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jueves, 30 de septiembre de 2010

Universo. Por "La Musicalité"


Siento el néon

rozando mi piel,

intento saber

¿quién es? ¿quién fui? ¿quién soy?



Quiero beber,

perder el sabor,

destilar el dolor...

que me impide seguir.



Universo...

que me da tu calor,

que se va sin corazón.

Quiero que me lleve dentro.



Y en silencio

llorará mi adiós.

Volverás, constelación,

y sentir el universo...

sobre mí.



Pídote perdón

si no supe ver,

si no pude volver,

universo a ti.



Estrella murió...

perdió su querer

y no entiende por qué.

Su sol no le quiere decir.



¡Uh! Es el miedo...

que me da su calor,

que se va sin corazón.

Quiero que me lleve dentro.



Y en silencio...

llorarás mi adiós.

Volverás, constelación,

y sentir el universo...

en mí.



Y sentir el universo...

en mí.





Lo admito: me gusta mucho. No puedo evitar sentir algo parecido a la serenidad al escucharlo.

De repente ya no me siento fuera de lugar, sino que creo que estoy en el lugar correcto, siendo útil y necesaria en un aspecto u otro. Es una sensación inusual pero interesante.

¿Será la canción o el otoño, que hace mella en mi estado de ánimo de forma positiva?

miércoles, 29 de septiembre de 2010

Mi sombra


Hay una sombra que pega, otra que huye, una que se burla a escondidas, la siguiente que se burla, una más que te subyuga, otra más que te obliga a desconfiar... Pero la más relevante, la más importante, la más grande es la que te sigue a cada esquina, a cada camino, que te coge la mano y no te suelta.


Es una silueta de tu misma estatura, castaña, de pelo largo. Con ojos vidriosos te observa, te devuelve esa sonrisa; a veces real, a veces ficticia, que grita que nadie te ve. Es ideal, perfecta, te completa, te reconforta. Sabes que es una buena pareja a tu reflejo.


El único problema es... que no se deja ver muy a menudo. Sin embargo, si lo hace, te cogerá de la mano y te sostendrá para que no te caigas.



A esa sombra, la llamo fortaleza.

martes, 28 de septiembre de 2010

Violencia de género. Llama al 016


Teléfono contra el maltrato: 016.


Desde bien pequeña he poseído esa cualidad que hace que la gente se sienta cómoda conmigo a la hora de contarme sus problemas o preocupaciones. En el fondo pienso que no es más que el hecho de no obligar a esa persona a que te cuente lo que le pasa por la cabeza. Creo que es precisamente eso lo que hace que la gente de mi alrededor se siente confiada y comprensiva.

La gente me ha admitido que conmigo se puede hablar y que, por un momento, todo va bien. A pesar de que en mi cabeza todo suena a ironía no siempre es una buena cualidad. En ocasiones, cuando te sueltan una bomba, no sabes qué hacer o cómo actuar porque tengo la manía de cargar la responsabilidad del mundo en mis espaldas, como si yo fuera una de las heroínas de los cómics, libros o algo por el estilo.


Hoy ha vuelto a pasarme.


Teléfono contra el maltrato: 016.


Ayer en los telediarios dijeron que en lo que llevamos de año ya teníamos cincuenta mujeres asesinadas a manos de sus ex parejas o relaciones actuales. Cuando veo las pésimas penas de cárcel que les adjudican a los maltratadores o sus éxitosas órdenes de alejamiento... escupo en el ministerio de justicia. ¡Cómo si un papel que me dictara que no puedo acercarme a más de cien metros de mi pareja puediera detener mi cuchillo, mi pistola o mis propias manos!

Yo -y Cath también-, creo más apropiado someterlos a palizas, condenarles a la perpetua o la que me resulta más placentera: castrarles. Una opción sería unir las tres. No estaría mal.

Por supuesto también pienso que se debería castigar a la mujer que maltrata. Tampoco se salvaría.

Seamos serios. Un hombre que mutila, viola, pega, humilla, ridiculiza, asfixia, prohibe, manipula a una mujer no puede hacerse llamar hombre. Sólo se le podrá llamar así a esa persona que hace que una mujer se vea realizada y querida.

Ya de por sí es duro que tu marido te maltrate... ¿qué hay de los hijos?


Teléfono contra el maltrato: 016.


Hoy he conocido precisamente uno de esos casos. Lo peor de todo es que ella reía como si fuera lo más normal del mundo que tu padre te maltrate. Le dije lo que opinaba sin tapujos: si mi padre hiciera el más mínimo daño a mi familia (no me incluyo por ser objetiva), no sé qué sería capaz de hacer. Por supuesto, me refiero a que reaccionaría de forma incontrolada.

Ella me lo contaba de forma rápida, cómoda, como si me contara qué haría con los amigos el fin de semana que viene o me explicara qué opinaba de la última película que había visto en el cine.


Lo asumes, me dice.


Entiendo que al tener miedo en tu propia casa las probabilidades de actuar se reducen a la nada, pero no sé... Opino que al verte en esa situación acabaría por hacerte actuar a la desesperada ¿no?


Teléfono contra el maltrato: 016.


