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viernes, 29 de julio de 2011

Desaparecida




Hoy diviso nuevas tierras,

hoy diviso nuevas caras,

hoy diviso nuevas gentes,

hoy diviso lugares distintos.



Hoy diviso la tranquilidad,

la soledad y su calma.

Hoy diviso, por fin, ya no muy lejos; paz.

jueves, 21 de julio de 2011

"Desesperación". Gustave Coubert.


Hoy el sol prometía brillar todo el día. No obstante, al mediodía las nubes empezaron a cubrir el cielo poco a poco, hasta que una escolta de nubarrones conquistó el claro firmamento.
Tras las escaleras de piedra, la brisa artificial del recinto y los extranjeros atareados en captar detalles sin asimilar, me perdí en la planta baja del museo; donde el silencio era más profundo y la oscuridad de la luz más palpable.
Al final del pasillo de piedra gris y color tierra los cuadros adornaban las paredes y se engalanaban allí, con sus mejores galas: miradas perspicaces, rostros imperturbables, ropas de época, desnudos y elegancia... Entre todos ellos, un sólo retrato me enamoró en silencio.
Un pálido rostro observa al espectador, se retira el pelo con ansiedad, entreabre los labios en ademán de expresar algo que jamás nadie llega a escuchar... Y sus ojos... Oh, sus ojos...
Nunca he llegado a ver una mirada igual.
Los ojos ofrecen su máxima expreisón, oscuros y repletos de incredulidad. Parece observar al espectador con sorpresa, como si tras la calma que otorga el silencio cayera en la cuenta de que algo... o alguien extraordinario se encuentra frente a él.
Me pregunto qué verá... o qué querrá decir. ¿Habrá visto luz? O... ¿habrá visto, por el contrario, oscuridad? Desearía saber si ve en mí lo que yo me niego a descubrir a mis ojos y a los de los demás, lo que no sale a la luz nunca... a excepción de lo que parece ser una mirada inexistente: los de un cuadro llamado Desesperación.
En silencio me pregunto si, solamente una pintura, únicamente un cuadro... es capaz de vislumbrar lo que otros no ven, lo que tanto los extraños como los conocidos no quieren ver: la herida...
... Ese corte de mediana estatura que perfila una línea torcida e irregular, la cual dibuja una senda cruel e indiferente. Rezuma ponzoña y gotea azabache, oscuridad.
Esta herida me corta la respiración con la humillación, la vergüenza y el dolor, ese sufrimiente que empapa mi pecho de plomo, provocando que sea éste tan, tan pesado... Con pesar, me avergüenzo por el miedo que experimento, el pánico que vivo por haber sido utilizada.
Y frente a esa mirada, empequeñezco y tiemblo, porque él ve lo que no quiero ver, porque ve lo que los demás no ven y porque ve...
... lo que nadie debería ver.

sábado, 16 de julio de 2011

Como un espejo, como un cristal




Desde hace más de un mes no paro de escuchar una canción... Una canción extraña. Es una melodía de lo más variada: a veces alegre, después triste, otras nostálgica, más tarde tranquila y serena...

... pero no desaparece.

Retumba en mis oídos y en mi cabeza, con y sin voz, susurrándome como la peor de las confesiones que mi corazón se está rompiendo. Que, como el cristal, ha sufrido unas diminutas grietas. Si éstas no desaparecen, si no logro detenerlas, acabarán por partir el espejo que cubre mi pecho.

Es el espejo donde una joven alta, de aspecto joven, se observa detenidamente y el reflejo, trucado, le devuelve la imagen de una muchacha fuerte y segura... de ojos de hielo y sonrisa permanente. No obstante, ahora, a causa de esas pequeñas roturas, el cristal muestra a una chica un poco más real: sin sonrisa, con luz en los ojos, con las emociones reprimidas y aguardando su propia herida.

El alma sigue intacta, ciertamente, pero es el corazón lo que, en realidad; no para de romperse: al igual que la fina capa de cristal que lo rodeaba hacía no mucho.

Y como una muñeca, como una dulce flor, el cristal exclama paz, una pausa, una cura... Sólo un poco de misericordia porque, el espejo, quebrado; no deja de escuchar los chillidos y lamentos del corazón: ¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué?

