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viernes, 21 de enero de 2011

A través de la cerradura de la puerta...


Después de meses y meses medianamente estabilizada en el caos, resbalé y, sin poder evitarlo; eché una vistazo hacia atrás.

Un peccata minuta comparado con... una sensación de vacío.

Allí, a mis espaldas, a veces olvidada y a veces persiguiéndome como mi propia sombra, se encuentra esa puerta de madera vieja, con el cerrojo estropeado, oxidado y ya olvidado. Ahí, a mis ojos, se encontraba el pasado, tan putrefacto como lo fue en su momento.


Fuiste una parte de mi vida y, la verdad, desde que apareciste me caíste bien. Eras una buena chica. Reías, sonreías, jamás tenías una mala palabra en la boca y, sintiéndolo mucho; a veces quería acapararte para mí.

Como el capricho que invade a un niño pequeño, tan infantil e ingenuo que parece demasiado increíble.

Me hacía feliz que tú fueras lo que él necesitaba. Ignorante, todavía no sabía nada. No había levantado la alfombra y había descubierto toda la oscuridad que debajo rebosaba. Era tal la oscuridad que, al verla más tarde de repente, pensé que acabaría por quedarme ciega.


No fue hasta un año más tarde que me di cuenta de verdad que, en el fondo, tú siempre fuiste la que pudiste pasar un infierno en más de una ocasión. Por amor lo aguantaste todo, por eso mismo me quito el sombrero y me inclino ante ti. Fuiste una luz en nuestro mundo y en su vida, en todo lo que ésta pudo durar para él.

El momento en el que la ventana se abrió esa noche ha quedado muy lejos pero, de un modo u otro, el tiempo ha pasado y nos ha curado a todos.
...

Entonces porque...

¿Saber de ti después de cinco años duele tanto?


He tropezado sobre mis propios pies, he girado la vista y he vislumbrado la puerta todavía ahí, cerrada y presente. Al principio me quedé quieta e inmóvil en el mismo suelo, incapaz de decidir nada.

Como si fuera por el mecanismo de un reloj, los pies me llevaron automáticamente a esa puerta, donde frente a ella me agaché para observar a través de la cerradura. Con ojos cansados descubrí imágenes confusas de antaño, trozos fragmentados de un pasado crudo y desgastado que, de alguna forma, simbolizaba mi propio monstruo.


Lea observaba la puerta como si lo hubiera hecho toda la vida. Cath, por el contrario, miraba hacia adelante, cepillándose el pelo en aquél espacio vacío y demencial sin sentido; esperando un futuro más brillante por mi parte.

...

Todavía lo recuerdo: tú te has detenido... pero yo sigo adelante.

Una Lea mortificada me lo susurró al oído cada noche durante cinco años, robándome mis propios labios y extirpando mi propia voz.


Dime, ¿en qué hemos quedado ahora?


Tú te has detenido en el limbo, en algún lugar perdido, cerca del cielo y lejos del infierno espero. Yo avanzo estancada entre ambos mundos, después de haber alcanzado el cielo y haber optado por el averno.


Poco a poco, puede que hoy mismo, me retire de la puerta... Me aleje, despida mis pies, mis ojos y, con voz segura, me aleje de ahí. Me despediré del mismo sitio dónde nunca debí estar...

... observando por la cerradura de esa puerta.


3 comentarios:

  1. Se puede avanzar estando estancado entre dos sensaciones tan sumamente opuestas, siendo una tan dolorosa y la otra tan gratificante? Confio en que sí, por que si no, cuántas veces la oscuridad del pasado nos habría engullido ya?

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  2. Las puertas del pasado siempre estarán ahi para recordarnos de donde venimos, la clave está en ir abriendo otras... por suerte según que cerraduras, debido al óxido acumulado, nunca volverán abrirse

    recuerda cuando una puerta se cierra otra se abre...

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  3. Préndele fuego al pasado, a las puertas, a todo.
    (creo que no soy una buena consejera...)

    xoxo

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