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jueves, 21 de abril de 2011

En un pedestal



Como el héroe que logra la victoria en sus batallas,
Como el enfermo que se repone y anda de nuevo sobre sus pies,
Como el soldado que defiende a su compañero frente al cañón de un arma,
Como el bebé que consigue respirar por primera vez al llegar al mundo.


Me tenías y me tienes al pie del cañón.

Me decías que si era hermosa,

que si era inteligente,

que si sabía lo que quería de la vida,

que si poseía carácter y fuerza.


Me sigues afirmando que soy excepcional,

tanto única como original.

Que si algo se quiebra, seré capaz de sanarlo;
que si yo me desvío, sabré volver el buen camino.

Me has alzado al puesto más especial en tu memoria,
a aquél en el que te entestas en mantenerme.
Me tienes en un pedestal del que no quieres bajarme,
del cual en ocasiones me hace dudar si merezco tenerlo.

Has hecho que me vea mucho más de lo que soy, mucho más arriba,
cuando yo en verdad deseo mantenerme a tu nivel,
para así poder observar atentamente el brillo de tus ojos a la misma altura;
porque únicamente ansío existir en tu mundo y no más allá.

Por eso te pido que no me tengas en un pedestal,

no merezco tal honor si tú no te lo concedes.

Aquí, quien más de las dos toca el cielo, siempre has sido tú.

El cielo, desafortunado él, perdió un ángel al dejarte aquí.


Y yo, ser indigno y egoísta, me he encaprichado de tal brillo y fuerza;

porque todo lo que has tocado o murmurado ha sido amor y nada más.

Has colocado a más ángeles a mi alrededor y por ello lloro,
vierto más lágrimas que nadie por tanta fortuna.

Al fin y al cabo, no es más rico el que más tiene,

sino el que menos necesita.

Y por ello yo soy quién poseo más fortuna que cualquiera,

porque nada más placer me ha otorgado esta vida...



... que tenerte a ti en ella.






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