Sólo cuando el corazón, la calidez que emana vida en este cuerpo, vislumbre con sus propios ojos esa puñalada, escuche con sus oídos esa traición total y pura, saboree la bilis que bañará su paladar y palpe con sus manos la herida... sólo entonces, una chispa bastará para romper en miles de pedazos ese cristal.

Cuando explote, el espejo no poseerá su anterior reflejo; sino que dejará al descubierto al monstruo: ese monstruo alto, moreno, de ojos castaños y piel blanca que forma una silueta femenina. El mismo que asomará sus garras por debajo de la puerta, que mostrará cuán frío puede ser el ser humano y cuánto de intensa y cruel puede ser la indiferencia... además de cómo de afiladas y oxidadas pueden resultar las palabras.

jueves, 14 de julio de 2011

Adiós, adiós lealtad

Podréis destruirme pero volveré como un rompecabezas.
Podréis engañarme pero no hayaréis mi mentira.
Podréis derribarme pero seguiré levantándome.
Podréis apuñalarme pero no veréis mi sangre.

Soy todo o nada,
vegüenza y valor,
amor y confusión.
Pero no lo veréis.

Os contaré una mentira
con los ojos cerrados.
Y os la creeréis sin temor,
a pies juntillas.

Huiré muy lejos de aquí:
no me alcanzaréis.
Mi cuerpo seguirá inmóvil,
mi mente escapará libre.

Será el truco nunca visto,
la magia otorgada,
el talento de los poderosos:
la virtud de la mascarada.


Adiós a la lealtad con una sonrisa bien orgullosa.

Un tesoro al final del camino

Me pregunto si hay alguien ahí, alguien real, alguien que pueda ver lo que los demás no descubren. Si existirá alguien que logrará encontrar ese tesoro, ese botín que se oculta en lo más profundo, apenas distinguible entre estas sombras que rodean el alma.

Tal vez sea pequeño, quizá sea muy poco... pero me atrevería a decir que hayarlo vale la pena. Y, quien sabe, puede que incluso el viaje hacia él valga más que el resultado encontrado.

Siempre tuvo más valor la travesía hacia Ítaca... que la propia ciudad al final del camino.

miércoles, 13 de julio de 2011

Un vistazo atrás




En medio de esta gran ciudad
echo un vistazo atrás.
Con melancolía tomo una decisión:

observar por el resquicio de esa puerta.


Camino entre los muros de piedra
que recorren mi cuerpo y mi alma.
Contemplo la expansión de la escarcha:
su escudo y su telón, en mi cara.


Recuerdo nuestros viajes en moto.
Ese vechículo que nos hacía volar,
mientras yo me apoyaba en tu espalda
y disfrutaba de ese olor especial.


Añoro esas sonrisas finas
escondidas en tus mejillas,
ese sonrojo encaprichado
en tu piel más blanquecina.


Me gustaba tu aroma a café,
esas mañanas con tu compañía.
Esas manchas en el uniforme
y el orgullo de mostrarlas.


Me acuerdo de tu singular caligrafía,
similar a la de un niño que confía.
Palabras pequeñas, letras torcidas,
mensaje con cabida.


Dormidos en el comedor a la espera:
para que Morfeo me meciera antes que a ti.
Y devolverte a mi vida...
con cada luz de un nuevo día.


Sueño con esas pequeñas disputas
en las que logro herirte con pena,
así como los sermones dados
y las disculpas bien recibidas.


Contemplo la luz de tus ojos,
el azabache de tu pelo corto
y ese amor tan transpirable
que entelaba tus lentes al mirarme.


Rememoro tu voz dulce,
la serenidad que me producía
y que con ansiedad engullía.
Cariñosamente, saboreabas mi nombre.


Esperabas mi presencia,
confiabas en mi victoria
y alababas mi memoria.
Respetabas mi esencia.


Me cogías de la mano
con tal de no perderme.
Aún hoy me pregunto
quién la soltó primero.


Fuiste un ángel en esta vida.
No elegiste billete de vuelta:
únicamente de ida.
¿Cómo sentir la ira?


Se es incapaz de odiar al cielo
si te lo han traído cada día,
si cada instante contigo
fue elegir el buen camino.


Y en un instante de primavera
me desperté como cualquier día.
Pero no encontré tu aroma a café,
ni vislumbré tu moto en la esquina.


Sólo encontré el vacío de tu cama,
el abrir de tu ventana
y el viento en mi cara
con mi pecho en la nada.


