Levantarte muerta de sueño, tener la intención de volver a la cama, levantarte y recordar un sólo día y una única cara, sonreír por dentro, bostezar por fuera, vestirte sin ganas, salir de casa, volver por despiste, entrar en el metro, observar a la gente, pensar en el móvil, escuchar música, subir el volumen de ésta, contener las ganas de abofetear a quien te mira fijamente y son descaro, oler el cuero del abrigo, respirar hondo al salir del vagón, asquearte ante la humanidad que te rodea, volver a pensar en un único rostro, recordar unos besos que saben a sangre, caminar de nuevo hacia al tren, luchar por entrar primera en el vagón, gente que reclama indicaciones, pocas personas que den las gracias, miradas vacías, sentarse en los pocos sitios libres, mirar con aburrimiento el panel de luces, bajar el volumen del Ipod, escuchar las voces que susurran en tu oído y que nadie más conoce, cerrar los ojos soñando despierta, soportar la somnolencia, pensar en las clases, odiar el trabajo, necesitar tiempo libre, despertar al ver que entra un indigente en tu mismo vagón, soportar la charla de "querer comer", darte cuenta que su vestimenta le delata el timo, pensar mal, cerrar los ojos de nuevo, irritarte por no poder escuchar bien la canción, los lamentos te perforan los tímpanos, soportar de nuevo la somnolencia, maldecir la humanidad por décima vez por la mañana, palpar la misantropía en retroceso, chasquear la lengua cuando el indigente se va, suspirar un poco, mirar el panel de luces aburrida, entretenerte mirando por la ventana, enviarle una mirada asqueada a quién no deja de observarte con o sin sonrisa ladeada, amar ser antisocial, llegar al destino, caminar hasta la facultad, recordar que llevas cerillas todavía por usar en la cartera, querer sacar una, contenerte, concluir que es mejor hacerlo sentada, que un chico te pare con cualquier bobada, sonreír con hipocresía, querer largarte y quedarte sola un rato, interrumpir la canción y empezar otra, sentir repulsión cuando la gente te para y te pregunta, cuestionarte si posees un rostro amigable que invita a brindar indicaciones, plantearte maquillarte como si fueras de una secta satánica, decides que mejor no, entras en un edificio con calefacción, pasas el día, saludas a gente, charlas con los compañeros, sentir que pareces real, comprobar el móvil ochenta veces mínimo, controlar la apatía lo máximo posible, experimentar nervios sin saber de qué, recordar de nuevo su cara como si fuera lo más normal, sentir que pareces una desconocida, observar la caja de cerillas unos minutos mientras piensas, hacer un trabajo que en el fondo tiene poco futuro, añadir un poco de comedia a un grupo de trabajo, resaltar la sonrisa un poco más, desear que llueva el jueves por la mañana, ansiar el tiempo libre, querer que llegue la noche para hablar con sólo una persona, viajar de noche en el tren, pensar en planear mañana un asesinato, barajar la posibilidad de quemar a ese hombre con las cerillas que sobran, saber que no se podrá soportar sus estupideces, sentir asco de nuevo por la insistencia al contacto social y la ignorancia de las pocas neuronas de la gente, imaginar el rostro de un indeseable y experimentar cómo una voz en tu cabeza te confiesa cómo acabar con él, insultar con arte y ver que no se dan por aludidos, poner los ojos en blanco, querer volver a casa y estar sola, sorprenderte al darte cuenta que quieres quedar con esa única persona, tocar donde hubo mordiscos, sonreír sola, sentirte vulnerable, repasar pasadas emociones humanas...
... y saber que, seguramente, mañana se repetirá la misma rutina pero con un toque de... sangre y cinismo.
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