Hoy ha sido uno de esos días en los que, la vida, en ocasiones, es una enorme ironía.
Sólo hace falta decir algo en voz alta para que se cumpla.
-¿Quieres presentármelos?
-Ni siquiera lo había pensado. Pero... ¿por qué tienes miedo?
[...]
Una hora y media después... toda la familia aposentada allí, expectante, observando maquiavélicamente. Me recordó una de esas escenas de familia de la mafia, conspirando y sonriendo entre ellos sobre algún chiste privado.
-Hola... soy su padre.
¡Crash!
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