Como la serpiente que se esconde mientras se desliza por la corteza de un árbol, como el avestruz que coloca su cabeza bajo tierra, como el cisne que se oculta tras una de sus alas o como el pavo real que despliega sus plumas para atraer a la pareja sin que éste vea el resto de su cuerpo. Todos se esconden bien.
Tú no. No pretendas ser un camaleón frente a mí.
¿Qué es lo que piensas?
Hace ya algún tiempo que pedí a alguien, a la nada si lo prefieres; que me abandonaras, me olvidaras, me hicieras desaparecer de tu vista y tu terreno. Dijiste que sí. El tiempo manifestó lo contrario. Fuiste un pretencioso y egoísta...
... y lo sigues siendo.
Pienso que tú y yo nos parecemos...
Me mirabas, me observabas a escondidas para no decirme nada y, luego, tras la protección que ofrece una diminuta pantalla, la blancura de un mensaje o un atrevido balbuceo, quisiste acercarte a mí. Era un baile sin control, sin reglas, en el que no sabías cómo dar el siguiente paso y en cambio yo sí. Si yo escapaba y huía de ti, eras tú el que corría tras de mí. Odié tu duda.
...
Tu cobardía.
No nos vemos nunca últimamente.
Y ahora, cuando ya todo ha pasado, cuando todo se ha borrado y desecho en mi interior hasta no dejar más que recuerdos y motas de polvo, eres tú el que quiere escapar. ¡Cómo si ahora pudiese quedar algo!
Pensé que, al menos, se podría conservar una sana amistad. Sin embargo, ha quedado claro que no eres capaz de asimilar ningún tipo de contacto cuando se trata de mí.
Sí, no, sí, no... ¿Acaso te supongo demasiado?
Hay algo que quiero enseñarte... Creo que te gustará.
Una brújula sabría orientarse mejor que tú mismo. Ante tu poca fuerza todo se fue desmoronando poco a poco como los castillos de arena, como el Sol cuando se avecina la lluvia.
¿Qué piensas de mí? ¿Crees que me equivoco?
Eres igual que - por muy tópico que suene -, el perro del hortelano. Si mis ojos no te respondían, si era mi espalda la que se giraba, si era yo la que se distanciaba... eras tú el que volvía corriendo a mantenerme cerca de nuevo, siempre a tu manera. Si los papeles se intercambiaban yo podía vivir sin ti.
Si yo decía nunca más, eras tú el que decía no.
No dudo de ti.
Ni conmigo ni sin mí ¿eh?
Y ahora, por fin sola y serena, me río en silencio. Lo dejo todo de lado: Tú, yo, nuestras charlas, lo que me confiabas, lo qué evitabas, tu reserva, mis teorías. Todo ha pasado a ser ceniza: bonitos y malos recuerdos que no volverán a formar parte de nada.
Yo acabé ganando la partida y tú perdiéndola, así que ahora, cuando me veas, no huyas como si no fuera nada porque sabes que es todo lo contrario.
Te lo dije una vez: quiero hacerte ver que no eres perfecto. Y, como suponía, lo demostré. Tuve razón y lo más importante es que llegué a verlo a tiempo antes que nadie.
Me lo debía a mí misma.
Sólo me queda decir con énfasis (y alegría):
Game Over
Montjuïc, hi ha un jardí que crec que només obre pels matins amb llargs passadissos (o com es digui) d'arbres, i zones força maques.
ResponderEliminarAdoro ese texto, aunque evidentemente no sepa la história que hay detrás, me encanta.