Pienso en tu despedida,
la compañía del tiempo,
el perdón que logra el cariño,
mi vieja vida ya desprendida.


Alguien a mi lado grita,

una mujer más adelante ríe,
un coche exige paso,
siento el bullicio de los bares.


Con el cielo encapotado
las nubes me cubren el rostro.
Con la amenaza de lluvia
intuyo que alguien llora.


El mundo sigue girando sin ti
y lo seguirá haciendo sin mí.
Una vida más o menos,
una luz más oscura o más clara.


Despierto de mi ensoñación,
observo las motos cruzar el asfalto.
Aspiro el rastro a gasolina y a lluvia,
un tambor me golpea el pecho con ardor.


Los pies me exigen libertad,
la cabeza se me embota,
los labios otorgan silencio
y todo se detiene.


Y echo a correr:
sin tu café,
sin tu moto,
sin tu sueño,
sin tu aroma,
sin tu sonrojo,
sin tu bienvenida,
sin tu tímida sonrisa...
... sin tu vida en la mía.

lunes, 11 de julio de 2011

¿Dónde quedan los malvados?




Dicen que son los humanos quienes, con toda probabilidad, causan más mal y más destrucción que el mismísimo Diablo. Y yo me lo creo, creo en ello con una sonrisa en los labios, una muy encantadora.




Sin embargo, cuando encuentras a un sujeto que se autodenomina malvado, te detienes a pensar y a prepararte en cómo intentará destruirte poco a poco. Te mentalizas en cuerpo y alma... E incluso, a pesar de ser inquietante, esperas sus jugadas con ilusión, con una pizca de emoción.




... Y te decepcionan, te decepcionan de forma patética.
¿Dónde quedan los malvados? ¿Dónde se esconden? ¿En qué terribles lugares se reúnen y confabulan contra el mundo, contra esa sociedad en su gran mayoría una mentira?




¿Dónde ha quedado ese Capitán Garfio que ensartaba su espada en piratas, secuestraba niños y luchaba imparable contra el único niño que jamás crecía? ¿Fue víctima del cocodrilo?


¿Dónde ha quedado esa reina vanidosa que se cepillaba y se adulaba frente a su espejito mágico, víctima de la envidia que la causaba una joven pálida de cabellera azabache? ¿Qué fue de su manzana borgoña, envenenada?


¿Dónde quedó la Reina de Corazones que perseguía a Alicia, acechándola para cortarle la cabeza? ¿Acaso se la cortaron a ella?


¿Dónde se ha quedado la madrastra y la hermanastra de Cenicienta, con sus trampas, mentiras y malos tratos? ¿Acabaron ellas también de sirvientas?


¿Dónde ha quedado esa malvada bruja que tomó la forma de un dragón y sumió a la Bella Durmiente en un profundo sueño obligándola a pincharse con una rueca? ¿Tal vez fue ella quien acabó soñando para siempre, sin la posibilidad de un beso?


¿Dónde ha quedado ese malvado brujo de Arabia llamado Yafar que pretendió robar al Genio y exigirle sus tres deseos legítimos, impregnados de destrucción y locura? ¿Fue atrapado dentro de la mágica lámpara?


¿Dónde quedó ese juez pecaminoso que provocó la soledad y la burla en Quasimodo e intentó lograr la posesión de Esmeralda para hacerla suya? ¿Buscó su Muerte y se avecinó por los muros de Nuestra Señora de París?


¿Dónde ha quedado esa bestia oscura y encorbada, que acosa entre los árboles y que, con dientes como perlas, hizo ademán de devorar a Caperucita? ¿El cazador, la abuela y Caperucita le devoraron a él?




Añoro a esos malvados... Fallaron, cierto, pero al menos actuaron mejor que esos supuestos lobos de pega que se me acercan.

Bala perdida



¿Has visto? ¿Has visto?

¿Te has dado cuenta ya, pequeñín?

Eres una bala perdida,

Te tomo la palabra.



Sin ideas, sin metas,

sin sinceridad, sin valor:

sin bondad, ni una pizca.

Eres pobre de espíritu.


Ni siquiera has servido para representar al lobo malo del cuento. No sirves ni como malechor, yo bordaría mejor el papel de malvada.
Eres esa bala extraviada que salta del cañón, que provoca que el percutor del arma se atasque y quede inservible. Y si saltas, si te desprendes y sales disparada, únicamente quedarás atrapada en un cristal blindado, en un patético intento de herirme y hacerme sangrar.
Te confesaré algo...: No se puede herir a la bruma, no se puede destruir a un fantasma.


