SafeCreative

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jueves, 19 de noviembre de 2015

La chica de agua


Esta noche te contaré una historia:
la escribiré en el vaho de tu ventana
y mi boca callará todas las letras.

Pero, escúchame bien, nada de estrellas.
Te dejaré escucharla en el agua,
en las lluvias que fuimos
y en las futuras que nunca tuvimos.

Yo nunca fui una chica hecha de fuego.
A mí me moldearon en el agua,
en hundimientos y asfixia.

En canciones de piratas,
en leyendas de monstruos marinos,
en promesas de un sueño henchido.

Yo no amo. Yo inundo.
Yo no consuelo. Yo ahogo penas.
Yo no lloro o rio. Yo lluevo.

He sido agua sucia, limpia,
burbujeante, tímida,
tranquila, fiera,
seca, fresca,
siempre entera.

He roto mareas y unido tierras.
Nutrí sueños rotos. He regado, cantado.
He sido sirena, arrecife y pez en el mar.

Un día de tormenta
y desnudo de paraguas,
te calaré todos los huesos.

Te haré bailar bajo mi alma,
te haré tiritar, ahogar,
y, créeme, no te querrás escapar.

Asfixiaré tus penas, dudas.
Mataré tu sed, tu lengua seca,
y cuando quieras tierra
te mostraré las joyas entre la arena.

Mis mundos hechos de corales
serán tus jardines, tus claros umbrales.

Seré la promesa
de una doncella de mar:
el abrazo de una sirena
que de gozos va llena.

Me pedirás una tumba de agua
para morir desecho en burbujas.
Una de la que no pedirás despertar
mientras, de verdad, por fin te escucho respirar.

Sólo promesas, sueños,
tesoros, sin dueños.
Besos que ahoguen,
amores que empapen
y pasiones que calen.

Una oferta de fluido claro:
existirás en mi arena, en mi coral,
en mi horizonte, en mi faro,
en amor curtido en sal.



Imagen extraída de deviantART. Nombre: Water lily III. Autor: Fragoline.

miércoles, 18 de noviembre de 2015

Sinestesia automática


Shh... Te contaré un secreto, ¿sabes? ¿Quieres saber cuál es?
... En ti yo veo arte.

La sinestesia automática es divertida. Es como ser un niño pequeño, un duende inquieto que, además de verte a ti, descubrirá lo que hay más allá de tu cuerpo y tus palabras, disfraces vanos. Es una de las mejores cualidades de una mente enferma. Es como pintar sin lienzo, destilar sin química, escuchar con la peor sordera pero... lamentablemente, no lo entenderás si no has visto, has escuchado, has sentido, has olido.

Es divertido, es volver a jugar con pinturas y aviones de papel. Consigues ver esencias y puedes pintarlas, perfumarlas y confesarles: Si fueras música sonarías así.

No te conozco, tú a mí tampoco. Sin embargo...

Si te viera, ¿tendrías olor a hierba, a ceniza o al esponjoso aroma siempre fresco de las nubes? Adoraría que olieras a lluvia, a tierra mojada y ahogada en agua de tiempos pasados, ese perfume que te alcanza la boca y te limpia el alma.
¿Vislumbraría en tu presencia, en el fondo de tus ojos, el sabor a almendras dulces de la cicuta o el porte regio de una abandonada casa señorial? ¿Serías una brisa de verano o un atardecer en el paraíso? ¿Existirías en plástico, en un jarrón vacío o en un gato que vigila entre la oscuridad? ¿Tendrías cuerpo de llanto, de risa, de histeria, de ira, de sueño, de melancolía? ¿Olerás a caricia, a bruma? ¿Tendrás cuerpo de pájaro o de un crisantemo helado?

He visto lo suficiente para saber que quien es otoño es una breve obra de belleza que una vez saboreada hay que desechar porque si no te siente morir, que aquellos que inspiran el hielo son fuertes y temibles pero leales en cariño, que los que aluden a los robles son férreos compañeros que sostienen tu mundo, que los que se asemejan al viento te despejarán el camino, que un cielo azabache plagado de luces plata es mejor que un tesoro, que los parecidos en hierba recién cortada y húmeda por los ríos resultan tierra firme al perdido, que quienes revelan plástico en su interior están vacíos, que los que rezuman lavanda deberían dejar de llorar para cambiar a matices más cálidos, que los que iluminan descubren nuevos senderos plagados de esperanza.

Te leeré como a un cuadro, como a una esencia en el aire, como el mejor cuarteto de cuerda que jamás hayas podido imaginar. Y por todo ello querré beberte, comerte, sentirte, olerte, imaginarte, observarte, cantarte y confesarte que, aun cuando te veas mundano... eres, probablemente, una auténtica obra de arte única a la que cazaría, quemaría, curaría, rasgaría, crucificaría y amaría hasta encerrarte en la jaula más compleja de todas: mi cabeza.

