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jueves, 26 de enero de 2012

"¡Basta! ¡Nunca más!"



Existe un poema, uno muy famoso y preciado, en el que un ave se posa en un busto, uno que hace alusión a Palas, conocida también como Atenea o diosa de la sabiduría y las artes. Ese poema se titula El Cuervo. Pertenece a Edgar Allan Poe, un alcohólico romántico empedernido que murió tal como vivió: envuelto en misterio y desolación.



En la obra, el ave, el cuervo; es testigo de cómo el personaje agravado de la historia es víctima de la fatalidad de la muerte. Éste llora la muerte de su amada y se consume por dentro, de amor, de dolor y del perecer de la vida; esas figuras arquetípicas en la literatura. El personaje le pregunta en el poema, al cuervo, entre muchas cosas; si su alma se reunirá de nuevo con su enamorada Leonor. Para esta cuestión y otras muchas el cuervo siempre responde...: "¡Nunca más!"



Al final del poema el narrador admite que su alma estará para siempre atrapada bajo el yugo de la sombra del cuerpo y que no se escapará de ella... ¡nunca más!



En mi vida no soy un señor, no vivo en un lujoso palacete, no tengo un busto de Palas en mi salón, no he sufrido una perdida irremediable en vida... literalmente; pero sí que últimamente escucho el graznido de un cuervo a mis espaldas, en lo alto de mi ventana, en el cabecero de mi cama y a gritos, a veces, en mi cabeza.



Escucho su voz rota formando chillidos agrios, a la vez que siento un oleaje que me perturba la cabeza más que nada. Últimamente sólo tengo dolores de cabeza por su culpa. Y los ruidos de fuera, del exterior, no lo mejoran. Finalmente el vocerío es tan intenso que mi mente acaba por quedarse muda, quieta, en tensión... incapaz de hacer otra cosa.



Dentro de mi cabeza un nunca más se repite una y otra vez, alzándose por encima de las demás voces. Le acompaña un ¡basta! bien alto, bien claro, bien... cansado también.



A mí también me persigue un cuervo que me grita de día y de noche la misma tonada, entre olas: ¡Basta! ¡Ya nunca más!



Había dejado atrás esa sensación de apatía, de vacío, sacada de la nada. Voy a volver a contagiarla sea como sea, a través de cualquier forma que me sea posible. Extenderé el graznido de ese cuervo de plumas negras, propagaré su manto nocturno en cada suspiro que exhalé, atesorando cada brizna de aire para poder respirar con calma.



Hay momentos, simplemente, en los que es necesario dejar de respirar. Si no, incluso cuando aspiras, puedes acabar ahogándote...





¡Basta! ¡Ya nunca más!

lunes, 23 de enero de 2012

Psicoanálisis del día (VIII):

La ignorancia de las personas, por mucho tiempo que pase, es de las pocas cosas en este mundo que jamás dejará de sorprenderme.

domingo, 22 de enero de 2012

Tonada de los marinos





El mar decora mis manos, las marismas me llaman en medio de un gran vocerío y las sirenas quieren llevarme a sus hogares, ahogándome en medio de una preciosa melodía de marinos.


Una tonada marina me está llamando, mientras yo me pregunto qué oceáno será lo suficientemente profundo para que yo y mis pensamientos encontremos la tranquilidad que únicamente se halla... en la soledad del agua.

jueves, 19 de enero de 2012

De nuevo agua



Vaya a donde vaya, siempre están. Me rodean por todas partes. Los encuentro en el metro, en las aceras, en las plazas, en las tiendas, en las aulas... Los descubro en estos bosques de acero, metal y cemento sin esfuerzo.



Cuando debo viajar en metro, un pasatiempo que repudio, no puedo evitar sentir esa sensación arisca que me sube por la espalda. Son ellas: las personas.



Al salir de casa, en el mismo momento que piso la calle urbana, me paro a pensar qué ha ocurrido hasta ahora con todo ese tipo de gente con la que me he cruzado. No puedo evitar buscar entre la multitud un rostro conocido, siempre el mismo, para comprobar si el miedo mismo sigue así, reptando por mis extrañas como un sucio y vicioso réptil. Espero, ilusionada, no volver a sentir el miedo cuando mi mirada alcance la suya... No volver a reconocer ese pavor que padecí durante tanto tiempo, en silencio.



Dicen que el valor tiene algo de honorable y también de estúpido... Yo sufro de ambas partes. Pero, ¿qué puedo hacerle? Me gusta probarme a mí misma, es un vicio. Desde que alcanza mi memoria, llevo toda mi vida comprobando cuáles son mis límites, hasta dónde mi mente es capaz de resistir.



Supongo que es por eso que me ato desesperadamente a deportes de riesgo, como aventurarme en la mente de un monstruo, explorar las cavernas de los farsantes y descubrir a los hipócritas, sus tretas y sus decepciones. Y me importa bien poco las advertencias de los extraños o de los conocidos. Si no soy yo misma quién comprueba la verdad... no puedo estarme quieta.



