SafeCreative

SafeCreative
Todos los derechos reservados

jueves, 30 de agosto de 2012

Más allá



Más allá de un séptimo piso,
Más allá del valor de la moneda,
Más allá de los besos o los abrazos,
Más allá de los gritos o los ataques,
Más allá del egoísmo.

El quereros va mucho más allá.
Va tan lejos…
Que ya no habita el cielo.
Va tan veloz…
Que ya no lo atrapa el viento.

Va tan, tan lejano ya…
Que no lo alcanzo.
No lo toco, no lo veo…
No logro divisarlo ya.

¿Sabéis vosotros dónde está?
¿Sabéis vosotros, acaso, dónde para;
Donde viaja este afecto?
¿Por dónde corre este amor?

El quereros va mucho más allá.
Es tan grande…
Que ya no lo abarca el océano.
Es tan eterno…
Que ya no existe el ocaso.

¿Sabéis cómo es?
¿Sabéis vosotros, acaso, cuál es la
Magnitud de este cariño?
¿Sabéis cómo es de grandioso?

Más allá… Siempre más allá.
Ahí donde no puedo verlo,
Ahí donde no puedo rozarlo,
Ahí donde no puedo tocarlo,
Ahí donde no puedo atesorarlo.

Siempre… Siempre más allá.
Más allá de la nada y del todo.
Más allá del silencio y del ruido.
Más allá… ¡Siempre más allá!

¿Y no es así, acaso, como yo os quiero?
Cómo lo dicen mis ojos,
Mis manos o mis gestos.
Ellos lo gritan: te quiero. Te quiero…
Mucho más allá.

Mucho más allá del fuego,
De las estrellas o el infierno.
Y seré, gustosa, salvación
O también verdugo.

Porque quereros va mucho más allá.
Seré lo que queráis: cielo o averno.
¿Qué preferís vosotros? Decídmelo ya.
¿No lo sabéis ya? ¿No sabéis, acaso, cuánto os quiero ya?

Lo gritaré, lo lloraré, lo recitaré.
Pero debéis saberlo ya porque va tan,
Tan… más allá…
Y en piedra lo tallaré:
Con lágrimas o sangre.

Sólo entonces lo sabréis.
Sólo entonces cuánto os quiero.
Sólo cuando esto corra más…
Sólo cuando esto crezca más…
Sólo cuando esto vaya más, más allá…

Cuando sea más frío que la lluvia,
Cuando sea más pesado que las rocas,
Cuando sea cálido que el fulgor de una llama,
Cuando sea más exuberante que la primavera,
Entonces lo sabréis.

¿Pero no es, acaso, más brillante ya?
Porque va tan, tan allá…
Porque quereros ahora va tan, tan allá…
Que estos versos viajan mucho, mucho más allá.

domingo, 12 de agosto de 2012

Mi dulce, mi hueca muñeca

Hace ya unos meses que lo que yo creía un jarrón de flores se ha convertido, a mis ojos, en una pieza de cerámica hueca. O, tal vez, siempre fue así y fui yo la incauta que intentó, por todos los medios que le fueron capaces, conferirle vida a ese ser.
Sonríe, sonríe mucho, pero se trata de una muñeca rota, forzada. A veces suave, a veces natural y burbujeante, incluso, pero sin vida al fin y al cabo. No tiembla, no respira, no vive. Es como una muñeca de porcelana muy linda. Pero está rota, hecha pedazos, incapaz de ver más allá de la nada que la invade.
Y yo... ya no puedo quererla como antes. No puedo.

Poe, en su Corazón delator, cita:
"[...] Yo no perseguía ningún propósito. Ni tampoco estaba colérico. Quería mucho al viejo. Jamás me había hecho nada malo. Jamás me insultó. Su dinero no me interesaba. Me parece que fue su ojo. ¡Sí, eso fue! Tenía un ojo semejante al de un buitre... Un ojo celeste, y velado por una tela. Cada vez que lo clavaba en mí se me helaba la sangre. Y así, poco a poco, muy gradualmente, me fui decidiendo a matar al viejo y librarme de aquel ojo para siempre."

Y así es. Es esa muñeca. Yo la quería, la aprecié mucho, me dio mucho, pero ya no más. ¡No más! ¡Nunca! ¡Nunca, nunca más! Son sus ojos, sus manos, sus sonrisas, su pelo, su aura, sus gestos, sus palabras, su prosa y tal vez hasta su poesía, sus abrazos. Es como abrazar al cristal, amar un trozo de plástico: no hay vida, no hay nada.
Es un modelo de carne en el que la naturaleza no moldeó nada, no creó absolutamente ni un ápice de emoción. Es la personificación de la apatía, la oscuridad en sí misma, el blanco más puro y primario, donde no coexiste nada. En ella no hay colores, no hay tintes, no hay variedad, no hay matices con los que pintar.
Cuando me roza o me toca, siento la pérdida. Experimento cómo la fuerza me abandona, cómo se extingue la vida de mi entorno, cómo los colores pierden un poco su esencia, cómo el mundo se apaga un poco más. Es ella, es esa muñeca, esa sonrisa de porcelana que me roba la fuerza, la emoción, la vida y en su lugar deja una angustiosa apatía.
Una angustiosa apatía diferente a mí, distinta a Lea.

"No te reconozco"
[...]
"Es fácil contártelo"
[...]
"No lo sé"
[...]
"¿Por qué?"

Lloras, te lamentas y te recreas en la mediocridad tachando al mundo entero de vulgar cuando, en una ironía, tú eres la muñeca que personifica el egoísmo más puro. El egoísmo más cruel es aquel que se escuda en la inocencia y la ingenuidad y tú eres su madre, su maestra.
Preguntarás, te reirás, mirarás con ojos huecos y, aún así; pasarás de largo e ignorarás el vacío y el daño que has cultivado a tu paso. Y mientras, frente a ti, sigo estudiándote ante el desconocimiento del resto de gente que te ve como los demás; encontrando en tu mirada un pozo sin fondo y en tu risa... un angustioso rezo: 
¡No! ¡No me mires! ¡No!
¡NO!

viernes, 10 de agosto de 2012

Hoy te he visto, Soledad


Hoy te he visto brillar entre la espuma, Soledad,
hoy te he visto nadar entre la risa de ese infante, Soledad,
hoy te he visto cruzar el cielo añil, Soledad,
hoy te he visto surcar las olas del mar, Soledad.

Hoy te he vislumbrado en la nada, Soledad,
hoy te he vislumbrado en las sombras, Soledad,
a ti y a ese vacío: galante acompañante.
Hoy te he seguido, Soledad.

Hoy te he abrazado, Soledad,
hoy te he burlado, Soledad,
hoy te he cantado, Soledad,
y me has hecho temblar, Soledad.


Hoy, te he dicho adiós... Soledad.