Eres material defectuoso...
... así que poco más se puede decir de ti.

El Mal, el Bien... y espíritus, halos de luz perdida


Érase una vez dos fuerzas, dos poderes, dos universos que, con desdén; chocan entre ellos desde tiempos infinitos. Son como dos caballeros en una justa, en medio de una disputa que jamás acabará: será la guerra eterna.
La infinita batalla que enfrenta a dos mundos, donde en uno impera la claridad y en otro la oscuridad. Ninguno de ellos se rinden, ninguno de ellos logra la victoria.
Vivimos en una espiral infinita tanto ascendente como descendente desde el mismo momento en que nos arrancan del útero llorando, gritando, protestando... deseando volver a la protección de nuestra progenie. Cuando nos dejan ver la luz, fría y artificial de un quirófano cualquiera, dos manos fuertes y blancas como la leche nos extraen hacia la realidad: esa dimensión, ese lugar, ese mundo extraño que de pequeños adornamos con ojos ingenuos, que de mayores nos muestra el sufrimiento y la breve felicidad y que, de mayores; nos dicta que todo tiene un final... Con pies juntillas, con la cabeza gacha y sin una pizca de rebeldía pedimos, rezamos, exigimos, que la Parca nos deje un día más, un segundo más de existencia.
En medio de esa vivencia se alberga una guerra, una batalla que nadie ve, invisible a los ojos humanos.
Es la más fogosa, la más violenta, la más cruel y, sin embargo, también la más silenciosa de todas. Es un duelo apasionado entre dos criaturas: una con alas impregnadas de pureza y la serenidad tintada en su rostro y otra más oscura; con alas rotas y corrompidas, de ojos oscuros, con la sangre contorsionándose en su piel... trofeos de guerra.
Allí donde el Bien se enfrenta al Mal, en ese campo de batalla que nadie visita por miedo a ser destruido; donde el aire se conoce por el aroma a azufre y a lavanda, a óxido y hierro.

No obstante, existen unos seres, unos pocos, que pueblan la Tierra y se esconden entre una cortina humana de gris humareda. Son unos pocos, apenas quedan ya. Se trata de una raza de híbridos, donde el Mal y el Bien soportan la más ardua batalla, allí donde ningún bando logra resultados significativos.
En esas criaturas, el Mal y el Bien conviven y se enfrentan por igual, creando híbridos de malicia y bondad, tan etéreos y especiales que torturan y consuelan hasta llegar a consumir el alma humana. Poseen la capacidad de hundir al más orgulloso o alzar al más miserable... Atraen la maldad como la polilla persigue a la luz y reclaman al bien como el canto de sirena condena a los marineros entre las aguas.
Son fantasmas, halos de luz perdida, suaves brisas de aire, brumas perdidas, sombras eternas, espíritus sin rumbo y con destino infinito.

Aquellas almas cálidas y frías, inmortales, que jamás encuentran la paz ni ansían la demencia más repugnante, más desesperante. Identifican al Mal como si fuera su propia sangre, hayan el Bien como saborean sus propias lágrimas.

Sus pies prenden ceniza al levantarse, vuelan entre brisas que desprenden lavanda y rocío. Son los pies de un espíritu.
Sus manos son pálidas, pequeñas, su cuerpo algo flotante, algo imposible en la Tierra. Son las manos de la niebla.
Sus cuellos son finos, pequeños y blanquecinos, hogar de secretos y cantos persuasivos. Son los cuellos de una sirena.
Sus labios son gruesos, finos, suaves. Se encaprichan del carmín que recorre la piel y el rosado que les avergüenza. Son los labios de una diosa.
Sus ojos reflejan la destrucción, la serenidad, esos dos pozos sin fondo que; al observarlos, te atrapan. Son los ojos de un lobo.
Sus cabellos son gruesos y frágiles, perdidos, ondulantes. Entre ese pelo se ocultan los corazones rotos y las almas dichosas. Son las cabelleras de Lilith, primera mujer que burló a Dios y sedujo a Samael.


