Vivo en una ciudad en la cual pierdo mis versos,
donde escapan de mi cabeza y se caen de mis bolsillos.
Vivo en una ciudad donde no puedo llorar,
porque mis lágrimas no serían reales.
Vivo en una ciudad donde me cansan sus gentes,
todas y cada una huecas como los muñecos.
Vivo en una ciudad donde el tiempo es lento,
tanto como la inteligencia y rápida lo es la ignorancia.
Vivo en una ciudad donde el alcohol prende,
como un libro o un buen consejo quema.
Vivo en una ciudad donde se camina solo,
sin que nadie pretenda darte la mano.
Vivo en una ciudad donde la fama cobra un alto precio,
mientras el talento no es reconocido.
Vivo en una ciudad donde un día llueve,
otro nieva y hace sol, mutante y cambiante.
Vivo en una ciudad marina donde los aromas del mar,
se entremezclan con las brisas de basura.
Vivo en una ciudad monótona que, a pesar mío,
no me ofrece nada nuevo ni estimulante.
Vivo en una ciudad que al no estar en ella,
sorprendentemente la echo en falta.
Vivo en una ciudad que me ha regalado recuerdos,
unos tan gratificantes y otros tan crueles.
Vivo en una ciudad donde me es imposible escapar
y en otras imposible de dejar.
Vivo en una ciudad que el exterior adora y yo,
en cambio, me entesto a ignorar un poco.
Vivo en una ciudad de la que no escapo, de la que no me siento unida, de la que no me espera nada, de la que en ocasiones me marea, de la que me causa tristeza, de la que me provoca nostalgia y, sólo a veces, instintos homicidas.
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