado y mutilado pero sigue corriendo. Sus garras siguen manejando las calles y las carreteras con la misma fuerza con la que se trabaja la carne cruda: sin piedad, con fiereza. Tiene aspecto de vagabundo pero aun así algo en sus ojos y su porte recuerda a los grandes reyes ya olvidados. Su silueta trazada en la noche y la lluvia recortando su perfil le confiere fiereza, valor y una pizca de franqueza.
La lluvia le hace resbalar, tambalearse y chocar contra la piedra de algún edificio de la capital pero sus ojos, esas dos pupilas densas, no dudan ni vacilan. Pestañean, guiñan a la farola y con un rugido y un nuevo aullido advierten de nuevo su pérdida.
Y él corre, corre, corre y nunca se detiene. Se lanza a la oscuridad, a los charcos de emociones ya muertas, de almas ya olvidadas. Continúa su camino a pesar de todas aquellas voces que, extraviadas en una noche de tormenta, piden ayuda, gritan y le recriminan su travesía.

La lluvia grita, los altos edificios intimidan, las alcantarillas esperan su caída y las cuencas huecas de los habitantes de la capital le incriminan en silencio lo estúpido de sus acciones. Es entonces cuando mi espalda, entumecida por el frío y paralizada por la apatía sienten sus pasos y me doy la vuelta. Sólo tres segundos más tarde descubro sus garras cortando el vacío y su cuerpo burlando la distancia que queda encima de mi cabeza.
Cae al suelo con gesto grácil pero temblando, tal vez con espasmos por la humedad. Parece estar helado, solo y angustiosamente agitado.
El resto de él tiembla pero es su mirada altiva, oscura y forzosa la que me maravilla por no encontrar atisbo de desesperanza. La lluvia sigue cayendo poderosa encima de ambos pero él, decidido, se yergue y con las orejas en alto me da la espalda. De un salto se lanza, de nuevo, a la noche lluviosa de la ciudad gris.
Me despierto ensimismada en mi cama cuando una bofetada mojada golpea mi ventana. El sueño me pesa y los párpados no quieren abrirse pero, aun con el sopor en el cuerpo, comprendo que se trata del agua de esa noche.
Sigue lloviendo.
Subo la persiana, abro la ventana y una oleada húmeda me abofetea la cara. No es hasta más tarde que entiendo que bajo a la calle, sin zapatos y con un escaso pijama que poco hace contra la lluvia.
A lo lejos escucho un aullido; empiezo a correr con la apatía a flor de piel. Y ésta crece, metamorfoseándose en un pelaje gris que cubre mi rostro, el ébano de mis ojos y las cuatro patas que, animales, azotan el asfalto.

miércoles, 9 de enero de 2013

Imperfección



No conozco amor ni afecto que se haya arrodillado a la verdadera perfección. Ésta es tediosa, aburrida, pero sí tengo conciencia de las más grandes locuras que se han llevado a cabo por los más profundos defectos. Es en la imperfección humana donde reside la verdadera fascinación.

miércoles, 2 de enero de 2013

Toxinas


¿Tiene usted ponzoña líquida?
¿Alguna esencia que exclame ¡grita!?
Tomaré una locura sin delirio,
sólo una en la que no sienta tanto frío.

Esta noche cambio afecto por pastillas,
un humilde chute de toxinas
al pie del mar y sus orillas.
¿Tan complicado, resulta, hallar anfetaminas?

Quizá entre esta sustancia marina
encuentre finalmente mi medicina:
serotonina y una pizca de dopamina
con disparos -¿por qué no?- de adrenalina...

... para que así, por fin, me sienta viva.