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viernes, 29 de octubre de 2010

A la niña de la infancia


En unas horas de trayecto me encontré rodeada de cadáveres con trajes extravagantes, moviéndose, riéndose, cantando, charlando. Era una humanidad aparentemente sana con un toque de locura. En cada uno de ellos encontré una imagen de mí misma mucho más joven, inocente, tal vez feliz.

Se trataba de una niña bajita, de pelo corto y castaño oscuro, completamente liso. Sus ojos avellana miraban curiosos a su alrededor, avariciosos por conservarlo todo en su interior. Llevaba vestidos que su abuela le compraba para hacerle parecer una muñeca. Y sonreía, no paraba de hacerlo.

Por un momento, por unas horas, ese reflejo no pareció lejano. Aquélla niña de infancia pareció no haber muerto.


Esa niña pequeña e inocente, sonriente y dulce, hace años fue asesinada a propósito... y sin quererlo. Recibió dos puñaladas certeras. La primera la dejó convaleciente, sangrando... con una pizca de vida todavía. Pero sufría.

Así que, decidida, agarré el cuchillo más cercano y la apuñalé a conciencia para acabar con ella y su inocencia.

Murió...

...o eso pensaba.


Porque hoy la he vuelto a ver, a sentirla. Parecía estar mucho más viva que nunca. Era como si él me la hubiera devuelto de pronto, atendiendo mi llamada más desesperada en silencio.

Y esa niña me miraba con cariño, con ojos bondadosos, como si jamás hubiera acabado con ella a propósito. Supe que, en el fondo, siempre había estado ahí, observándome. La ahogué en un mundo repleto de óxido y hierro, vacío y sangre, lágrimas y niebla... Un lugar demasiado oscuro para alguien tan pequeño.


Ella conlleva amor, felicidad, solidaridad... Me ha hecho volver a sentir algo. Me ha ayudado a sentir de nuevo esa empatía hacia alguien y sentirme útil, necesaria. Despertó de su letargo y, asustada, vio como otro ser experimentaba mis miedos. Y quiso disiparlos para que nadie más volviera a experimentar lo que yo sentía. Se convirtió en un farolillo; una luz a la que seguir en caso de pérdida.

Lea se quebró, Cath se rompió... pero ella... Ella siguió allí. Es la fuerte, la que se volverá a recomponer con más fuerza tras romperse millones de veces y seguirá sonriendo. Ésta vez, con más sinceridad.


...



Perdóname pequeña.

martes, 26 de octubre de 2010

Pajarito


Un pajarito puede caerse, es cierto. Pero siempre puede volver a echar el vuelo.

sábado, 23 de octubre de 2010

Recordatorio:

-Bases del concurso

-Ir a correos.

-Comprar chocolate.

-Coger Lazarillo de la biblioteca.

viernes, 22 de octubre de 2010

Una oportunidad


¿Cómo empezó...? ¿... todo esto?


No recuerdo ni qué día, ni quién fue, ni dónde... Llevo con ello desde la guardería. Sólo sé eso. No sé si fue el primer grito, la primera humillación, el primer empujón, la primera mirada de asco.

Se repitió en primaria. Y fue como una marea, un tsunami, un tornado... que acabó con un cuchillo y una mirada asustada.

En secundaria volvió con más potencia pero esta vez fue tan horrible que llegué a creer en la crueldad humana definitivamente. Pensé que volvería a romperme; a desaparecer.

...

Me quedé estancada en la estación. No avanzaba, no retrocedía. Si lo hacía, era a milímetros. Eso me lo ha enseñado un pájaro. Y es tan sencillo y simple que me sorprende. Es demasiado bonito. Sólo me queda la duda de saber qué especie es. Me gustaría encontrar más como él.


Y ahora, cuando han vuelto a romperse los esquemas, me gustaría sacarme la venda de los ojos. Me gustaría una oportunidad... aunque sólo fuera una pequeña. Una enana, diminuta, insignificante, escondida, reprimida, perdida... Pero que esté ahí, presente.


Sólo sé que me he cansado de estar en esta estación. Yo también quiero ver el bosque repleto de árboles...
... de oportunidades.

Psicoanálisis del día (IV)

Abrir un álbum de recuerdos subjetivos para añadir uno malo a la colección comporta un estado de apatía y dolencia.

jueves, 21 de octubre de 2010

Admito que es un alivio vislumbrar a siglos de distancia lo qué sucederá tarde o temprano. Nada te llega de sorpresa.
Sólo sirve para autoconvencerte de que tu propia opinión es la única que cuenta y que la intuición de cada persona, en multitud de ocasiones, es la mejor elección.

miércoles, 20 de octubre de 2010

Psicoanálisis del día (III)

Un ciclo vicioso puede conllevar un acto automático y monótono en la mente difícil de romper.

martes, 19 de octubre de 2010

El dominio del arlequín


Hay un alerquín que viste de verde y azul oscuro, con una sonrisa pintada en el rostro que transmite la personificación de la burla y el cinismo.