Además, puedes denunciar desde el anonimato. No hay necesidad de darles tus datos. Y si no, pídele a alguien de confianza que llame si no te sientes con fuerzas. Mañana si puedo expondré mis dudas a alguien de confianza que creo verdaderamente que me podrá ayudar. En casa ni siquiera sé si explicar lo que me está pasando por la cabeza. Si lo supieran sólo dirían "¡ni hablar! ¡No te metas!". ¿Entonces qué? ¿De brazos cruzados?

A pesar de que cuando nos encontremos haga lo posible por animarla o diatraerla, no podré evitar de ningún modo que vuelva bajo aquel techo. Por otra parte, buscar información en internet no ayuda nada.


Ojalá pueda hacer algo.


TELÉFONO CONTRA EL MALTRATO: 016.

domingo, 26 de septiembre de 2010

Lecciones cotidianas:

Escuchar Linkin Park a la vez que abrazar y besar a tu abuela puede resultar inquietante.

Una madre no siempre tiene por qué ser lo que esperas de ella.

No se puede querer a un cadáver.

El corazón también puede dejar de latir con facilidad por alguien.

Se puede estar viva sin tener que sentir nada por nadie.

El pasado queda ya muy lejos. Es una puerta cerrada.

La lluvia puede calarse en el interior de tu cuerpo y hacerte sentir bien por eso.

Cuando hay un apagón en toda tu escalera usar el portátil como único medio de entretenimiento puede compensar la unidad familiar.

El trabajo ya empieza a hacerse notar.

Lea me pide que vuelva a estar por ella.

Un sábado en familia al completo puede resultar feliz y triste a la vez.

Los fantasmas del pasado se dejan atrás dejando únicamente vacío. Eso es desagradable... en parte.




Y... puede que este blog signifique más de lo que yo pensaba.

viernes, 24 de septiembre de 2010

Es imposible poder decir o pedir más


Hoy he recordado cosas que ahora mismo parecen haber sucedido hace siglos. Es como si todo hubiera sido una pesadilla, un mal cuento que mi mente creó en la realidad para sentir algo de emoción.

Pero en el fondo sé que fue tan real como la vida misma.


No podré pensar que podría haber hecho algo. Nadie pudo pero no me gustaría haber hecho algo antes de decir adiós. Unas palabras hubieran bastado.

...

Supongo que es demasiado tarde... Demasiado. Ahora únicamente me queda la esperanza de querer creer que él sabía lo que sentíamos todos.

Luchó hasta el final; fue un valiente. No se puede pedir más.

miércoles, 22 de septiembre de 2010

Pensamientos sueltos, dejados, abandonados

Mmmh... Cada vez resulta más fácil.
Me levanto a las nueve o a las diez, entro en el metro, camino hacia el vagon, me introduzco en él, la gente me golpea sin querer, me mira, algún salido de cuarenta años me dedica una escalofriante sonrisa, me irrita, espero las paradas hasta Diagonal, allí cojo el tren, espero en el siempre andén repleto de gente, subo de nuevo al vagón, cuento las innumerables paradas, pasa una hora y media (durante la cual la gente lucha por conseguir un asiento) y finalmente salimos todos juntos en nuestra parada como el ganado, siempre en manada.
Falta media hora para que se vuelva a repetir este proceso.


Ayer tuve una charla hace tiempo anhelada. Pude hablar sin tener que sonreír y expresarme cómo quería. El ángel, a mi lado, me dio la razón y yo a ella. Pudimos contarnos mutuamente lo que pasaba por nuestra cabeza sin sentirnos culpables y esperar represalias.

Cada vez es más fácil... o puede que no. Puede que me engañe.


Juro por Dios o Lucifer que aniquilaré a la maldita sanidad pública. ¿Se puede saber por qué nadie con dos dedos de frente me receta unas pastillas en condiciones y me diagnostica la otitis que hasta YO sé que tengo?
Voy a matar a esa doctora y cuando Cath lo haga por mí, no se lo impediré.

domingo, 19 de septiembre de 2010

A una distancia de dos horas y diez minutos


Hoy se ha creado una "pequeña y entretenida" reunión de ex alumnos de primaria. Las invitaciones primero empezaron a correr a través del facebook, cuya red social me ha captado por la presión de mi ambiente.
Yo no quería hacerme socia; me encontraba cómoda en mi ignorancia. Pero... como siempre, el entorno insistió. Y les hice un favor.

Las invitaciones circularon entre los antiguos alumnos... exceptuando a algunos (entre ellos yo). A pesar de que no me la enviaran, no me importó porque no me sentí mal. Igualmente me continué informando de todo. Al final, por mi propia petición, una antigua compañera que coincide conmigo en la facultad me la envió para conocer los detalles del encuentro.

La reunión consistía en reunirnos todos en nuestro colegio de primaria (el cual lo teníamos para nosotros porque uno de los antiguos compañeros de clase había conseguido la llave del recinto) para jugar un partido de fútbol. Evidentemente, quien no quisiera jugar que no jugara. Al decisión de mirar era libre y la de participar en dicho deporte igual.

Las llamadas y mensajes no se hicieron esperar:

¿Irás a lo del partido...? ¿Si es que sí me llamarás?

Lo he estado pensando y... si vas tú yo voy. Pero es que si no, no...

Podría ser divertido ¿no? Bueno, no sé. Si te decides llámame y quedamos para ir...

