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viernes, 18 de noviembre de 2011

Marca de Caín: ira



Nadie sabe, en realidad, cómo de hondo, el odio puede llegar a pudrirte el corazón.
... Ya he vivido esta sensación antes.
Es ese momento en el que tú, sólo tú, puede ver esa esfera abierta en el corazón, como la huella que puede dejarte una bala al dispararla contra tu pecho. Yo la llamo la Marca de Caín. En ocasiones es especialmente pequeña, en otras más grande y a veces toma formas extrañas: esferas, cuadrados o, simplemente, círculos de bordes serrados.
Produce una sensación de oscuridad muy grande, muy profunda. En esos momentos me cuesta vislumbrar la luz al final de la senda, creer en esa esperanza que muchos dicen poder hallar mientras caminamos, pensar en... tal vez, una buena o positiva visión de futuro.
Es como ver que has adoptado una postura nihilista negativa de vida a la que te entregas con toda la fe que puedes albergar, te abrazas a ello ciegamente, con los brazos abiertos.
Es parecido a amar el odio, la ira, quererlos y aceptarlos; saber que corren por tus venas más espesos que la sangre.
No obstante, lo más horripilante de todo es que nadie, a excepción de muy poca gente, es consciente de cuánto puede destruirte o mutilarte. Es como aceptar que la mordedura de una serpiente y la ponzoña que ésta te regala forma parte de tu existencia.
Es aceptar el veneno y, más grave aún, su agonía. Es aceptar a Caín, es abrazar a Lilith, es aferrarte a la mano que te tiende el Diablo.

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