Se mueve a cámara lenta, salta con pocos pasos y poca altura, se mueve grácilmente. En las manos lleva atados hilos plateados que brillan a pesar de estar en las sombras. Atados a ellos residen la soledad, el cariño, un deseo, la ira, la hipocresía, la alegría, la honestidad, la risa y la amabilidad.

Los dirige con maestría, mezclándolos entre sí hasta que llega un punto en el que se crea el caos. Ya no se sabe si se experimenta la tristeza o la alegría. Las emociones se entremezclan, el vacío parece querer crecer y gritar "¡sigo aquí, mírame!". Mientras, el arlequín se ríe de todo a su alrededor sin detenerse a pensar en nada.

A su vez, en medio de los hilos, un cuerpo lucha por seguir en la superfície y no ahogarse en sus propias sombras. Quiere llegar a alcanzar la luz; poder tocarla. Mueve las piernas, los pies; se tambalea entre hilos de plata, sombras pasadas y vacíos de hielo.

lunes, 18 de octubre de 2010

Psicoanálisis del día (II):

La confianza puesta en una persona se quiebra repetidas veces. Como consecuencia la mente desarrolla inmunidad ante las decepciones a causa de la "familiaridad" de éstas.

domingo, 17 de octubre de 2010

Fragmentos de un diario perdido


"Ya no tiene sentido creer en la amistad."

"¿Se creen que no sé lo que dicen de mí a mis espaldas? Bendita ignorancia..."

"He roto las fotos..."

"¿Por qué perder el tiempo con gente así?"

"La amistad [...] Ha quedado olvidada."

"... precavida, falsa y para nada confiada."

"[...] faceta falsa pero simpática."

"[...] me decanto por mi segunda cara."

"Estoy muy satisfecha."

"Adoro el anonimato que me he creado."

"... y más alejada y aislada del mundo."

"¡Todo es tan falso!"

"Me temo que jamás cambiaré de opinión..."



Me he reído mucho al encontrarlo. Muchísimo. Puede que este año, en cambio, decida ir poco a poco, poco a poco... como la tortuga.

Será como caminar por un campo de minas, tanteando el terreno, despejando y abriendo los ojos a la tierra y la hierba que oculta la rosa o la hiedra venenosa.

Aprovecharé cada segundo para saber si, en el fondo, esos difuntos merecerán la pena como personas. Para empezar...

...una escapada a Salamanca no estaría mal... ¿no?

jueves, 14 de octubre de 2010

Preguntas que no se dicen en voz alta


Hoy un alma caritativa y de mente sencilla se ha ofrecido a responder a estas preguntas... Aquellas cuestiones que se no dicen ni se meditan en voz alta:

1) ¿Se es capaz de ser feliz con una persona toda la vida?

2) ¿Existe una afinidad completa?

3) ¿Se puede estar vivo y muerto a la vez?

4) ¿Es posible sufrir de apatía?

5) ¿Es malo pensar tanto, reflexionar?

6) ¿Cómo se puede aceptar una persona a sí misma?

7) ¿Cómo saber que no formas parte de los estereotipos de la sociedad?

8) ¿Cómo romper un ciclo de apatía?

9) ¿Cómo llenar el vacío?

10) ¿Cómo sabes que no te estás engañando a ti mismo?

11) ¿Se puede vivir, sentirte lleno, ayudando a los demás únicamente?

12) ¿Hay UNA persona en el mundo que no intente cambiarte, capaz de aceptarte con tus virtudes y defectos?

13) ¿Cómo saber que eres inteligente?

14) ¿Cómo saber que tienes voluntad e instinto de superación?

15) ¿Se puede saber si eres digno de querer a alguien o que te quieran?

16) ¿Cómo distinguir cuando actúas y cuando no?

17) ¿Cómo saber si vales la pena como persona, amigo, familiar o pareja?

18) ¿Es de "bichos raros" cuestionarlo todo, no creer en nada y romper los estereotipos?

19) ¿Es normal sentirte vivo cuando sales de casa y muerto cuando estás en ella?

20) ¿Cómo puedes sentirte completo por dentro?


Las respuestas recibidas han sido muy optimistas y sencillas. No obstante, cada contestación será distinto desde el punto subjetivo de cada persona. Es algo evidente.