A pesar de que me moleste admitirlo, no pude evitar sentir ese pensamiento (propio de la moral y, aunque suene increíble, de la melancolía) de que me sentía obligada a asistir. Lógicamente, no se lo conté a mis padres porque ya me esperaba sus respuestas: "ve, ve, ve, ve, ve, ve, ve, ve, ve, ve..."
Parece ser que todavía no se han hecho a la idea de que esa gente hizo que mi infancia fuera, por una parte, una mierda y, por otra, una etapa en la que una niña de diez años ya le hacía bullying al profesor y soñaba en abrirle la cabeza a más de un compañero de su clase. Pase de víctima a monstruo en un segundo.

Y mientras se acercaba el día me olvidé por completo de todo. De cada uno de los alumnos
, de ese disfrute personal que surgía cuando miraba el pálido rostro de mi profesor cuando leía mis notas anónimas, de las niñas que fingían ser amigas para clavarte el cuchillo por la espalda más tarde, de esos niños creídos populares que creaban tus propios defectos a los ojos de la gente, de aquel día en la cocina en el que... BASTA.
Recordé esos años vacíos, desperdiciados de vida... y me reí de todo (incluso de mí misma).

Me arrepentí al instante de poder haber pensado en asistir a esa supuesta "divertida" reunión. Habría significado volver a abrir esa puerta que cerré hace ya mucho, justo cuando pensé que yo no era nada y el mundo todo un universo que no tenía derecho a tocar.

Si lo hubiera hecho, hubiera desechado dos horas de mi vida... además de los diez minutos que tardaba en llegar de mi casa hasta allí. Habría sido un tiempo que jamás hubiera recuperado. Habría pasado lo mismo, igual que en la primaria.


Dos horas y diez minutos...



Dos horas y diez minutos que habrían supuesto risas sin sentido, minutos perdidos, miradas y preguntas descaradas sin respuesta, palabras que alardean de una vida que no se tiene y puede que hasta algún flirteo no deseado... Sólo de imaginarlo escupí en todos ellos.

Me quedé a una distancia del pasado de dos horas y diez minutos.


Puede que, algún día, cuando la curiosidad me pueda, sí que echaré un vistazo a través del resquicio de la puerta para recordarme a mí misma que ya no soy la misma chica de hace ya seis años y que, los que en un día formaron parte de mi clase, ya no volverán a ocupar los pupitres de mi mente nunca más.



Dos horas y diez minutos...

sábado, 18 de septiembre de 2010

Una sociópata distinta: una piedra


Esto desarrollando un nuevo tipo de sociopatía muy especial... y no me importa. Por eso mismo me considero una sociópata: no existen remordimientos ahora mismo.

Ni siquiera en casa me siento verdaderamente conectada con algo o alguien. Ahora la familia ya casi parece no importar demasiado. Creo que al llegar al extremo de que una madre prohibe a su hija hablar de ella misma y de lo que siente bajo el mismo techo en el que vive, algo instalado en la cabeza salta y hace: ¡clac!


Y todo se vuelve blanco y negro.


Todo me produce, como ya dije, una terrible somnolencia. Sigo siendo empática, sí, pero he aprendido a unir ésta cualidad con la apatía. Forman una mezcla explosiva que no me deja pensar, sentir y expresarme cómo quiero.


Busco, como lo hacía Goethe, la paz en la cima. Quiero encontrar algo, una persona, un lugar, un objeto, una sensación que me haga sentir auténtica... pero nunca un sentimiento.

En Barcelona hace dos días o tres que llueve y eso me hace sentir bien porque sé que si salgo a su encuentro y lloro, las lágrimas se confundirán con el agua. Y si río, el repiqueteo de las gotas contra el asfalto me acompañarán sin preguntar cuál es la causa de mi risa. Entonces será cuando sienta algo parecido a la felicidad porque de buen gusto sabré que la lluvia no es una persona.


Sigo diciendo que la misantropía parece cada vez más arraigada a mi cuerpo y mi mente. Leopardi tenía toda la razón: el uso práctico de la vida, y no la filosofía, es lo que hace odiar a los hombres.


Ahora mismo envidio un poco a Lea, porque ella ha encontrado a personas con las que, en cierto modo, ha conectado. Y también a Cath, cuyo vacío de sentimientos me encantaría desarrollar.

Sonrío en el recibidor, en el baño, en los dormitorios, en la cocina, en el comedor... e incluso en el balcón; pero nunca es real. Al principio sonreír era fácil, después era monótono, más tarde era pesado... pero ahora es tenso. Me cuesta perfilar una sonrisa cuando en el fondo quiero coger la puerta y largarme a una cima, lo más cerca posible de las nubes y del agua que desprenden. No quiero humanos.

...

No quiero humanidad.


Cada vez estoy más convencida de que acabaré siendo una de esas personas que no está hecha para compartir su vida acompañada de alguien. Y creo que eso será así porque a la larga tendré miedo, me cansaré y huiré de lo que pueda empezar a sentir hacia alguien.


Odio la dependencia inesperada y opresiva.

Odio la obsesiva compañía que se pega a ti como si nada.

Odio pasar el tiempo en grupo si no es productivo e interesante.

Odio las masas de gente que se unen en conciertos, botellones, discotecas...


Porque todo son piedras, muñecos huecos, mentes vacías e irreflexivas... No son nada interesantes. Son demasiado mundanos, vulgares, antiguos... Son demasiado normales.

