En medio de esta gran ciudad
echo un vistazo atrás.
Con melancolía tomo una decisión:
observar por el resquicio de esa puerta.echo un vistazo atrás.
Con melancolía tomo una decisión:
Camino entre los muros de piedra
que recorren mi cuerpo y mi alma.
Contemplo la expansión de la escarcha:
su escudo y su telón, en mi cara.
Recuerdo nuestros viajes en moto.
Ese vechículo que nos hacía volar,
mientras yo me apoyaba en tu espalda
y disfrutaba de ese olor especial.
Añoro esas sonrisas finas
escondidas en tus mejillas,
ese sonrojo encaprichado
en tu piel más blanquecina.
Me gustaba tu aroma a café,
esas mañanas con tu compañía.
Esas manchas en el uniforme
y el orgullo de mostrarlas.
Me acuerdo de tu singular caligrafía,
similar a la de un niño que confía.
Palabras pequeñas, letras torcidas,
mensaje con cabida.
Dormidos en el comedor a la espera:
para que Morfeo me meciera antes que a ti.
Y devolverte a mi vida...
con cada luz de un nuevo día.
Sueño con esas pequeñas disputas
en las que logro herirte con pena,
así como los sermones dados
y las disculpas bien recibidas.
Contemplo la luz de tus ojos,
el azabache de tu pelo corto
y ese amor tan transpirable
que entelaba tus lentes al mirarme.
Rememoro tu voz dulce,
la serenidad que me producía
y que con ansiedad engullía.
Cariñosamente, saboreabas mi nombre.
Esperabas mi presencia,
confiabas en mi victoria
y alababas mi memoria.
Respetabas mi esencia.
Me cogías de la mano
con tal de no perderme.
Aún hoy me pregunto
quién la soltó primero.
Fuiste un ángel en esta vida.
No elegiste billete de vuelta:
únicamente de ida.
¿Cómo sentir la ira?
Se es incapaz de odiar al cielo
si te lo han traído cada día,
si cada instante contigo
fue elegir el buen camino.
Y en un instante de primavera
me desperté como cualquier día.
Pero no encontré tu aroma a café,
ni vislumbré tu moto en la esquina.
Sólo encontré el vacío de tu cama,
el abrir de tu ventana
y el viento en mi cara
con mi pecho en la nada.
Pienso en tu despedida,
la compañía del tiempo,
el perdón que logra el cariño,
mi vieja vida ya desprendida.
Alguien a mi lado grita,
una mujer más adelante ríe,
un coche exige paso,
siento el bullicio de los bares.
Con el cielo encapotado
las nubes me cubren el rostro.
Con la amenaza de lluvia
intuyo que alguien llora.
El mundo sigue girando sin ti
y lo seguirá haciendo sin mí.
Una vida más o menos,
una luz más oscura o más clara.
Despierto de mi ensoñación,
observo las motos cruzar el asfalto.
Aspiro el rastro a gasolina y a lluvia,
un tambor me golpea el pecho con ardor.
Los pies me exigen libertad,
la cabeza se me embota,
los labios otorgan silencio
y todo se detiene.
Y echo a correr:
sin tu café,
sin tu moto,
sin tu sueño,
sin tu aroma,
sin tu sonrojo,
sin tu bienvenida,
sin tu tímida sonrisa...
... sin tu vida en la mía.
¿Es tuyo? Creo que me acabo de enamorar de tu blog.
ResponderEliminarSí, es mío. Gracias por el halago, pásate siempre que quieras.
ResponderEliminarSaludos.
No se si hace mucho o poco que no te dejo algún comentario. --Últimamente dedico poco tiempo a muchas cosas.-- Pero este poema, tan distinto a lo que me tienes acostumbrado, sin lobos feroces ni malvados, me ha obligado a detenerme. Gracias por echarme el freno.
ResponderEliminarP.D. Ya sabes que hay que tener cuidado con la escarcha cuando se expande. Si te alcanza te puede dejar fría.
es obvio el exito de este tipo de poemas,los mentados "poemas de amor"..ah los enamorados, esos locos cursis e idiotizados que solo alaban lo cordial y lo "bonito" ay ! de los que se creen luminosos!!! y no es que tu poema sea malo por eso,es muy bueno pero si llama la atencion que a la muchedumbre le encanta lo dulce y facilon (no es tu caso)...me quedo con tus "lobos feroces y tus malvados" poesia mas entrañable y menos populacha.
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