Charlas de mayores (o un intento al menos):

-No pienses tanto, no te aceptas, todo lo ves muy complicado, ¿cómo puedes decir que no sientes nada? ¿Por qué? ¿Y eso qué más da? Tú no eres como los demás, sino que aburrido sería todo; que no puedes...


Bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla...


Ojos en blanco; cara de circunstancias.

-No, mamá, no soy una sociópata.


...

(Al menos eso creo)


Pobre mujer... Qué nerviosa la pongo.

martes, 12 de octubre de 2010

El Materialismo histórico y La Teología

Sabido es que debe de haber existido un autómata construido de tal suerte capaz de replicar a cada movimiento de un ajedrecista con una jugada contraria que le daba el triunfo en la partida. Un muñeco, trajeado a la turca y con una pipa de narguile en al boca, se sentaba ante el tablero, colocado sobre una mesa espaciosa. Gracias a un sistema de espejos se creaba la ilusión de que la mesa era tansparente por todos los costados. La verdad es que dentro se escondía, sentado, un enano jorobado que era un maestro del ajedrez y que guiaba con unos bilos la mano del muñeco. Una réplica de este artilugio cabe imaginarse en filosofía. Tendrá que ganar siempre el muñeco que llamamos Materialismo histórico. Puede desafiar sin problemas a cualquiera siempre y cuando tome a su servicio la teología que, como hoy sabemos, es enana y fea, y no está, por lo demás, como para dejarse ver por nadie.


"Encuentro entre el Materialismo histórico y La Teología"
Por: Walter Benjamin.

Un cadáver cobarde entre muertos

La sociedad es como un cementerio: Gris, real, pesada, deprimente.
La masa sin color con rostros incorpóreos, difusos por los años de dureza y verdad, siguen andando sin rumbo fijo, a veces corriendo y otras andando, algunas arrastrándose como pueden para sobrevivir a la moral escrita y establecida.
Cada uno es un cuerpo de putrefacción distinto, luchando contra una política social arraigada a las creencias. Creencias con cruz, creencias con manos levantadas, creencias de Buda, creencias de estrellas de David; creencias que rigen, limitan y dirigen. Cada una con un rasgo distinto pero con la misma faceta: el rebaño, la manada, la masa uniforme.
Todos son la misma masa gris irregular, extraña, lejana, distante. Están fríos al tacto. Por dentro albergan calidez, un cálido abrazo difícil de encontrar a no ser que presiones la cáscara, la piel muerto, las cicatrices de los años y el polvo acumulado.
Un cadáver siempre volverá a ser un cadáver por mucho que alguien vuelva a insuflarle un soplo de vida.

Pero a veces aparecerá un cadáver que correrá, saltará, mirará atrás y temblará. No hará frente a la masa gris. Sólo correrá, sólo correrá. Mirará atrás y será, en su opinión, demasiado doloroso volver la vista atrás.
No seguirá la norma establecida pero tampoco la querrá cambiar, al contrario de los pensadores liberales, que se dejarán llevar por la subjetividad y que esquivarán grácilmente los extremos políticos. Ellos cambiarán el mundo, volverán la hoja del revés aunque sigan muertos como lo fueron al nacer: Cadáveres con vida.

Siempre habrá una excepción indefinida, un individuo sin clasificar con un lugar indeciso en el que actuar, pensar o vivir. Él será el más muerto, el difunto que camina, piensa, come, bebe, duerme pero que es incapaz de sentir más allá del miedo, de la cobardía a enfrentarse al muerto común.

Y volverá a caerse, a descomponerse. Su sonrisa desaparecerá y el poco brillo de sus ojos se apagará poco a poco. No obstante, sus piernas, delgadas como siempre, cobrarán impulso para echar a correr. Huirán a un lugar lejano, fuera de los límites y los parajes de la integración social.
Huirá, se escapará, dejará la vida atrás... será un alma egoísta, sin virtud. Un cadáver indefinido, un cadáver sin clasificar, un cadáver sin decisión, un cadáver inexperto por propia voluntad. En un mundo donde los muertos viven a su manera, él siempre será...
... un cadáver que juega a estar vivo sin estarlo.

lunes, 11 de octubre de 2010

Tomando un café


Eran dos chicas tomando un café en una mesa para dos. Se sentaron fuera, a la terraza, donde hacía sol y se disfrutaba del tiempo a pesar de que corría una brisa demasiado fresca.

La más alta de las dos, la morena, le dio un sorbo al café expresamente "muy cargado". La chica de su derecha, en cambio, pidió un café con leche y con mucha espuma.

Le apetecía, además, algo dulce.


-¿Qué crees que piensa?- preguntó la pelirroja mirando fijamente a la morena.

-No lo sé Cath. Conociéndola, seguramente intentará quitarle importancia...