La ciudad está repleta de piedras con la misma forma y volumen, por eso yo no encuentro ninguna que me despierte interés alguno.


Y exactamente por la misma razón me aburro y me siento apática, infinitamente sociópata: yo también soy una piedra...

...

...

...

...

...

... buscando más piedras.

viernes, 17 de septiembre de 2010

La Celestina


Hoy es viernes.

A pesar de tener que ir a la facultad para ir a una charla, me he quedado en casa. Al contrario de lo que la gente piense - que me he dedicado a hacer campana -, estoy pasando la mañana adelantando trabajo para que luego todo sea más ameno. Estoy leyendo la primera lectura obligatoria del año.


La Celestina, de Fernando de Rojas.


A pesar de que jamás he tenido problemas con los clásicos, debo reconocer que me ha sorprendido el hecho de que me guste esta obra, porque soy más partidaria en leerme obras inglesas, francesas e incluso americanas del S. XX o siglos anteriores.

El único libro que se me resiste - supongo que por haber nacido en el S. XXI y por ser humana- es el Quijote. A pesar de ser una obra afamada de la literatura española, lo siento, no puedo. Mis disculpas, Cervantes, pero me es imposible.


La Celestina es una obra que refleja muy bien los antiguos oficios políticamente no correctos y el amor cortés que se inclina hacia un terreno sexual, ya que la novela en sí es de género erótico. Considero que es muy sensual y muy explícita en ese aspecto a la hora de contar cómo se trataba el sexo y qué vías tomaba éste en el S. XV, sobretodo en la religión y la nobleza. Es una obra que trata de forma muy honda la moral y los pecados de la época porque, exceptuando la lujuria, trata tanto la avaricia como la envidia (aunque en esta parte no estoy muy segura porque he empezado la novela... pero también lo he hecho lo suficiente como para comentarla en parte).

Lo que era de esperar y que me ha hecho reír y disfrutar es el papel que tiene la mujer en la obra. A pesar de tener la eterna imagen de pecadora absoluta y de ser la culpable de arrastrar a los hombres al infierno (palabras textuales del texto), aquí el papel de la fémina se torna mucho más crudo y oscuro. Nos pinta como seres verdadermanete diabólicos.


Cath se siente halagada.


Por otra parte, he decidido bajarme la versión cinematográfica de la obra de 1996, porque aunque no espero que sea fiel a la obra, si me divertirá una parte cuando quiera rememorarla. Tendrá que ser así porque el libro del que estoy leyendo pertenece a la universidad y si lo encargo tardará demasiado. De hecho, cogí uno de los últimos ejemplares y me imagino las próximas visitas de las chicas/os que lo buscaran desesperadamente.


He sido la primera.

Qué ironía.



Incluso debo añadir que mucho antes de empezar a leer la historia me he fijado en la portada de ésta. Pasando por alto el retrato de Melibea en la imagen y Celestina, que le dedica una mirada maliciosa y burlesca, me he puesto a mirar de quién era la edición:

Del mismo profesor que me ha mandado coger esta edición expresamente.



¡Ah, los profesores de universidad, sus obras y su ego impreso en ellas...!


miércoles, 15 de septiembre de 2010

Primer día oficial de clases: "La chica de los siete pecados capitales"


Debo decir que cada vez me siento más alejada de lo qué es mi actual mundo. Hoy mismo he conocido a gente y hemos hablado, discutido y reído.


Ignoraba que podía ser social.


Me han propuesto ir el 30 de este mes a con concierto de música reggae y he declinado la oferta. Uno de ellos, el mismo del que opino que es un chico original, ha dicho textualmente: "Jo... Te cuesta confiar en la gente que acabas de conocer ¿eh?"

En mi cabeza Cath lo miraba con burla (porque el chico le hace gracia o le atrae mínimamente) y Lea, en susurros, no paraba de repetir: Evidentemente.

Sé que en su momento lo dijo en broma pero no pude evitar ponerme nerviosa unos segundos. Debo reconocer que, en más de un momento, me he sentido aludida por el chico. ¿Cómo me hablaba o cómo me miraba eran los principios de un flirteo?

...

En el fondo no me importa. Reconozco que he encontrado a gente con gustos culturales a los míos pero también sé que me pesan más sus defectos que sus virtudes.


A pesar de que en la primera hora un maestro nos haya abandonado a nuestra suerte durante dos horas siendo el primer día y el segundo me haya deprimido hasta límites insospechados, hoy he vuelto a disfrutar de la hierba y de los árboles, sumados a un libro y a mi soledad.



Es cierto, el árbol ha vuelto conmigo.


...


Conversaciones que recuerdo de hoy:


O: ¿Cuáles eran los pecados capitales?

Su compañero: Pues... avaricia, lujuria, pereza... ¿Qué más...?

Yo: Avaricia, lujuria, pereza, gula, soberbia, envidia...

(Me interrumpen. Me miran con ojos desorbitados).

Ambos: ¿Te los sabes todos?

(Mi subconsciente: Pues claro. Joder, que sólo son siete).

Yo: Sí.



O: sois raras.

Yo: ¿acaso lo dudabas?

(Me mira interesado mientras le ignoro).



Bueno, al menos me he quedado con el apodo de La chica de los siete pecados capitales.

lunes, 13 de septiembre de 2010

Primer día


Los primeros días son siempre iguales.

