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martes, 12 de octubre de 2010

Un cadáver cobarde entre muertos

La sociedad es como un cementerio: Gris, real, pesada, deprimente.
La masa sin color con rostros incorpóreos, difusos por los años de dureza y verdad, siguen andando sin rumbo fijo, a veces corriendo y otras andando, algunas arrastrándose como pueden para sobrevivir a la moral escrita y establecida.
Cada uno es un cuerpo de putrefacción distinto, luchando contra una política social arraigada a las creencias. Creencias con cruz, creencias con manos levantadas, creencias de Buda, creencias de estrellas de David; creencias que rigen, limitan y dirigen. Cada una con un rasgo distinto pero con la misma faceta: el rebaño, la manada, la masa uniforme.
Todos son la misma masa gris irregular, extraña, lejana, distante. Están fríos al tacto. Por dentro albergan calidez, un cálido abrazo difícil de encontrar a no ser que presiones la cáscara, la piel muerto, las cicatrices de los años y el polvo acumulado.
Un cadáver siempre volverá a ser un cadáver por mucho que alguien vuelva a insuflarle un soplo de vida.

Pero a veces aparecerá un cadáver que correrá, saltará, mirará atrás y temblará. No hará frente a la masa gris. Sólo correrá, sólo correrá. Mirará atrás y será, en su opinión, demasiado doloroso volver la vista atrás.
No seguirá la norma establecida pero tampoco la querrá cambiar, al contrario de los pensadores liberales, que se dejarán llevar por la subjetividad y que esquivarán grácilmente los extremos políticos. Ellos cambiarán el mundo, volverán la hoja del revés aunque sigan muertos como lo fueron al nacer: Cadáveres con vida.

Siempre habrá una excepción indefinida, un individuo sin clasificar con un lugar indeciso en el que actuar, pensar o vivir. Él será el más muerto, el difunto que camina, piensa, come, bebe, duerme pero que es incapaz de sentir más allá del miedo, de la cobardía a enfrentarse al muerto común.

Y volverá a caerse, a descomponerse. Su sonrisa desaparecerá y el poco brillo de sus ojos se apagará poco a poco. No obstante, sus piernas, delgadas como siempre, cobrarán impulso para echar a correr. Huirán a un lugar lejano, fuera de los límites y los parajes de la integración social.
Huirá, se escapará, dejará la vida atrás... será un alma egoísta, sin virtud. Un cadáver indefinido, un cadáver sin clasificar, un cadáver sin decisión, un cadáver inexperto por propia voluntad. En un mundo donde los muertos viven a su manera, él siempre será...
... un cadáver que juega a estar vivo sin estarlo.

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