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viernes, 18 de marzo de 2011

Amor trucado


Tú y yo empezamos, como una bofetada, como una ironía, como una broma cruel para el amor; el 23 de abril.

Sant Jordi.

Te presentaste en mi portal con una rosa, una sonrisa tímida que escondía algo de sarcasmo y, a pesar de que no lo admitas, con esperanzas de que por fin te aceptara. Puede que fuera la rosa, la compasión, la lástima, el aburrimiento o las ganas de probar algo nuevo. Fuera lo que fuera, me incliné y te besé.

Fue la mar de fácil porque, en el fondo, no eras tú por quién sentía algo.

Experimenté lo mismo que besar una piedra. Nada de nada. En el fondo, sin embargo, palpé algo de entusiasmo y con pobreza de espíritu me aferré a ello. A pesar de lo cruel que resulte la verdad sólo te acepté porque no tenía nada que hacer, la rutina me pesaba y el fingir ya resultaba demasiado fácil. Así que, una parte de mí, se preguntó... ¿podría burlar al amor? ¿Podría no sentir nada a pesar de los besos, los abrazos, los susurros  las miradas, las caricias?

Y así fue.

Ni siquiera te tenía cariño. Puede que una pobre parte de mí, únicamente instintiva, se acercara a ti para ansiar sentir calidez hacia alguien vivo que sí conseguía palpar emociones. Y yo, muerta en vida, me esforzaba por robarte algo de esas percepciones.

Yo debía parecer, ante todo, humana.

Al mirarme tus ojos me gritaban "quiero llevarte a la cama", los míos rezumaban indiferencia. Tus manos intentaban cazarme aun estando a tu lado, sin lograrlo. Tus besos quisieron marcarme como tuya, pero cada uno de ellos los borró mi propia piel. Tus abrazos desearon conservar mi presencia pero, a pesar de su intensidad, mi cuerpo ni siquiera pretendió guardar tu tacto.

Los dos sabíamos que hacíamos teatro. Tú y yo, ninguno se libraba.

Yo tal vez porque luchaba por sentir algo que fuera, por fin, desesperadamente  condenadamente humano. Tú porque, siendo claros, solamente querías sentirme en tu cama. Querías a alguna que cayera.

Sin embargo, sabiendo que lo normal habría sido dejarme y buscar a otra, te negaste en redondo. Con cabezonería te negaste a dejarme ir, incluso sabiendo que ya tenías a otra en tu punto de mira y yo, desde siempre, había observado a otro en secreto.

Cuando empecé a ir con otros chicos, únicamente amigos y nada más, caíste en la trampa de los celos. Y yo, indiferencia personificada, ignoré cada uno de tus reproches, dudas, inseguridades y preocupaciones.

Me planteé qué hacía contigo. ¿Por qué? Ya habías perdido toda la gracia.

Fue entonces cuándo descubrí el pastel: Tú y mi amiga, mi amiga y tú. ¿No podías haber sido más original? Lo más patético fue que lo sospeché, me lo dijeron y lo ignoré todo porque, a pesar de los engaños y de las mentiras piadosas, nada me importó.

Ambos fuisteis patéticos y yo, también un poco, en el fondo; por mentirme y dejarme engañar.

La única reacción que tuve fue dejar los ojos en blanco.

Siempre dijiste de mí que yo era inalcanzable. Yo lo negué todo aun sabiendo que tenías razón porque puede que, Cupido, extraviado; todavía no hubiera disparado una de sus flechas. Esperaba pacientemente a que me disparara, que me acelerara el corazón, a que sintiera esa ansía por tenerte a mi lado.

Quería sentir esas cosas que contaban las parejas...
... pero no pasó nada.

Incluso cuando supe que nada más dejarlo empezaste con otra más cerca de tus posibilidades, mi corazón no se sintió herido, ni humillado ni molesto. No te eché de menos.

Te buscaste una chica inocente, ingenua por lo que me han contado, muy apropiada para tu condición. La vi de cerca una vez y me observó de forma curiosa, conociendo la relación que habíamos tenido tú y yo. Se limitó a estudiarme desde una distancia prudente.

Aun sabiendo que sonará mal, no le ví nada especial. Me pareció corriente, vulgar, algo más del montón... pero sabiendo cómo era yo; os deseé de todo corazón que os fuera bien.

Y ahora, cuando sabes que camino de la mano de otro, te has presentado frente a mí como una pieza rota del pasado, un suspiro que no alzó el vuelo y se unió al aire. Me sigues mirando de la misma forma que antaño, continúas lanzándome las mismas palabras con doble sentido, me tocas dejándote guiar por tu capricho... mientras te rehuyo a toda costa.

"Bueno, algún día dejarás de tener novio..."

Palabras vacías de una cabeza vacía... porque, aunque así fuera, ¿quién dice que volvería contigo?

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