Te sientes perdido, sin rumbo y confuso, con un montón de dudas que revolotean por tu cabeza. Hasta mi vientre y mi esófago se resienten...


Supongo que será cuestión de tiempo acostumbrarse a todo lo nuevo. De todas formas, esos pasillos grises y fríos me repelen. Prefiero tenderme en la hierba como hoy, bajo las acogedoras ramas de un pinar ofreciéndome su agradable y familiar sombra.

Ha sido una pena que sólo haya disfrutado de ello unos quince minutos.


Creo que, pensándolo mejor, no podré disfrutar mucho de momentos como estos. Al menos tengo el piano, un buen libro, una libreta especial donde escribir y algo con lo que hacerlo, además de mi soledad.

A ella sí, que quiero conservarla... exceptuando al pino, claro. La diferencia entre ellos es que una no creo que me deje nunca y el segundo, más tarde o temprano, lo hará.
...
¿Es posible querer a un árbol y a su sombra como si fueran una persona?

viernes, 10 de septiembre de 2010

Frankenstein


Una obra repleta de filosofía y moral humana que entremezcla el horror y la desesperación humana con el querer jugar a ser Dios.



Su creador se odia profundamente por haber creado tal abominación, la cual esparce por la tierra la destrucción y la maldad. Es un insulto gravísimo hacia la naturaleza humana. Tal es así que Víctor no es capaz de vivir sin sentir cómo le atacan los remordimientos, tan profundos y tan graves, que hacen que desee acabar de una vez por todas con su criatura y su propia vida, además de alejar a los seres queridos de él mismo.

Fue tal su búsqueda del saber y la filosofía del hombre que acabó atentando contra natura. Su propia curiosidad se convirtió en su pesadilla más tarde, transformando la carne muerta en viva.


[...] he estado meditando sobre mi pasada conducta, y no la encuentro censurable. En un acceso de entusiástica locura, di el ser a una criatura racional y me vi obligado a asegurar, en la medida que me fuera posible, su felicidad y su bienestar. [...] mostró una malignidad y un egoísmo sin precedentes; mató a mis amigos; se entregó a la destrucción de unos seres dotados de una sensibilidad, una felicidad y una virtud fuera de lo común; y no sé dónde puede terminar esta sed suya de venganza. [...] Era mía la misió de destruirle, pero he fracasado.




La criatura a la que acusan de monstruo y abominación es un ser contra natura, anhelante de cariño y saber humano, de alma pura. Estas dos virtudes le son negadas, llevándole al rencor y a la ira que desarrolla el alma humana cuando ésta es rechazada por un rostro exterior corrompido. El rencor y la ira se convierten en venganza, la cual se lleva a cabo mediante el asesinato de todos aquellos que le desprecien o que pertenezcan al círculo íntimo de su creador.

Salvó a una niña de morir ahogada y el campesino que le vio, como recompensa, le asestó un disparo en el hombro.

Cató el saber alejando la ignorancia de su mente, anhelando el cariño de aquellos que se lo habían proporcionado sin saberlo. Reclamó una muestra de amor ante un anciano ciego y, como respuesta, sus hijos le dedicaron agravios e insultos graves, así como una brutal paliza.


No hay simpatía para mí. Cuando la busqué al principio, lo hice movido por el deseo de compartir al amor a la virtud, y los sentimientos de felicidad y de afecto me desbordaron por entero. Pero ahora que la virtud se ha convertido para mí en una sombra, y la felicidad y el afecto en amarga y odiosa desesperación, ¿en dónde debo buscar simpatía? [...] me alegro de que, cuando muera, el oprobio y la abominación acompañen mi memoria.



¿No es el hombre en sí el que se convierte en un monstruo por su propia mano, en la abominación de la que con tanto esfuerzo huye?


Pero es así: el ángel caído se convierte en demonio de maldad. Sin embargo, incluso ese enemigo de Dios y del hombre tuvo amigos y aliados en su desolación; en cambio yo estoy solo.

¿Yo? ¿Una psicópata?


Hoy mismo me han etiquetado en una foto en facebook que me define como una psicópata. Yo sentí que era una opción acertada, Lea puso los ojos en blanco y Cath asintió enérgicamente con la cabeza sin poder evitar sentir deseos de acechar a alguien.


Mañana por la mañana he quedado con el payaso. Creo que ya hable de él en este blog hace tiempo... Es esa clase de persona caracterizada por su estupidez y su desconocida ignorancia que todos alguna vez hemos conocido en nuestra vida.

Es un sujeto que a alguien como yo le pone de los nervios. Me cuesta estar con él y no empujarlo hacia un semáforo en rojo cuando estamos a punto de cruzar.


Yo no quiero volver a verlo en la vida.

Lea siente repulsión hacia el payado porque personifica la estupidez extrema del ser humano.

Cath, como muchos adivinarán, quiere asesinarlo.


Encima es un payaso dependiente, de aquellos que se pegan a ti sin remedio. Y tú los abofeteas, les desprecias con el sarcasmo más ácido y más evidente posible, pero siguen sin entenderlo porque...


... por algo se llaman payasos.

Cath.


Su estupidez no tiene límites.

Lea.



Mañana, tal vez, volverá a surgir mi lado oscuro. Ése que desea destruir todo lo que tiene delante. Puede que mi vena psicópata esté más agudizada de lo que yo creía. Al fin y al cabo...