Lea dejó su taza medio vacía ya encima de la mesa de madera. Cath sonrió de forma traviesa y cruzó las piernas.

-... pero no lo conseguirá. Le gusta preguntarse el por qué de las cosas... como a ti.

Lea la miró con ojos inquisitivos.

-Si eres más simple que un perro no es mi culpa.

Cath aleteó sus manos al aire quitándole importancia al asunto. Lea la miró aburrida. Suspiró y miró a lo lejos, sin observar nada en realidad. La gente eran manchas indefinidas. Su compañera no se quedó en silencio.

-La verdad es que la actitud de él me sorprendió.

-Creo que en tu caso hizo algo más que sorprenderte- repuso Lea, sin mirarla todavía.

Cath se río.

-No estamos aquí para hablar de mis gustos. No te pongas evasiva conmigo.

Con un destello de ira en la mirada, Lea se volvió para analizarla como otras tantas veces. Sin embargo, como siempre, siguió viendo lo mismo: a una perversa lunática.

Cath la ignoró, como siempre.

-¿Esperabas que la tocara de esa forma? Expresaba confianza.

-No, tanto ella como yo no esperábamos nada de eso. Él parece calcularlo todo siempre- opinó Lea.

-Creo que ni siquiera lo pensó. Fue un actoreflejo- tomó la taza entre sus manos, la hizo girar dos veces y le pegó un sorbo.

-De todas formas, ya da igual si lo fuera o no. Ya no queda nada, en realidad.

-Yo no diría tanto- Cath dejó la taza lejos de ella, ya vacía-. ¿Viste cómo sonreía e intentaba ser... amistosa, cercana?

-Pero no buscaba el acercamiento que siempre quieres tú- soltó Lea, con cinismo y la sonrisa tintada de malicia.

-Evidentemente- contestó la otra-. Sólo digo que parecía alegre, feliz. Al menos satisfecha.

Lea suspiró. Apoyó su cabeza en la mano con gesto cansado.

-Pero al salir de esa casa se preguntaba si volvería a sentir algo. Se cabreó mucho consigo misma... y también un poco con él, por haberse comportado de una forma tan distinta a la de siempre.

Cath sonrió de forma dulce, lo que le provocó extrañeza e inquietud a Lea. Jamás sonreía de una forma tan humana. Puede que en el fondo sí que le tuviera cierto aprecio a su creadora, al fin y al cabo... O puede que ella misma se engañara, como siempre hacía.

-Eso sólo fue un momento porque, más tarde, se dio cuenta de que si estaba tan a gusto en aquel ambiente no fue por un encaprichamiento- juzgó Cath-. Fue algo mucho más puro y corriente que eso... Fue mucho más humano pero no sé exactamente cómo llamarlo.

-¿Amistad?- inquirió Lea, quien se acabó su café en un segundo.

-Yo más bien le llamaría despedida. Creo que ella también piensa que fue un final perfecto para todo eso. Un final medianamente feliz.

-Ella sabe que no volverá a verle. Está segura de ello.

-No lo descartaría pero muy posiblemente será así. Ya no lo imagina en su futuro.

-Igual que este año, como con lo de A.- recordó Lea para sí misma.

-Sí, lo tiene superado. Ha costado pero ya lo tiene.

Ahora fue Lea quien mostró un brillo de travesura en su mirada.

-Pero ahora se le echan otros problemas. La mierda no se acaba aquí.

Cath la miró con superioridad.

-Eso es culpa tuya, que lo sepas- la señaló

Lea se encogió de hombros pero no pudo evitar pensarlo durante un minuto o dos. Cath la observaba expectante. En un momento, Lea pareció derrotada. Con los hombros caídos se llevó las manos a la cabeza. Parecía culparse de algo. Cath, por otra parte, borró la sonrisa de su rostro.

De las tres, Cath y Lea sabían que su creadora estaba a un nivel distinto al suyo. Seguía con aquella obsesión suya de cerrarse a cal y canto.

-¿Crees que lo superará?- preguntó Lea, con un tinte triste en su voz.

-Eso es cosa suya. Depende de si ella quiere romper el ciclo.

-No va a ser fácil... Ya son cuatro años- dictaminó Lea.

-Lo sé. Supongo que- volvió a sonreír con sorna- hasta que no aparezca alguien tan testarudo como ella la cosa no cambiará.

-Sé de buena mano lo que ella siente. Yo también he pasado por eso porque... se está tan bien- Lea cerró los ojos, recordando viejas épocas donde sólo había sombras.

Cath abrió los ojos, frunció el ceño y le propinó un golpe seco en la cabeza.

