Siempre hay dos extremos: la inseguridad y la confianza plena en uno mismo.
Se puede ser de naturaleza débil y sentirse poca cosa contra el mundo, pero siempre sabes que no es más que una ilusión de tu mente porque en el fondo sabes que tú vales. La lenguas dicen que se debe pensar en positivo y no dejarse llevar por las críticas.
No obstante, eso nunca es fácil si tenemos en cuenta que existe una clase de persona que, creyendo que está a tu mismo nivel y que aún así huye de ti, te hace dudar y sentirte mal. Tal vez, puede que intentes buscar algún tipo de conexión con ése sujeto al sentirte identificada con él en aspectos que creías únicos y perdidos, distantes y lejanos.
Un tiempo prolongado intentando estrechar lazos te hace ver que, a pesar de intentar un acercamiento que crees que puede satisfacerte y hacerte sentir plena, esa extraña relación no funciona. Y ése hecho te hace ver la realidad: la cobardía, además del miedo, está agudizada en esa naturaleza reprimida.
Y te rompes.
...
Pero vuelves a renacer.
Te has equivocado, lo has idealizado y sientes en tu interior que quien tiene razón eres tú. La que lleva la palabra, la razón, la verdad en su estado más puro.
De repente caes en que vales más y que no tenías razón al infravalorarte tanto y que el interés en esa persona ya no vale mucho. Sólo queda un compañerismo amistoso que creíste que podría llegar a más, a hacerte sentir especial.
Finalmente, los papeles se han invertido y ahora eres tú la que tiene las riendas de la situación, la otra persona es la que te sigue desde la espalda, nunca de frente, dispuesto a enfrentarse a la situación como alguien de verdad.
Jamás te permitirás valer mucho menos frente a ese solitario, porque es él quien se ha dado cuenta de quién vale y quién no, ya que es él quien se acerca y se interesa primero.
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