SafeCreative

SafeCreative
Todos los derechos reservados

miércoles, 26 de octubre de 2011

Blancura, pureza



Levantarte una mañana y darte cuenta que le deseas lo mejor a quién te falló es una gran, gran sensación

martes, 18 de octubre de 2011

Colecta

Reflexión del día: si me dedicara a recopilar cada puñalada que he recibido lograría abrir una carnicería donde la única carne que se vendería sería la que perece en el alma humana.

domingo, 16 de octubre de 2011

Seamos sinceros




Recuerdo que, una vez, mientras nos encontrábamos él y yo tendidos en el sofá de mi casa completamente solos, su mano de pronto se dirigió hacia mi vientre y cogió de él un trozo, como si fuera más bien una porción de pastel o de carne extraña.




Me dijo que tenía barriga, que debía vigilar con ello... Tras eso me acordé de cuando, otro día, caminando por la calle él me advirtió que no debía engordar más. Lo decía con una sonrisa y con voz amigable, como si él creyera que era una buena persona haciendo una acción. Y se lo creía, de verdad que se lo creía. Lo sé.




Pensé en mi peso por aquel entonces: 45 quilos.




Desde que nací que he sido de constitución delgada. Es algo que llevo conmigo tan espeso como la sangre, tan marcable como mis huellas o tan brillante como mis ojos.




Poco a poco, comentarios como aquellos que, a primera instancia sonaban amistosos; empezaron a volverse intimidantes.




Recuerdo también que una vez golpeó con todas sus fuerzas las puertas de un vagón de metro tras una llamada de teléfono de su madre. La gente nos miró; yo callé. Otra vez me contó que tuvo que propinarle un puñetazo a la pared para no tener que dedicárselo a su madre y, en una ocasión, en un FNAC; su puño se precipitó contra una estantería.




Jamás llegó a ponerme la mano encima pero él tenía otras formas de hacerme daño. Ahora lo sé y lo veo con claridad:




"Si me dejaras y ella accediera... me iría con ella."




"¿Por qué le llamas? ¿Por qué le tocas el brazo?"




"Todo esto son imaginaciones tuyas."




"¿Es él? Dame el teléfono."




Podía ver cómo coqueteaba con otras chicas frente a mí o cómo intentaba provocarme a través de los celos, buscando la misma reacción que él sentía cuando yo estaba con algún chico.




Y recuerdo cuándo toda esa inseguridad se transformó en un infierno pero... no logro rememorar cuándo fue la primera vez que, para liberar la ansiedad, vomité y dejé de comer. Sólo sé que, tras echarlo todo por el retrete, al hablar con él por la noche; la sensación de alivio desaparecía y no le contaba lo que me pasaba. Tenía miedo, miedo de las represalias... Miedo a lo que él pudiera decirme, hacerme o, simplemente, su indiferencia.




Su indiferencia era lo peor de todo.




Además conozco el hecho de que, tras esa ruptura que provoqué porque no podía vivir de aquel modo, él intentó contactar conmigo dos veces y sé de buena pasta que tras mi marcha me echó en falta... Los expertos lo llaman Síndrome de Estocolmo: esa relación de codependencia que "engancha" al maltratador y a la víctima. Uno porque le atrae esa posición de poder y manipulación a causa de la inseguridad que padece y el otro porque necesita de esa fuerza, poder, esa necesidad de protección.




Una protección que, a opinión propia, es de broma.




Todas aquellas cosas, esos comportamientos, esas acciones ya han quedado lejos al día de hoy pero él no: aún hoy lo encuentro por la ciudad. Él sigue saliendo, riendo, disfrutando, engañando y viviendo una vida irreal que le funciona... todavía.




Por mi parte yo sigo adelante, un poco más fuerte y experimentada. Con esto he aprendido a quererme un poco más... pero también a tener mucho miedo a ese tipo de relaciones sentimentales.




Él me ha hecho mucho daño y lo admito. Yo también a él al alejarme, pero en distinta proporción. Lo que él me ha dejado son temores muy grandes que me pregunto si algún día pasarán a ser sólo recuerdos de un mal álbum.




A estas alturas él ya no me importa: lo que él me diga o vaya hablando de mí me es indiferente. No obstante, yo sigo sintiendo ese miedo ligado a aquella tortura que viví en su compañía. Al encontrarle por la ciudad vuelven las palpitaciones, los escalofríos, esos sudores fríos y cada palabra que fue un latigazo contra mi persona.




Y a pesar de ya no sentir nada por él, de volver a ser más o menos feliz con la vida que llevo, no puedo evitar desear que sufra, que lo sepa, que conozca al menos la mínima parte del dolor que él llegó a infligirme.




No sé si eso me hace ser mala persona o simplemente humana pero no me gusta nada, es como si significara que él todavía me importa lo mínimo para desearle el mal.




Y yo... yo no soy así.








miércoles, 12 de octubre de 2011

El agua, la tormenta


El agua puede viajar tranquila, serena, en paz... Se transporta entre hondas, lenta y mesuradamente, observando y conociendo el lago donde vive.
No obstante, puede crecer, tormentar, espantar, romper y destruir la más dura roca. Puede tratarse de la tormenta que devaste el acantilado y ahogue a las más poderosas llamaradas.

Es la muerte, la vida, el espíritu, la mente y el cuerpo.



jueves, 6 de octubre de 2011

Carroña



¿Hola? ¿Hola?
¿... recuerdas cuando llamaba a tu puerta
y la cerrabas ante mí?

¿A qué sabe ahora la madera
en tu lengua viperina?

¿Cómo sienta la soledad
en esa cabeza hueca?

¿Cuánto has logrado
quemarte con tu insolencia?

Eres triste, eres triste.
Has optado por ti mismo,
necesitado de una mano amiga.

Has elegido la pasión de noche,
la frialdad y el desdén de día.
¿Cuándo crees que así podrás durar?

Espero que sus besos sean dulces,
espero que sus caricias abrasen tu piel,
espero que sus abrazos te atrapen,
espero que le entregues tu corazón algún día...

... porque algún día ese capricho pasajero desaparecerá.

Te encontrarás solo, abandonado y desechado.
Deberían quererte, deberían haber muerto por ti.
Rodéate de trapos usados, de motas de polvo grises.
Te ahogarán, te despreciarán, te envenenarán.

Así que espero sonriente tu caída,
tu partida a los infiernos:
un billete únicamente de ida.

¿Hola? ¿Hola?

¿Recuerdas cuando llamaste a mi puerta...?
¿... para negarte en tu cara la entrada?