-¡Eh! ¿Qué mierda te pasa?- exigió de mal humor Lea, que calibraba la posibilidad de tirarle las dos tazas de café a la cara. Luego se rindió y lo dejó estar porque sabía que, si lo hacía, a Cath le gustaría y atacaría. Únicamente la provocaría.


Arg, maldita psicópata


-Como vuelvas a las andadas te juro que yo misma te desfiguraré la cara. Después te arrojaré por un puente.

Lea puso los ojos en blanco a pesar de que su compañera era perfectamente capaz de cumplir su amenaza.

-No haré nada, pedazo de estúpida.

Cath la ignoró de nuevo, pero pareció satisfecha. Continuó:

-Bueno, démosle tiempo a ver cómo le va.

Lea asintió. Cath alzó la taza vacía de café y la puso a la altura de sus ojos.

-Por el final de estos seis años.

Lea la vió como una completa loca.

-La taza está vacía- repuso.

Cath no dijo nada. Se dedicó a mirarla profundamente con su sonrisa de superioridad pintada en el rostro, intimidándola poco a poco. Lea hizo rechinar los dientes.

Finalmente alzó su taza y brindó con Cath.

-Por el final de estos seis años.

Al golpe de las tazas, surgió una brecha en la porcelana de ambas.

domingo, 10 de octubre de 2010

Día de hoy:


Ha sido una prueba dura, demasiado dura.

Esperaba encontrarme a un témpano de hielo roto, frío, distante y cerrado... además de avergonzado. Ver ese muñeco hueco y tímido de siempre...


Pero una cosa está clara: una puñetera fuerza omnipotente siempre quiere llevarme la contraria, así que eso fue lo que pasó.


En su lugar me encontré a alguien vivo, sonriente, social e -inquietantemente- juguetón. No te acerques tanto a mí ¡maldita sea! Es como tocar el Sol: te acabarás quemando.



Necesito escarcha, hielo... frío. Una helada.

No quiero volver a jugar esta partida


Me sentí conmovida ante la desgracia ajena de una personita tan joven. Así que acepté y llevaré a cabo esta visita de cortesía mientras por dentro rezaré - sin hacerlo en serio -, para que no aparezcan sensaciones y recuerdos de historias pasadas.

Sólo quiero mantener este vacío, este frío que no desaparece; que se acentúa en otoño y se vuelve hielo en invierno.

Por una parte, no puedo evitar temer que se vuelva a abrir una brecha, pero si estás, si apareces... estaré dispuesta a demostrarme que ya no volveré a apostar por ti.


No volveré a tirar los dados en una de tus partidas.

viernes, 8 de octubre de 2010

Puerta cerrada: Prohibido el paso


Se trata de una puerta de madera que, en múltiples ocasiones, pasa a ser de metal, de óxido, de plástico, de cristal grueso, fino; de papel, de plomo, de niebla... No tiene un cuerpo definido.

Pero siempre está cerrada. Hay que empujarla para que se mueva, para que chirríe, para que cruja poco a poco hasta que caiga abajo o bien deje abrirse unos pocos centímetros para ver qué hay al otro lado.

La cerradura ya no funciona. Hace tiempo muchas personas la forzaron y, la última que lo hizo, ya no existe. Por eso, el cerrojo se ha reparado definitivamente y ya nadie se molesta en buscar la llave o usar una vieja, porque no funciona. La cerradura está oxidada a causa del olvido. Ya nadie piensa en ella.

Por último, en la puerta cuelga un cartel que dicta:


PROHIBIDO EL PASO


...


Vale, ella tiene razón. Lo admito.

Jamás un diagnóstico había sido tan acertado conmigo. No obstante, si fuera por mí, mi conducta seguiría así hasta el fin de mis días. Aquí, en mi opinión, la voluntad no tiene cabida.


Hay quien no dice la verdad por miedo a que se cumpla una amenaza de integridad física, hay quien tiene miedo de denunciar por la posible paliza, hay quien no actuará por miedo a los chantajes... Ellos, al menos, tienen factores externos que se lo impiden.


Pero en mi caso es distinto. Si llevas cuatro años cerrando puertas e impidiendo que la poca masa interesada del exterior no entre, ¿cómo voy a cambiar eso ahora?


Sólo con imaginar que penetren dentro ya me entra el pánico. Por algo cerré la puerta a cal y canto y tiré la llave lejos, muy lejos, extinguiéndose en los pozos de mis tinieblas.

jueves, 7 de octubre de 2010

Abierta la Caja de Pandora

Veinte minutos de charla, unas pocas palabras, un intento de análisis mental - emocional... y el silencio de un vagón de tren pueden empeorar las cosas.

