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sábado, 16 de julio de 2011

Como un espejo, como un cristal




Desde hace más de un mes no paro de escuchar una canción... Una canción extraña. Es una melodía de lo más variada: a veces alegre, después triste, otras nostálgica, más tarde tranquila y serena...

... pero no desaparece.

Retumba en mis oídos y en mi cabeza, con y sin voz, susurrándome como la peor de las confesiones que mi corazón se está rompiendo. Que, como el cristal, ha sufrido unas diminutas grietas. Si éstas no desaparecen, si no logro detenerlas, acabarán por partir el espejo que cubre mi pecho.

Es el espejo donde una joven alta, de aspecto joven, se observa detenidamente y el reflejo, trucado, le devuelve la imagen de una muchacha fuerte y segura... de ojos de hielo y sonrisa permanente. No obstante, ahora, a causa de esas pequeñas roturas, el cristal muestra a una chica un poco más real: sin sonrisa, con luz en los ojos, con las emociones reprimidas y aguardando su propia herida.

El alma sigue intacta, ciertamente, pero es el corazón lo que, en realidad; no para de romperse: al igual que la fina capa de cristal que lo rodeaba hacía no mucho.

Y como una muñeca, como una dulce flor, el cristal exclama paz, una pausa, una cura... Sólo un poco de misericordia porque, el espejo, quebrado; no deja de escuchar los chillidos y lamentos del corazón: ¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué?

Sólo cuando el corazón, la calidez que emana vida en este cuerpo, vislumbre con sus propios ojos esa puñalada, escuche con sus oídos esa traición total y pura, saboree la bilis que bañará su paladar y palpe con sus manos la herida... sólo entonces, una chispa bastará para romper en miles de pedazos ese cristal.

Cuando explote, el espejo no poseerá su anterior reflejo; sino que dejará al descubierto al monstruo: ese monstruo alto, moreno, de ojos castaños y piel blanca que forma una silueta femenina. El mismo que asomará sus garras por debajo de la puerta, que mostrará cuán frío puede ser el ser humano y cuánto de intensa y cruel puede ser la indiferencia... además de cómo de afiladas y oxidadas pueden resultar las palabras.

1 comentario:

  1. muy bien,me encanta...has lido el ensayo "el duende" de Federico Gracia Lorca,supongo que si por como entiendes la poesia,sino leelo,te gustara.

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