Hace una semana me planteé escribir el típico cuento para niños; pensé que sería fácil. Y no, no lo es. Me resulta más sencilla una novela y no un cuento pequeño. Al final va a quedarse en lo primero, seguro.
Al principio de empezar a escribir he caído en la cuenta de que algunas de las ideas que me pasaban por la cabeza no eran "moralmente correctas" o, simplemente, eran muy inquietantes para un público tan... inocente.
Mi idea inicial era empezar con algo fácil, un relato típicamente infantil de toda la vida pero con algo de intriga. A Cath, sin embargo, le gusta la idea de lo escabroso y, aunque parezca mentira, no puedo evitar seguirle la corriente a esta psicópata.
Una campesina, un castillo encantado, un bosque misterioso, un monstruo malvado, un chico solitario y algún que otro muerto...
Esta idea surgió a partir de una tarde releyendo a Bécquer y evocando recuerdos de la infancia, que a pesar de sonarme inverosímil, también tuvieron sus partes buenas.
Ya no llevo más de tres páginas que ya he incluido las palabras muertes, cortar y sangre. Está claro que escribir para un público infantil no es lo mío.
Ahora mismo lucho por encontrar un título mientras evoco en mi memoria el recuerdo de unos ojos azules que me han captado hoy.
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