"La verdad duele pero la duda mata", dicen. Y "lo que no te mata te hace más fuerte", afirman otros. Soy partidaria de ambas: una verdad podrá destrozarte e, incluso, desmoronarte, pero ¿para qué es la vida sino para aprender a levantarte una vez te caes?



Cuando observo a las multitudes me pregunto cómo serán sus vidas. Fantaseo sobre si alguna de esas personas que hay frente a mí estarán a punto de caerse, levantarse o tirar la toalla. O si, entre todas esas masas infinitas de humanos habrá alguien como yo, de naturaleza caótica. Ese tipo de persona que es cómo la niebla: que no se sabe muy bien cuál es o no su cara, si se encuentra aquí o en el más allá. Es así como siento que, realmente, soy yo misma.



He llegado a un punto muy familiar, muy íntimo, que siempre está ahí. Es el de la libertad: degustarla, saborearla, alargarla. Ser consciente de que en el presente sólo estás tú y que, como consecuencia, ya no hay nadie junto a ti que te controle, que te... monopolice y que condicione tu vida. Eso, realmente, es la libertad: sentirte a ti misma.



Es querer ser como el agua: grande, salvaje, limpia, calmada e impetuosa. Por que nadie, absolutamente nadie, puede llegar a darse cuenta de lo que significa volver a ser tú misma tras haberte perdido del otro. Es algo maravilloso. Tanto, que vuelves a ver la vida como una gran oportunidad.



Echando un vistazo atrás, hace relativamente poco, vislumbro cómo fui evaporada por las llamas: la ira, la inseguridad, la posesividad, la hipocresía... Saber que has logrado apagar ese fuego sin control y que, poco a poco, vas recomponiéndote; es toda una proeza y un gran éxito. Es caer en la cuenta de que has ganado esa batalla con mesura, elegancia: siendo ante todo... inteligente.



Es recuperar tu vida, es volver a sentirla: disfrutar de la brisa en tu piel, de la lluvia al mojarte, del sol al calentarte, de la hierba al rozarte. Es sentir que el mundo, por encima de todo, vuelve a ser tuyo.



Y es curioso que, en secreto, hace ya unos meses; fuera capaz de desear que ojalá nunca nada de lo ocurrido hubiera pasado y que ahora, me pare a pensar en lo sucedido y una sonrisa venga a mis labios. No me arrepiento de lo que he hecho, de lo que he decidido; ni tan siquiera del dolor, de todo el sufrimiento y la decepción. Sé que soy un poco más fuerte.



He recuperado mi esencia, pero mejorada: más firme y resistente.






Vuelvo a ser salvaje... Vuelvo a ser agua.

miércoles, 18 de enero de 2012

Belleza... arrebato



Existe una euforia
de demente corazón
que mueve esta noria,
este potente armazón.

Existe una emoción
de caótico corazón
que impulsa esta moción
que niega a la mente la razón.

Existe una adrenalina
de espesa sangre
que alza esta alma calina
hasta que se integre.

Es letra, es papel, es tinta...
Esa pintura absoluta;
Siempre una visión distinta:
impoluta y resoluta.

Amor, muerte y desesperación
agonizan latiendo el corazón
como una ensoñación
de eterna, feroz, desazón.

Es belleza, embrujo perpetuo,
que esclaviza el alma mortal
más intenso que un fuego fatuo
en vida y muerte de final fatal.


Existe una euforia
de demente corazón
que mueve esta noria,
este potente armazón.

Existe una emoción
de caótico corazón
que impulsa esa moción
que niega a la mente la razón.

Existe una adrenalina
de espesa sangre
que alza esta alma calina
hasta que se integre.


Es la llama que prende
mis míseras sombras.
Es la escarcha que extiende
todas mis palabras.

Sin ella no vivo,
no bebo ni respiro.
Es mi cosmos obsesivo,
allí donde mi oficio transpiro.

Quizá un día expire,
sea el dolor tan intenso,
que ya jamás respire...
a manos de ese mar inmenso.


Existe una euforia
de demente corazón
que mueve esta noria,
este potente armazón.

Existe una emoción
de caótico corazón
que impulsa esa moción
que niega a la mente la razón.

Existe una adrenalina
es espesa sangre
que alza esta alma calina
hasta que se integre.


Así que si me hundo,
apática un día, en el olvido;
no me devolváis al mundo...
porque habré vivido.

lunes, 16 de enero de 2012

Perlas borgoña



Esta noche no quiero nada,
tampoco a ti...
Sólo estar empapada
de ese rojo frenesí.

Pensarás en agua,
incluso tal vez en cristal.
Una lluvia sin tregua:
típico error experimental.

Hoy quiero un regalo cruel,
una gran ofrenda líquida:
Mi dulce, explosivo fuel,
el que me deja perdida.

