Hoy he vuelto a ver, por fin, a mi ángel.
Se la veía cansada. Dice que el calor que hace en Barcelona, comparado con allá arriba, es agotador. Además, en medio de la nada dice que se ha acomodado demasiado, así que cuando ha vuelto a la ciudad se ha visto trastocada. Sólo he podido darle la razón.
Su compañía, comparada con la del azufre, es refrescante. Tenía ganas de verla y su respuesta ha sido la misma de siempre: yo también.
Entre risas ha vuelto a recriminarme que no estudie con ella en el mismo lugar, que siempre estamos separadas. En cierto modo me ha hecho pena porque si estuviéramos juntas todo sería mucho menos monótono pero sé que un diablo y un ángel no pueden compartir el mismo espacio mucho tiempo. Sería peligroso, podría trastocar al universo.
Su compañía concede un soplo de aire fresco a ésta alma endemoniada
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