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martes, 5 de octubre de 2010

Mi máscara y sus memorias: Prólogo (volumen I)

Los peores monstruos no existen sólo en las obras de ficción o entre las páginas de un cuento para niños. Para ser un monstruo no es necesario tener tres ojos, escupir fuego y brazos corroídos. Es más simple que todo eso.

Con tal de descubrir a las peores bestias que te atormentan sólo hace falta que revivas tus peores pesadillas y dedicarte a ellas en cuerpo y alma, para descubrir que, tu vida misma, puede ser un excelente cuento de terror con el que asustarte. Tu vida sí está repleta de monstruos y puede ser terrorífica sin que haya asesinos en serie o un acosador en la vuelta de la esquina. Hay peores monstruos que esos y con peores acciones.


¿Quieres ver a los monstruos? O, mejor, ¿quieres ver a tu propio monstruo? Seguro que lo ves cada día al levantarte y también al acostarte. Está delante de ti, lo ves, te recreas en él, pero ni te das cuenta de su presencia. Irónicamente, no puedes verlo porque siempre está camuflado. Tú mismo escondes a la bestia que llevas dentro, tras una máscara de fortaleza y alegría.

Y ése ser, está tan ligado a ti, que puede salvarte o destruirte, según como actúes. Tus propios deseos monopolizan los designios del monstruo. Y a pesar de que quieras huir de él, o enfrentarte, no podrás. Porque tu propio monstruo también forma parte de ti, no puedes separarte de él.
Mira, está ahí, ahí… ¿No lo ves? Sí, hombre, en el reflejo del espejo… ¿Lo ves ahora?


Tú eres tu propio monstruo.

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