Ansío perlas borgoña:
un granizado sangrado.
Tan hermosa ponzoña...
¡por mí disputado!

Mi rocío escarlata,
habitante de mis venas...
Espesa, intensa cual plata,
de gozo me llenas.

Me susurras pasión,
me muestras belleza.
Eres la sublime visión
de la vida misma, pureza.

Mancha esta blancura,
parte esta pureza
porque no quiero cura:
¡codicio esa flaqueza!

Hechízame con tu crueldad,
mánchame de carmín,
conviértete en mi beldad
y expande tu agrio jazmín.

Una grieta en este cuello
y esta herida de piel
donde nace un río bello
y corre nuestra esencia fiel.

De ti suplico, ¡estoy ávida!
Sangre, me tienes vencida.
Sin ti me encuentro pálida,
¡clamándote vida!

viernes, 13 de enero de 2012

Fénix



El suelo, aquella superficie oscura e impenetrable, temblaba. En realidad, llevaba un buen rato haciéndolo. A cada latido, unas hondas semejantes al movimiento sinuoso del agua, se expandían a lo largo de aquella negrura infinita.
El espejo se encontraba en el mismo lugar, sin haberse desplazado un ápice. A los ojos de Lea y Cath, tras él se erguía esa joven desconocida, con ojos color chocolate y cabellera parecida, con tonos color arena.
El espacio entero resonaba solo al ritmo de un latido desbocado. El suelo temblaba con una melodía absolutamente rítmica y acompasada.
Cath observaba sonriente ese espejo y la chica que lo acompañaba, inmersa en una demencia cruel. Lea, por su parte, ya mentalizada; dejaba que su cabellera azabache volara libre en aquel vacío que la cegaba
-¿Crees que es...?- musitó Lea, no muy convencida.
Cath entrecerró los ojos y la sonrisa de malicia que exhibía se acrecentó. Mientras, la grieta que empezaba a tomar forma en la superficie del espejo se acrecentaba cada vez más, creando un camino que partía el cristal por la mitad. Automáticamente después, una corriente de aire empezó a filtrarse por la brecha, cubriendo el vacío hasta que, de repente, se dividieron en dos.
Una brisa helada rozó a Cath y cada molécula de su piel vibró de calor. Su pelo se alzó y entre sus llamas saltaron chispas, combatiendo la mano escarchada que se alzaba frente a ellas. La diablesa mantuvo su sonrisa, con una mirada amenazadora en su iris borgoña.
Lea fue abanicada por un suspiro cálido, en un intento de quebrar su muro de hielo. Su cuerpo reaccionó alzando una lluvia de escarcha a su alrededor. En medio de la oscuridad un céfiro soltó una llamarada en su dirección.
Ambas oleadas de aire se colaron en las defensas de las jóvenes, hasta que éstas fueron presa fácil. Tal vez esperando lo peor, cerraron los ojos y en vez de la fatalidad una suave brisa de rojo y azul las acarició y les susurró dulzuras al oído. Fue entonces cuando el espejo se rompió en miles de trozos, de partículas incontables. Estrellas de cristal plagaron por el vacío y llenaron la oscuridad, siendo mecidas por una brisa añil y otra color sangre.
La joven del espejo empezó a caminar en su dirección, abandonando el mundo desconocido del espejo y avanzando con una seguridad anónima. Su cabellera alzó el vuelo por encima de sus cabezas y las ondulaciones imitaron el baile de las olas del mar. A su vez, el vestido blanco que llevaba con gracia se hizo trizas y en su lugar únicamente quedó un conjunto de color azabache.
Una sonrisa adornó sus labios y su mirada, antes lejana, ahora resultaba penetrante e intensa; oscura y profunda al mismo tiempo. A sus espaldas dos alas negras se abrieron y se levantaron en un intento de rozar el cielo, el mismo que allí no existía.
Era como admirar a un fantasma.
Lea pensó en los cuervos, tal vez sólo uno, el mismo que plagaba las historias de Edgar Allan Poe. Cath, por el contrario, reparó en que alrededor del calzado de la joven únicamente había cenizas. Era polvo muerto, como si algo hubiera ardido hasta quemar por dentro. Al observar las plumas negras de la joven vio que, entre la negrura, unos tonos color sangre empezaban a manchar todo aquello que tocaban.
En medio de la nada, un aullido de pájaro rompió el aire, el silencio... incluso los corazones corrompidos.
Unas palabras que en su mente no tuvieron sentido brotaron de los labios de la diablesa, mientras que Lea lo dijo a través de una brisa helada de bendición:
-Hola Fénix.
Lea y Cath juraron que, en la lejanía, un pájaro había alzado el vuelo.

miércoles, 11 de enero de 2012

Raspando sangre





Aún hoy yo sigo aquí,


Enterrando el hacha


de este lamentable maniquí,


raspando sangre de estas manchas.








*Fotografía por Jordan Eagles.