Primero no es más que un latido pequeño, insignificante, que se va ralentizando. Pasan los segundos y, por desgracia, te quitas la coraza, la máscara, todo lo que vendes como un producto defectuoso que se pasa por uno de calidad.
Y las figuras se difuminan, se descolocan y pasan a ser manchas borrosas, junto a la voz distorsionada del vagón que te advierte de la siguiente estación. Como una autómata empiezas a andar.
Para entonces, el corazón se ha desecho de la escarcha y sientes, de nuevo, la demoledora presión que te devuelve a la realidad. Es la misma sensación que creías haber olvidado, superado años atrás.
Caes en la cuenta de que llevas los restos de la misma espina dentro, acuchillando, agrietando, deshaciendo el remiendo del pecho que con tanto cuidado cosiste. El hilo se desintegra con cada bombeo del corazón, la sangre aumenta con cada latido y empieza a escaparse del interior.
Sangras, sangras, sangras... porque no conoces otra forma de llorar.
La herida se ha abierto y sigue expulsando oscuridad como una forma de autoliberación, en contrario con la autodestrucción a la que estás acostumbrada. Al final el pinchazo acaba por multiplicarse y ser insoportable hasta tal punto que lo único que quieres hacer es arrodillarte sobre ti misma y luchar contra el corazón por conseguir aire, incluso sabiendo que cada bocanada resultará pavorosa.

Finalmente, sientes que con la misma presión, tú también te hundes.

El intento de un cuento para niños


Hace una semana me planteé escribir el típico cuento para niños; pensé que sería fácil. Y no, no lo es. Me resulta más sencilla una novela y no un cuento pequeño. Al final va a quedarse en lo primero, seguro.

Al principio de empezar a escribir he caído en la cuenta de que algunas de las ideas que me pasaban por la cabeza no eran "moralmente correctas" o, simplemente, eran muy inquietantes para un público tan... inocente.

Mi idea inicial era empezar con algo fácil, un relato típicamente infantil de toda la vida pero con algo de intriga. A Cath, sin embargo, le gusta la idea de lo escabroso y, aunque parezca mentira, no puedo evitar seguirle la corriente a esta psicópata.


Una campesina, un castillo encantado, un bosque misterioso, un monstruo malvado, un chico solitario y algún que otro muerto...


Esta idea surgió a partir de una tarde releyendo a Bécquer y evocando recuerdos de la infancia, que a pesar de sonarme inverosímil, también tuvieron sus partes buenas.

Ya no llevo más de tres páginas que ya he incluido las palabras muertes, cortar y sangre. Está claro que escribir para un público infantil no es lo mío.


Ahora mismo lucho por encontrar un título mientras evoco en mi memoria el recuerdo de unos ojos azules que me han captado hoy.

Psicoanálisis del día:

Miedo al rechazo.

martes, 5 de octubre de 2010

Mi máscara y sus memorias: Prólogo (volumen I)

Los peores monstruos no existen sólo en las obras de ficción o entre las páginas de un cuento para niños. Para ser un monstruo no es necesario tener tres ojos, escupir fuego y brazos corroídos. Es más simple que todo eso.

Con tal de descubrir a las peores bestias que te atormentan sólo hace falta que revivas tus peores pesadillas y dedicarte a ellas en cuerpo y alma, para descubrir que, tu vida misma, puede ser un excelente cuento de terror con el que asustarte. Tu vida sí está repleta de monstruos y puede ser terrorífica sin que haya asesinos en serie o un acosador en la vuelta de la esquina. Hay peores monstruos que esos y con peores acciones.


¿Quieres ver a los monstruos? O, mejor, ¿quieres ver a tu propio monstruo? Seguro que lo ves cada día al levantarte y también al acostarte. Está delante de ti, lo ves, te recreas en él, pero ni te das cuenta de su presencia. Irónicamente, no puedes verlo porque siempre está camuflado. Tú mismo escondes a la bestia que llevas dentro, tras una máscara de fortaleza y alegría.

Y ése ser, está tan ligado a ti, que puede salvarte o destruirte, según como actúes. Tus propios deseos monopolizan los designios del monstruo. Y a pesar de que quieras huir de él, o enfrentarte, no podrás. Porque tu propio monstruo también forma parte de ti, no puedes separarte de él.
Mira, está ahí, ahí… ¿No lo ves? Sí, hombre, en el reflejo del espejo… ¿Lo ves ahora?


Tú eres tu propio monstruo.

lunes, 4 de octubre de 2010

Una figura paterna (en mi opinión) original


Era una presencia autoritaria... pero increíblemente divertida.


Se tumbaba en la hamaca o sofá a dormir después de una buena comida. Al pasar una hora una niña se acercó a él. Ésta le tocó el brazo, la mejilla, la frente, la boca, el codo... pero nada.

