En el primer ardor,
el espítiru se tornó salvaje y descontrolado.
En la primera helada,
la tierra ofendió con su último suspiro.
Volcanes, terremotos y caos
sacudieron cada brizna de hierba que brotó.
¿Dónde se encuentra la fuerza que impulsa a los hombres?
¿Dónde se haya esa voluntad que les empuja a seguir adelante?
¿Dónde reposa cada brote de aire que nuestros labios ofrecieron al mundo para continuar?
¿Y si no se encontraran con nosotros?
¿Y si acompañaran a los muertos?
¿Y si se descansaran por los cielos o
en los infiernos que pisamos con los pies?
¿Dónde quedan esos días de juventud eterna e inocencia?
¿Dónde se perdieron nuestras manos y nuestros abrazos?
¿Dónde se extraviaron los álbumes que conservaron nuestros recuerdos?
Si escucháramos al corazón sabríamos que seguimos vivos.
Si atendiéramos a su llamada ignoraríamos los consejos ajenos,
a las palabras vacías y cada puñalada que recibimos sin saberlo.
Con un paso o dos, llegaremos al final...
sin saber a cuál.
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