... todos tenemos un monstruo dentro ¿no?

miércoles, 8 de septiembre de 2010

El avistamiento de un monstruo


Hace unos días me ocurrió algo curioso.


Charlando con una vieja compañera, mientras sonreíamos y reíamos las dos -ella por sinceridad, yo por pura cortesía-, un desconocido se cruzó con nosotras y se detuvo a nuestro lado. Nos miró con los ojos muy abiertos y sonrió abiertamente, con el rostro tintado de burla.


No sonriáis mucho.


Tras eso, el hombre calló manteniendo su sonrisa y se alejó a paso ligero. A la vez que mi compañera se quedó callada y luego rió, incómoda, yo había dejado de reír y en mi interior surgió Lea. Miré por encima del hombro de la chica y seguí al sujeto con la mirada. Él se volvió y me miró sin pestañear, con la misma sonrisa cargada de malicia.


Lo analicé.


Cath, en mi cabeza, me instó a que le siguiera. Lea y yo nos mantuvimos quietas, a la espera de que el hombre dejara de mirarnos y se diera la vuelta. Tardó un rato en hacerlo.


Lea me susurró algo.


Mi compañera hizo alguna broma, siguió riendo y me contó algo para aliviar la repentina incomodidad de la situación. Pero yo, desde entonces, tras la fijación de aquella mirada oscura y esa sonrisa inquietante cargada de ironía hiriente, tenía la cabeza hueca. No pude dejar de pensar en toda aquella mañana que era como si ése desconocido hubiera visto a través de mis ojos avistando al monstruo. Destapó la hipocresía de mi sonrisa en un segundo.


Atrapó mi interés... y el de Cath. Aquellos dos pozos sin fondo llamados pupilas me captaron cuando sabía que, en el fondo, él esperaba haberme asustado. Consiguió todo lo contrario.


Sonreí. Fue una de esas muecas que se fijan en mis labios por cortesía de Cath, que me empujan a seguir a la presa, a acecharla y a herirla y que provocan las preguntas de la gente: "¿por qué te ríes? ¿Qué has visto?"

"Nada, nada... No importa."



... y él se alejó poco a poco mientras me miraba fijamente, sin borrar la sonrisa de su cara ni yo de la mía. Porque, en un momento, yo también vislumbré a un...


¿Por qué te ríes? ¿Qué has visto?

... a un monstruo.




Ni uno ni dos; sino tres


Tres es un número impar.

Tres es el inicio de algo.

Tres es el tener dos mentes imaginativas que sumada a una caótica forman un trío peculiar.


Para mí, tres es un número femenino y no considero que sean multitud. Considero que son un apoyo. No obstante, también es un número extremadamente cabezota.


Espero que esto se pueda arreglar, porque el número uno me parece demasiado pobre, lo tengo muy visto. Además, el número dos no estoy dispuesta a asimilarlo.

lunes, 6 de septiembre de 2010

El ángel ha vuelto


Hoy he vuelto a ver, por fin, a mi ángel.

Se la veía cansada. Dice que el calor que hace en Barcelona, comparado con allá arriba, es agotador. Además, en medio de la nada dice que se ha acomodado demasiado, así que cuando ha vuelto a la ciudad se ha visto trastocada. Sólo he podido darle la razón.

Su compañía, comparada con la del azufre, es refrescante. Tenía ganas de verla y su respuesta ha sido la misma de siempre: yo también.

Entre risas ha vuelto a recriminarme que no estudie con ella en el mismo lugar, que siempre estamos separadas. En cierto modo me ha hecho pena porque si estuviéramos juntas todo sería mucho menos monótono pero sé que un diablo y un ángel no pueden compartir el mismo espacio mucho tiempo. Sería peligroso, podría trastocar al universo.



Su compañía concede un soplo de aire fresco a ésta alma endemoniada

sábado, 4 de septiembre de 2010

Las piezas de familia ya no encajan

Las sombras del pasado siempre acechan. Esperan a que salgas de tu cuarto, escapes de la luz que va unida a las tinieblas y, cuando te tienen a su merced, te cazan.
Ésta familia se está desmoronando.
Ya no se puede confiar ni en la palabra de la experiencia ni en la de la fortaleza. Dónde antes había confianza ahora ya no hay nada, sólo ceniza. Las piezas que antes encajaban tan bien en el álbum familiar se pierden entre divorcios, mentes que ya no son las mismas y una madurez forzada pero oportuna.

"Quiero que estas cosas se queden en casa"

¿Que se queden en casa? Sabes de sobra que jamás las escucharás de mi boca porque... si intento contártelo sólo recibiré la ignorancia y la incomprensión.

"Quiero que me cuentes las cosas"

¿Para qué si luego las tergiversarás para convertirme en la hija complicada y extraña que no se da cuenta de lo que ocurre? SÍ que me doy cuenta de lo que pasa, otra cosa es que no quiera remover la mierda.

"¿No confías en mí?"

Ojalá pudiera, de verdad que sí. Eres tú quien lo impide. No tienes la suficiente entereza como para escucharme y entender lo qué pasa por mi cabeza.