A sus espaldas, saltó un flash. Detrás de ella su tía sonrió y, como si hubiera conseguido la prueba de una travesura, se fue corriendo con la cámara en mano.


La niña se volvió de nuevo hacia al hombre ignorando a la mujer. Éste roncaba. La niña sonrió con los ojos en blanco.


En un momento de lucidez y travesura infantil, con confianza e ignorando con encanto la repugnancia, la niña de seis años o siete alzó el dedo índice hacia esa grande, pretenciosa, aguileña nariz. El dedo fue a parar a las fosas nasales.

El ronquido del hombre se hizo más intenso por un instante y murió de pronto, por el susto. El hombre se levantó de un salto de la silla con su hija en sus rodillas, riéndose a mares. Él frunció el ceño e hizo ademán de regañarla, pero nada.

Luego la hizo callar cómo sabía: atacándola con cosquillas. La hizo reír, llorar de felicidad y enfurruñarla por su victoria. Con un beso en la frente la cogió de la mano y se la llevó lejos de allí, al interior de esa torre en medio de un pueblecito perdido.




Habla con pasión sobre la guerra, los valores perdidos, la disciplina y el orden militar.

Cuenta mitos y leyendas, acciones y hechos verificados por libros e historiadores; hechizado por el polvo y el pasar de los años.

Disfruta comprando velas, toallas, jaboneras de multicolores para decorar el baño. Su cuarto de baño parece la copia de algún catálogo de decoración.

Dicta la entrada en casa sin zapatos.

Ordena el lavaplatos como una ingeniosa partida de Tetris.

Dedica sorpresas o detalles a dos hijas olvidadizas, imperfectas.

Puntualiza cómo se debería "aliviar" la existencia a un perro muy especial.

Posee un carisma innato y unos ojos azules que se ha quedado para sí.

Tiene un interés - espeluznante - por la Segunda Guerra Mundial y el régimen nazi.

Cree en sucesos y religiones que sólo tolero a medias.

Desea armas de fuego en casa, pilotar aviones y viajar en el tiempo para asesinar a un profeta.

Es malísimo en informática.

Siempre tiene un insulto preparado en la punta de la lengua.

Sigue por la calle al posible acechador de su hija pequeña.

Encontró al atracador que intentó atacar a su hija mayor.

Dice ser pacifista mientras mira de reojo a la hermana mayor de casa y ésta se ríe.

Siempre quiso tener niñas.

Se vuelve un niño en Navidad.

Graba cada uno de los pasos de su hija en la vida como si fuera un tesoro.

Persigue a la mujer de la casa por cada una de las habitaciones para buscar intimidad mientras advierte a las dos hermanas que quiere un poco de espacio.

Pide "por favor" que nadie le cuente nada de mujeres y los razonamientos de éstas.

Tiene un humor ácido y sarcástico.

Ronca con tanta intensidad que despierta a la madre de la casa.

Fue grabado por su mujer mientras roncaba.

Sigue y busca fielmente a su mujer cuando nota que ésta no está en la cama.

Se toma la cercana presencia de los cincuenta con humor.

Admite a escondidas que empieza a tener entradas.

Llora un poco al estar a solas con su mujer porque "no están las niñas"... aunque antes haya hecho ver que estaba contento o sereno cuando las hijas se iban.

Mira mal a los chicos que cruzan el umbral de su puerta con sus hijas.

Sufre un T.O.C. (Toque obsesivo compulsivo) por la limpieza y el orden.

Pinta el patio de luces de su escalera él solo porque "así habrá más luz".

Cuelga molinillos de colores en el balcón.
Se vuelve un rebelde y un gamberro en Sant Juan.

Sale al balcón a tirar cohetes en las fiestas, cuando se gana un partido o cuando, simplemente, algo le extasia. Los vecinos salen a verle saltar feliz en el balcón.

Hace pasar vergüenza a su hija mayor en el metro con sus gritos.

Se pone histérico cuando se ve rodeado de tanta hormona femenina.

Se burla a escondidas de algún amigo no apreciado por la hermana mayor.

Aparta a sus hijas de las ventanas mediante gritos o empujones si éstas van en paños menores.

Vacila a su jefe.

Ante preguntas complicadas esconde la cabeza bajo su servilleta a la hora de comer o cenar y dice "no estoy" con voz desesperada.

Tiene alergia a los animales pero ha permitido hámsters (poco tiempo vivos) en su casa para sus hijas.

Recomienda películas que siempre gustan.


Salvó a su hija mayor sin saberlo.

Pone música disco cuando pasa la aspiradora o después de cenar.

