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viernes, 8 de octubre de 2010

Puerta cerrada: Prohibido el paso


Se trata de una puerta de madera que, en múltiples ocasiones, pasa a ser de metal, de óxido, de plástico, de cristal grueso, fino; de papel, de plomo, de niebla... No tiene un cuerpo definido.

Pero siempre está cerrada. Hay que empujarla para que se mueva, para que chirríe, para que cruja poco a poco hasta que caiga abajo o bien deje abrirse unos pocos centímetros para ver qué hay al otro lado.

La cerradura ya no funciona. Hace tiempo muchas personas la forzaron y, la última que lo hizo, ya no existe. Por eso, el cerrojo se ha reparado definitivamente y ya nadie se molesta en buscar la llave o usar una vieja, porque no funciona. La cerradura está oxidada a causa del olvido. Ya nadie piensa en ella.

Por último, en la puerta cuelga un cartel que dicta:


PROHIBIDO EL PASO


...


Vale, ella tiene razón. Lo admito.

Jamás un diagnóstico había sido tan acertado conmigo. No obstante, si fuera por mí, mi conducta seguiría así hasta el fin de mis días. Aquí, en mi opinión, la voluntad no tiene cabida.


Hay quien no dice la verdad por miedo a que se cumpla una amenaza de integridad física, hay quien tiene miedo de denunciar por la posible paliza, hay quien no actuará por miedo a los chantajes... Ellos, al menos, tienen factores externos que se lo impiden.


Pero en mi caso es distinto. Si llevas cuatro años cerrando puertas e impidiendo que la poca masa interesada del exterior no entre, ¿cómo voy a cambiar eso ahora?


Sólo con imaginar que penetren dentro ya me entra el pánico. Por algo cerré la puerta a cal y canto y tiré la llave lejos, muy lejos, extinguiéndose en los pozos de mis tinieblas.

1 comentario:

  1. Te sugiero que si abres la puerta sea con un palo en la mano. Aquel que se decida a entrar lo hará despacio y, con el tiempo puedes ir reduciendo el tamaño del palo.

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