Tanto si se trata de tener una familia como de estar sola, la situación suele ser difícil. Pero todavía es más inmensamente complicado si estás sola en tu propia familia.

viernes, 3 de septiembre de 2010

Infidelidad


Esto no es nada que me venga de nuevas. Es algo que ya conocía por propia experiencia pero saber que también está en tu entorno de la siguiente forma es demasiado surrealista.


Una pareja de años de casados, un matrimonio ya quemado, una secretaria que se insinua de la forma más vulgar e evidente, una aventura muy poco original, el morbo de hacerlo en el despacho, en el coche, en el aparcamiento...; una esposa que no sospecha, un marido que se fuga dejando una nota precipitada a su mujer y sus hijos después de una agradable cena porque "no aguantaba más", una búsqueda por parte de la policia y la família para descubrir que está con otra en un lugar apartado.


Lo demás ya se conoce. ¿Resultado? Una família descompuesta.


No obstante, lo más extravagante de todo es que, después de esos incidentes, la pareja tradicionalmente separada da un giro de 180º grados que nadie se espera: Él se junta con otra -ignorando si se trata de su secretaria o no- pero no se separa legalmente de su exmujer porque quiere que ésta cobre su pensión de viudedad, la segunda lo sabe, él le compra a su anterior esposa todo lo que ella desea sin reparos, va a comer a su casa, los dos tienen sexo esporádico y luego él vuelve a casa de su segunda mujer como si nada hubiera pasado mientras la primera considera que sigue teniendo al hombre en sus manos.


Puedo entender la situación demasiado bien pero sigue chocándome porque conozco a las dos partes. ¿En qué quedamos? ¿Separados o no?



C.


Ella tenía diecisiete años. Él su misma edad.

Al principio ella no sentía nada, como siempre. En su cabeza ya existía alguien pero por aquel entonces no era más que un fantasma, una sombra que se moldeaba en su cabeza sin llegar a ser real. El chico de la historia, desconociendo ése hecho, se le insinuaba de la forma más grotesca. Alcanzó un nivel que él llegó a considerar romanticismo, ella fue compasiva y pensó "no tengo otra cosa qué hacer". Así que, con una rosa en St Jordi y un tímido "para ti", ella le ofreció dos besos de lo más cordiales. Volvió a pensar: "¿Por qué no? No tengo nada más qué hacer".

La chica: ¿no quieres otro beso?

Él la miró escéptico, sin creerse nada de lo que escuchaba.

El chico: ¿Lo dices en serio?

La chica: ¿Quieres o no?

El chico evidentemente aceptó y la besó. Se besaron. Él cató el triunfo y ella, mientras le besaba, se dedicó a pensar que nadie debía saberlo porque odiaba los interrogatorios y las preguntas impertinentes. No quería a nadie ni nada fisgoneando a su alrededor.

A partir de ahí empezaron a salir. Al día siguiente, en la escuela, hicieron como que no se conocían. Ella lo ignoraba, él le lanzaba miradas cómplices. La chica se encogió de hombros mentalmente.

Ella cayó enferma, él se preocupó y quiso tenerla cerca cuánto antes, ella se recuperó y todo volvió a la normalidad. En la escuela la gente no sospechaba ni imaginaba nada. Ellos se miraban, hablaban, compartían momentos íntimos frente a la gente que no llegaron a crear pensamientos fuera de lo normal.

Al cabo de un tiempo de salir con los amigos y de salir juntos en público alguien empezó a sospechar, lo desecharon, a la chica le importaba su anonimato y a él también. Ella empezó a creer que se enamoraba y él experimentó los celos.

Sin embargo ella sabía que no era así y él no se conformaba. Sus celos fueron a más, ella lo ignoró al principio y fue acusada de "no me haces caso". Inmune a los chantajes emocionales, la chica rompió con él varias veces obteniendo como respuesta varias reconciliaciones.

Total, ella no tenía nada qué hacer y en el fondo se lo pasaba bien.

Surgió el tema del sexo. Él quería, ella también pero no tan precipitadamente. Al final hubo roces y carícias pero acabó mal. Ella lo esperaba, él no. A él pareció importarle la ruptura, a ella no.

Un tiempo después, ella acabó enterándose de que él, a sus espaldas, había intentado algo con una de sus amigas besándola e instándola a ir a la cama. Se lo contó la misma chica. La única reacción de la chica fue sentir náuseas pero, en el fondo, ni le dolió, ni le hizo sentir mal. Sólo rió y rió. Su amiga acabó tachándola de fuerte y, en secreto, de insensible.

La chica se burló de todo: de él, de su amiga, de ella misma, de su carcasa de hielo y por haber creído que podría enamorarse. Sabía que en el fondo había sido diversión y que habría acabado mal. Se empeñó en no confiar en él y había dado en el clavo. Al fin y al cabo, siempre había estado bien sola.


Lea.




Al día de hoy todavía me sigo riendo.

jueves, 2 de septiembre de 2010

Fantasmas de preescolar


Pasillos vacíos, aulas sin visitar, horarios que desconoces, césped verde que te llama, ojos que vigilan, materias incompletas, apuntes que vuelan... Una nueva vida fuera de la misma.


Si me largo de la escuela y empiezo la universidad es, además, para no tener que ver la misma cara de arrogancia e incultura cada día. No quiero que me sigáis, no quiero que me habléis, no quiero NADA de vosotros.

No quiero recordar los antiguos días de infancia con vosotros; no sois más que fantasmas... fantasmas de preescolar.