Hace buenas migas con los vecinos.

Despierta a la hija mayor el día de su cumpleaños con La cabalgata de las Valkirias a todo volumen.

Le gustan las películas del oeste.

Colecciona maquetas de tanques y aviones militares en el todopoderoso armario del recibidor.



Bueno... No es perfecto, lo admito. Pero no por eso dejaré de quererle.

sábado, 2 de octubre de 2010

Game Over


Como la serpiente que se esconde mientras se desliza por la corteza de un árbol, como el avestruz que coloca su cabeza bajo tierra, como el cisne que se oculta tras una de sus alas o como el pavo real que despliega sus plumas para atraer a la pareja sin que éste vea el resto de su cuerpo. Todos se esconden bien.

Tú no. No pretendas ser un camaleón frente a mí.


¿Qué es lo que piensas?


Hace ya algún tiempo que pedí a alguien, a la nada si lo prefieres; que me abandonaras, me olvidaras, me hicieras desaparecer de tu vista y tu terreno. Dijiste que sí. El tiempo manifestó lo contrario. Fuiste un pretencioso y egoísta...

... y lo sigues siendo.


Pienso que tú y yo nos parecemos...


Me mirabas, me observabas a escondidas para no decirme nada y, luego, tras la protección que ofrece una diminuta pantalla, la blancura de un mensaje o un atrevido balbuceo, quisiste acercarte a mí. Era un baile sin control, sin reglas, en el que no sabías cómo dar el siguiente paso y en cambio yo sí. Si yo escapaba y huía de ti, eras tú el que corría tras de mí. Odié tu duda.

...

Tu cobardía.


No nos vemos nunca últimamente.



Y ahora, cuando ya todo ha pasado, cuando todo se ha borrado y desecho en mi interior hasta no dejar más que recuerdos y motas de polvo, eres tú el que quiere escapar. ¡Cómo si ahora pudiese quedar algo!

Pensé que, al menos, se podría conservar una sana amistad. Sin embargo, ha quedado claro que no eres capaz de asimilar ningún tipo de contacto cuando se trata de mí.

Sí, no, sí, no... ¿Acaso te supongo demasiado?


Hay algo que quiero enseñarte... Creo que te gustará.


Una brújula sabría orientarse mejor que tú mismo. Ante tu poca fuerza todo se fue desmoronando poco a poco como los castillos de arena, como el Sol cuando se avecina la lluvia.


¿Qué piensas de mí? ¿Crees que me equivoco?


Eres igual que - por muy tópico que suene -, el perro del hortelano. Si mis ojos no te respondían, si era mi espalda la que se giraba, si era yo la que se distanciaba... eras tú el que volvía corriendo a mantenerme cerca de nuevo, siempre a tu manera. Si los papeles se intercambiaban yo podía vivir sin ti.

Si yo decía nunca más, eras tú el que decía no.


No dudo de ti.



Ni conmigo ni sin mí ¿eh?

Y ahora, por fin sola y serena, me río en silencio. Lo dejo todo de lado: Tú, yo, nuestras charlas, lo que me confiabas, lo qué evitabas, tu reserva, mis teorías. Todo ha pasado a ser ceniza: bonitos y malos recuerdos que no volverán a formar parte de nada.

Yo acabé ganando la partida y tú perdiéndola, así que ahora, cuando me veas, no huyas como si no fuera nada porque sabes que es todo lo contrario.


Te lo dije una vez: quiero hacerte ver que no eres perfecto. Y, como suponía, lo demostré. Tuve razón y lo más importante es que llegué a verlo a tiempo antes que nadie.

Me lo debía a mí misma.
Sólo me queda decir con énfasis (y alegría):



Game Over

viernes, 1 de octubre de 2010

Frío ser


Había olvidado ése tipo de mirada, esas sonrisas, esos gestos, esa inclinación del cuerpo ante el objeto de interés, esa indiferencia, ese despiste calculado...

... y no me ha gustado nada.



Al principio se trató de un escalofrío que me cruzó la espalda como un rayo. Apareció una oleada de calidez extremadamente leve que subió por mi pecho... y se detuvo ahí. Porque, en un segundo, como en un destello, una gruesa capa de escarcha detuvo la chispa.

Escuché el grito, más tarde gemido, agonizante y muerto de una llama interior. Luego todo se convirtió en frío, un campo helado. Éste sigue aquí, congelando cada rincón de éste apático ser, el cual siente el vacío emocional tan natural como el sol, la luna o la lluvia, que acrecienta la nada.



A escondidas me río de la ignorancia, de la ingenuidad, del poco sentido de la orientación... Todo es estúpido. Es innecesario, inútil... como éste frío ser.