Así que, dime, ¿me autorizarías verte? ¿Me permitirías admirarte? ¿Me dejarías sentirte? ¿Me harías el gran honor de convertirte en obra de arte?

jueves, 12 de noviembre de 2015

Me arrastró el azul


Tres anocheceres han bastado para ser consciente de que, al distinguir mi reflejo entre lo volátil de mi cabeza, un resplandor rojizo ha crepitado sobre mi hombro. Me ha envuelto en su abrazo y me ha cantado contra el oído.
Me habló de sueños rotos, de buenas nuevas que dolían, de viejas costumbres que se rompían, de aquella vieja cuna en la que moría, de aquellos ojos vacíos que el espejo me devolvía, de la adicción plata a la que rezaba.

Un aleteo ensordecedor me mordisqueaba los nervios.

Era una sirena, mi vieja sirena. Me cantó sonatas rotas, lágrimas sucias, gritos callados bajo cuchillas oxidadas. Me dejé hacer en lo hondo de su mirar oscuro, dejarme caer un poco en las vejadas tradiciones que decidí perder. En las que se fueron, a las que no toleraré volver, a las que descansaron en lo más bajo de un olvidado pozo. Recuerdos de lluvias tristes.

Un sudor frío me congeló.

De una bofetada la aparté de mí y la callé con un beso que supo a olvido, a uno manido. En su lugar deseé aferrarme al murmullo seco de la arena, al abrazo de la espuma que veneraban mis pies, al aturdimiento del coral y a la tela de araña que el sol hilaba flanqueando el agua.

El corazón calló.

No nadé. Me arrastré al precipicio azul. Al silencio, al arrullo que burbujea, a las sombras que mecen pintando una mente opaca
No sé si quiero buscarme, tampoco si quiero encontrarme. Aquí abajo hay tanto silencio, tanta calma. Un vacío turquesa que no quiero perder. Aquí las lluvias no son tristes; rebotan contra ti y te cantan lo mejor que tienen. Aquí es posible fluir, todo pasa. Todo es suavidad, caricia, una pluma encadenada al cuerpo.

Al otro lado, mi sirena me observa sin saber si quiere cazarme, olvidarme o devorarme. Quizá las tres. Quizá ninguna. Tampoco quiero verla, sentirla, combatirla.

Creo, me temo, que de nuevo me olvidé en el mar.

miércoles, 11 de noviembre de 2015

Algo así como mi otoño


Fuiste como el otoño. Mi otoño. Ningún otro. Mío y ningún otro. Hoja que cae en belleza rojiza, cobriza anaranjada, infinita y absoluta hermosura que se avecinará al vacío. Belleza que se deja morir.

Eres fino humo, eres llorosa felicidad, eres melancolía que canta "lo que nunca pudo ni podrá ser".


Eso fuiste. Algo así. Algo así como mi otoño.

domingo, 1 de noviembre de 2015

Mi pájaro cantor

¿Qué se siente al ir a terapia?, me preguntaron. Recordé.

Me senté en aquella impoluta y cómoda silla de Ikea hace tres años. En aquel asiento lloré, grité, tropecé, me hundí, me levanté, reí, callé, respondí, mentí, me herí, me curé a ratos y, no menos importante, me descubrí, me acepté y me sané.
Todavía hoy lo sigo haciendo.

Mi terapeuta es una mujer de tamaño medio, emplumado cabello rubio de destellos rojos y ojos grandes y hondos. Sonríe siempre, sus perlas acompañan incluso sus suspiros cansados. Pisa con fuerza, pasa dejando huella. Cuando pienso en ella, me viene a la cabeza un pájaro de plumas cobrizas que canta.
Canta mucho.
-Te lo advierto: estoy aquí para romperte la cabeza y todo en lo que crees.
En estos tres años me ha cantado mis peores verdades sonriendo y entonando mis mejores virtudes riendo. Me ha señalado los demonios y se ha reído de ellos al esclarecer que no son ciertos, ni poderosos, ni siquiera malvados. Me ha obligado a cogerles de la mano y caminar con ellos, abrazarlos y hacerlos propios sin sentirme morir.
-Buena chica.
Ha sido mi guía. Ha sido mi espejo. Ha sido mi refugio. Sé que la relación de profesionalidad, probablemente, haya sido violada hace tiempo y que ha habido cruces más allá de terapeuta y paciente en nuestras charlas pero eso sólo ha servido para hacerme ver más de cerca su humanidad y la capacidad para romper mi enturbiada realidad.
-Si fuera maestra, creo que serías mi mejor alumna.


No sé si lo sabe pero fue ella, sólo ella, ese pájaro cantor, quien me salvó la vida. Y la adoro, la quiero por ello.