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viernes, 29 de octubre de 2010

A la niña de la infancia


En unas horas de trayecto me encontré rodeada de cadáveres con trajes extravagantes, moviéndose, riéndose, cantando, charlando. Era una humanidad aparentemente sana con un toque de locura. En cada uno de ellos encontré una imagen de mí misma mucho más joven, inocente, tal vez feliz.

Se trataba de una niña bajita, de pelo corto y castaño oscuro, completamente liso. Sus ojos avellana miraban curiosos a su alrededor, avariciosos por conservarlo todo en su interior. Llevaba vestidos que su abuela le compraba para hacerle parecer una muñeca. Y sonreía, no paraba de hacerlo.

Por un momento, por unas horas, ese reflejo no pareció lejano. Aquélla niña de infancia pareció no haber muerto.


Esa niña pequeña e inocente, sonriente y dulce, hace años fue asesinada a propósito... y sin quererlo. Recibió dos puñaladas certeras. La primera la dejó convaleciente, sangrando... con una pizca de vida todavía. Pero sufría.

Así que, decidida, agarré el cuchillo más cercano y la apuñalé a conciencia para acabar con ella y su inocencia.

Murió...

...o eso pensaba.


Porque hoy la he vuelto a ver, a sentirla. Parecía estar mucho más viva que nunca. Era como si él me la hubiera devuelto de pronto, atendiendo mi llamada más desesperada en silencio.

Y esa niña me miraba con cariño, con ojos bondadosos, como si jamás hubiera acabado con ella a propósito. Supe que, en el fondo, siempre había estado ahí, observándome. La ahogué en un mundo repleto de óxido y hierro, vacío y sangre, lágrimas y niebla... Un lugar demasiado oscuro para alguien tan pequeño.


Ella conlleva amor, felicidad, solidaridad... Me ha hecho volver a sentir algo. Me ha ayudado a sentir de nuevo esa empatía hacia alguien y sentirme útil, necesaria. Despertó de su letargo y, asustada, vio como otro ser experimentaba mis miedos. Y quiso disiparlos para que nadie más volviera a experimentar lo que yo sentía. Se convirtió en un farolillo; una luz a la que seguir en caso de pérdida.

Lea se quebró, Cath se rompió... pero ella... Ella siguió allí. Es la fuerte, la que se volverá a recomponer con más fuerza tras romperse millones de veces y seguirá sonriendo. Ésta vez, con más sinceridad.


...



Perdóname pequeña.

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