Mientras vosotros jugábais a pelota yo me reprimía para no estampárosla en la cara.

Mientras vosotros os juntábais para hablar o criticar, yo me sentaba o caminaba a solas en el patio para evitaros.

Mientras vosotros pedíais ayuda al profesor yo le hacía bulling.

Mientras vosotros no sabíais si odiar o apreciar a alguien para obtener algo de él yo tenía claro a quién odiar o a quién querer sin tener por qué pedir algo a cambio.

Mientras vosotros érais unos críos, yo dejé de serlo a los cinco años.


Echásteis mi infancia a un sumidero, así que ni os atreváis a volver a estrechar lazos de nuevo.

miércoles, 1 de septiembre de 2010

Vuelvo a sentirme limpia, así que no te acerques


Unos diez metros cuadrados de hierba cortada, un pedazo de cielo, la blancura de la nada, el vacío del sentimiento, el remiendo de un pañuelo.

Toda la blancura del mundo la siento ahora en mi pecho burbujeando, preparado para volver a sentir de nuevo otras cosas, tanto oscuras o blancas. Es como tener frente a mí un lienzo recién comprado y enteramente blanco, listo para ser pintado y dibujado. Sólo tengo que extender la mano para acoger con gratitud los colores y empezar a pintar otra historia, otro sentimiento que no comporte congoja e odio mutuo.

Siento que por fin tendré otra oportunidad al alcance de mi mano. Podré librarme un futuro sin depender de nadie y menos de ti.


No vuelvas a querer acercarte a mí. Ahora, lo que menos quiero en este mundo, es volver a tenerte tan cerca y próximo. Estoy a medio camino: ya no me importas lo suficiente.


Por fin he expulsado al gusano infecto de la cobardía de mi vida y dentro de dos semanas la recuperación podrá verse completada gracias a una nueva etapa.

Corrupción en los infantes


Canales infantiles que promueven las drogas, la incultura, conductas que rayan la autodestrucción, bandas y modas urbanas que no se entienden y promueven un alto índice de estupidez humana, ídolos infantiles que se venden como muñecas para más tarde jugar a ser prostitutas, perder la pureza y la inocencia como última tendencia, fumar porque "queda bien".


El futuro de los pequeños pende de un hilo muy fino que pronto se va a romper.


Escupo en la televisión, en los juguetes, en actores juveniles que esconden una segunda cara, en niños que juegan a ser mayores sin serlo, en los malos gustos que se desarollan a una velocidad de vértigo.


¿Es esto el fin?

No juegues a estar vivo, sabes que estás muerto


Pronto harán ya cinco años de un fatídico suceso que significó no sólo la muerte de una persona, sino de dos: él y yo.

La vida da muchos golpes que pueden, o bien hundirte, o bien hacerte renacer. Yo elegí la segunda y aquí estoy: una extraña comparada con la que existió en otros tiempos. En el pasado me correspondió despedir a un ser amado y hoy volveré a hacerlo.


Presencié cómo llevaban un feretro entre manos extrañas, negras, indiferentes. Entre llantos - nunca con el mío -, supe que había ardido como si jamás hubiese existido en esta vida y supe lo frágil que puede llegar a ser la existencia humana. Cada llama lamió aquel cadáver como si se tratara del mío. Sólo que, en mi caso, ardió el pecho, el corazón, el cerebro, los pulmones...Todo ardió sin desaparecer del todo.

Y sólo sentí dolor. Luego nada, el vacío, las huellas de lo que dejó el sufrimiento y poco más.



Nací otra vez, entre sombras, cenizas y lo que antaño fueron verdades se convirtieron en mentiras. Un cordero que finge ser un lobo creyéndose su propia mentira.



Hoy no ardo, sólo me quiebro y me recompongo. Porque a un iceberg no puedes incinerarlo, sólo romperlo. No siente nada. Y entonces, al cabo de un tiempo, ése iceberg conoció a alguien que fingía estar vivo cuando en el fondo, muy en el fondo, estaba muerto y perecía ante la vida sin querer enfrentarse a ésta.

Por desgracia, se ganó un lugar en su corazón que no merecía.


Iceberg:

He hecho algo mucho mejor que arrancarme el corazón. He abierto los ojos a lo que era la verdad. He descubierto ese cuerpo sin vida, sin ganas, olvidado en algún punto en el limbo de una mentalidad no madura. He entendido que no se puede querer a una mente sin opinión, a un cuerpo sin ansia, a una personalidad cobarde, a una visión tan pobre de futuro.

...

No se puede querer a un cadáver.

...

Está muerto. Por dentro y por fuera.




Cuando se muere, queda el recuerdo de lo que una vez fue. Amé ese cuerpo que ardió. Su recuerdo, su sonrisa, su dulce mirada, sus caricias, sus palabras de ánimo... Lo quise todo.


No obstante, a éste cadáver no puedo quererlo. Juega a estar vivo cuando ha fallecido por dentro. Es como un manzano que no madura. Sólo el tiempo podrá decir si su fruta valdrá la pena y será recogida por la persona adecuada.

Si maduras, si creces, si te formas... sólo el tiempo y tú podréis juzgarlo. No seré yo, ni Freud, ni nadie, quien dictemos tu futuro como persona.



Yo estoy viva, tú no: Por eso ahora duermo tranquila por las noches.