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lunes, 11 de octubre de 2010

Tomando un café


Eran dos chicas tomando un café en una mesa para dos. Se sentaron fuera, a la terraza, donde hacía sol y se disfrutaba del tiempo a pesar de que corría una brisa demasiado fresca.

La más alta de las dos, la morena, le dio un sorbo al café expresamente "muy cargado". La chica de su derecha, en cambio, pidió un café con leche y con mucha espuma.

Le apetecía, además, algo dulce.


-¿Qué crees que piensa?- preguntó la pelirroja mirando fijamente a la morena.

-No lo sé Cath. Conociéndola, seguramente intentará quitarle importancia...

Lea dejó su taza medio vacía ya encima de la mesa de madera. Cath sonrió de forma traviesa y cruzó las piernas.

-... pero no lo conseguirá. Le gusta preguntarse el por qué de las cosas... como a ti.

Lea la miró con ojos inquisitivos.

-Si eres más simple que un perro no es mi culpa.

Cath aleteó sus manos al aire quitándole importancia al asunto. Lea la miró aburrida. Suspiró y miró a lo lejos, sin observar nada en realidad. La gente eran manchas indefinidas. Su compañera no se quedó en silencio.

-La verdad es que la actitud de él me sorprendió.

-Creo que en tu caso hizo algo más que sorprenderte- repuso Lea, sin mirarla todavía.

Cath se río.

-No estamos aquí para hablar de mis gustos. No te pongas evasiva conmigo.

Con un destello de ira en la mirada, Lea se volvió para analizarla como otras tantas veces. Sin embargo, como siempre, siguió viendo lo mismo: a una perversa lunática.

Cath la ignoró, como siempre.

-¿Esperabas que la tocara de esa forma? Expresaba confianza.

-No, tanto ella como yo no esperábamos nada de eso. Él parece calcularlo todo siempre- opinó Lea.

-Creo que ni siquiera lo pensó. Fue un actoreflejo- tomó la taza entre sus manos, la hizo girar dos veces y le pegó un sorbo.

-De todas formas, ya da igual si lo fuera o no. Ya no queda nada, en realidad.

-Yo no diría tanto- Cath dejó la taza lejos de ella, ya vacía-. ¿Viste cómo sonreía e intentaba ser... amistosa, cercana?

-Pero no buscaba el acercamiento que siempre quieres tú- soltó Lea, con cinismo y la sonrisa tintada de malicia.

-Evidentemente- contestó la otra-. Sólo digo que parecía alegre, feliz. Al menos satisfecha.

Lea suspiró. Apoyó su cabeza en la mano con gesto cansado.

-Pero al salir de esa casa se preguntaba si volvería a sentir algo. Se cabreó mucho consigo misma... y también un poco con él, por haberse comportado de una forma tan distinta a la de siempre.

Cath sonrió de forma dulce, lo que le provocó extrañeza e inquietud a Lea. Jamás sonreía de una forma tan humana. Puede que en el fondo sí que le tuviera cierto aprecio a su creadora, al fin y al cabo... O puede que ella misma se engañara, como siempre hacía.

-Eso sólo fue un momento porque, más tarde, se dio cuenta de que si estaba tan a gusto en aquel ambiente no fue por un encaprichamiento- juzgó Cath-. Fue algo mucho más puro y corriente que eso... Fue mucho más humano pero no sé exactamente cómo llamarlo.

-¿Amistad?- inquirió Lea, quien se acabó su café en un segundo.

-Yo más bien le llamaría despedida. Creo que ella también piensa que fue un final perfecto para todo eso. Un final medianamente feliz.

-Ella sabe que no volverá a verle. Está segura de ello.

-No lo descartaría pero muy posiblemente será así. Ya no lo imagina en su futuro.

-Igual que este año, como con lo de A.- recordó Lea para sí misma.

-Sí, lo tiene superado. Ha costado pero ya lo tiene.

Ahora fue Lea quien mostró un brillo de travesura en su mirada.

-Pero ahora se le echan otros problemas. La mierda no se acaba aquí.

Cath la miró con superioridad.

-Eso es culpa tuya, que lo sepas- la señaló

Lea se encogió de hombros pero no pudo evitar pensarlo durante un minuto o dos. Cath la observaba expectante. En un momento, Lea pareció derrotada. Con los hombros caídos se llevó las manos a la cabeza. Parecía culparse de algo. Cath, por otra parte, borró la sonrisa de su rostro.

De las tres, Cath y Lea sabían que su creadora estaba a un nivel distinto al suyo. Seguía con aquella obsesión suya de cerrarse a cal y canto.

-¿Crees que lo superará?- preguntó Lea, con un tinte triste en su voz.

-Eso es cosa suya. Depende de si ella quiere romper el ciclo.

-No va a ser fácil... Ya son cuatro años- dictaminó Lea.

-Lo sé. Supongo que- volvió a sonreír con sorna- hasta que no aparezca alguien tan testarudo como ella la cosa no cambiará.

-Sé de buena mano lo que ella siente. Yo también he pasado por eso porque... se está tan bien- Lea cerró los ojos, recordando viejas épocas donde sólo había sombras.

Cath abrió los ojos, frunció el ceño y le propinó un golpe seco en la cabeza.

-¡Eh! ¿Qué mierda te pasa?- exigió de mal humor Lea, que calibraba la posibilidad de tirarle las dos tazas de café a la cara. Luego se rindió y lo dejó estar porque sabía que, si lo hacía, a Cath le gustaría y atacaría. Únicamente la provocaría.


Arg, maldita psicópata


-Como vuelvas a las andadas te juro que yo misma te desfiguraré la cara. Después te arrojaré por un puente.

Lea puso los ojos en blanco a pesar de que su compañera era perfectamente capaz de cumplir su amenaza.

-No haré nada, pedazo de estúpida.

Cath la ignoró de nuevo, pero pareció satisfecha. Continuó:

-Bueno, démosle tiempo a ver cómo le va.

Lea asintió. Cath alzó la taza vacía de café y la puso a la altura de sus ojos.

-Por el final de estos seis años.

Lea la vió como una completa loca.

-La taza está vacía- repuso.

Cath no dijo nada. Se dedicó a mirarla profundamente con su sonrisa de superioridad pintada en el rostro, intimidándola poco a poco. Lea hizo rechinar los dientes.

Finalmente alzó su taza y brindó con Cath.

-Por el final de estos seis años.

Al golpe de las tazas, surgió una brecha en la porcelana de ambas.

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