Juegan entre el odio y el amor, burlan al Bien y sonríen al Mal, abrazan la bondad y esquivan la maldad, viajan entre la solidaridad y la tortura, reflejan cantos y empuñan espadas, vuelan entre nubes y se arrastran entre el azufre, se asfixian entre aguas heladas y bailan entre las llamas infernales, salvan o condenan.

viernes, 8 de julio de 2011

Un monstruo... con mucho orgullo



Son esa clase de seres que, con un primer vistazo, no logras ver de qué pasta están hechas. Al principio, como suele ocurrir, cno todas las nuevas criaturas que conoces llegan los rumores y las voces; que te cuentan y te alertan de errores pasados de dicho ser.
No obstante, ante tanta duda y afirmaciones y negaciones optas por comprobar la verdad por ti misma. Así, con tu propio criterio, todo resulta ser más fácil.
Sin embargo, no es hasta que tú mismo te ves inmerso en un verdadero infierno que te das cuenta de que lo que contaban era cierto y que todo lo que esa criatura llevó a cabo no fue por amor, sino por algo mucho peor.
Lo vislumbras: lo que ves frente a ti no resulta ser más que un monstruo, una bestia movida por los celos, por el orgullo, por la inseguridad y la ira.
En medio de mi propia libertad, un monstruo orgulloso intenta destruir y ahogar mi nueva vida, mientras amenaza, limita y ahoga a cualquiera que se acerque a mí.
...
Y es ahora, en medio de tanta violencia y oscuridad... y contra todo pronóstico; que mis fuerzas se renuevan y mi espíritu crece.


En el fondo, al fin y al cabo...
también existen otro tipo de monstruos... ¿verdad?

domingo, 3 de julio de 2011

Híbrido, niebla única


Una llama revolotea eufórica por los campos de mi mente, un iceberg sonríe mientras viaja por las laderas de la incredulidad. Tú, por tu parte, piensas qué tipo de ser debes ser o cómo debe ser de malvado el universo o el infierno para que te ofrezcan la venganza tendida en una bandeja de plata.

¿Has visto? ¿Has visto? Ah... Bendita alma candorosa, has sido una incrédula.

Careces de malicia, eso atrae a los malvados... Les atrae como las polillas y la luz. El mal se siente atraído por la luz, no puede vivir sin ella, le pisa los talones.


¿No os parece maravilloso este poder de persuasión, de seducción tan noble y eficiente? Os advertí que habría tormenta y aquí está, ayer aparecieron los primeros truenos que amenazaban el cambio.


Has vuelto a alcanzar una alma rota, un viajero extraviado... con el don de la palabra, la fortaleza y la bondad. Has purificado una luz corrompida con la tuya propia.


Esas dos ninfas, esos dos fantasmas, esos dos diablos que se perdieron una vez... que no albergan otro rumbo que el que yo dicto, me susurran al oído mi buena conducta, mi talento de poder y de convicción.
Mientras, yo huyo entre ramas de intenso follaje, ocultándome tras los muros de piedra, ahogándome en ríos plagados de silencios infinitos. Sólo soy capaz de preguntarme qué he hecho, qué he dicho, qué habré provocado para que, de repente; me rodee la más profunda admiración y beneración.

Eres la perfecta criatura con la que sueñan los hombres: ese fantasma que llega y fascina, esa criatura huidiza que nadie atrapa, esa esencia perdida que la sociedad ya no encuentra mientras sonríes al mal y burlas al bien.

Eres ese híbrido que cruza en su sangre el fuego del infierno y la frialdad del cielo, esa bruma con alma de artista que juega con la oscuridad sin corromperse y que se sirve de la luz sin la compañía de Narciso.

Dinos, criatura extraña, bruma única, ¿qué poder encierras?

Un sentimiento, un cambio, una incrédula

En medio de la noche,
a solas de camino al hogar,
con la única compañía
de un alma rota... te ofrecen amor, amor sincero.

Y tu propia alma se estremece,
por un corto instante casi fugaz.
Palpas el miedo, uno sincero,
porque nada ni nadie llega.

La sinceridad de un sentimiento
no te alcanza, no te afecta,
mientras te preguntas si
eres humana o real.

Víctima de la incredulidad,
eres testigo del cambio:
sus vidas han cambiado,
sufrido una metamorfosis.

Todo por tus palabras,
hechos o miradas.
Despiertas emociones,
abres barreras.

Y cuando nadie te observa, nadie advierte tu presencia, a solas te preguntas: ¿Qué he hecho?