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martes, 8 de marzo de 2011

A la edad de un año


A pesar de que ahora son sólo un poco distintas, extraño aquellas tardes de domingo en los que la familia se reunía únicamente para charlar o jugar a algún juego de mesa extraviado en algún rincón perdido... de cualquier armario de la casa.

Entre esos armarios, cajones y estanterías con el polvo del tiempo, en ocasiones olvidados y otros bucados; se encontraron una serie de CD's que las nuevas tecnologías permiten conservar los recuerdos de viejas cintas de vídeo, ya tiradas a la basura... tal vez.

Entre esos CD's se encuentra el pasaje de una niña pequeña de tan sólo un año. Se celebra su bautizo y ahí ronda su familia, grabando sin sospechar lo que puede venir después. En esa ya cinta de vídeo olvidada siguen vivos todos en su juventud o su madurez.

Sonríen sinceramente con la ignorancia del pasado, mientras los del presente mostramos una sonrisa amarga, conocedores del futuro de las sombras que aguardan en los recuerdos.

Tras las imágenes de la iglesia, la familia sale al jardín para grabarse y hacerse fotos mutuamente. La protagonista del evento, mientras es observada por su yo del presente; una joven ya de inocencia perdida, es alzada del suelo con felicidad.

Unos brazos largos, delgados y pálidos, que acompañan a un cuerpo igual de flacucho; sostienen el poco peso de la niña. Ésta es observada por dos ojos marrón oscuro, colocados en el rostro de un ángel de pelo negro corto, de sonrisa fina y aún así hermosa.

A la vez que el hombre mira a la cámara con gesto pícaro la niña ignora el objetivo y esconde la cabeza en el pecho del hombre, justo cuando él aprovecha para posarle un beso dulce en el pelo castaño oscuro y corto.


Por encima de la enfermedad, del sufrimiento, del seguimiento y tratamiento médico constante, de los momentos de tristeza y de toda la ignorancia, el amor que aquellos dos ojos desprendieron por esa niña fue real hasta el último instante de sus días.



1 comentario:

  1. Nuestro yo presente, conocedor de las sombras y el dolor acontecidos, del largo camino recorrido entre empujones y gente mirando con el ceño fruncido para coger el tren de última hora, sin saber si es de ida o vuelta... Cuan curioso es el presente... Una vez susurras la palabra, deja de ser presente para convertirse en el pasado. En la ignorancia reside la felicidad, eh?

    Aún así, cambiarías el ser ignorante por felicidad a lo que eres ahora? Creo que la respuesta tiene demasiados matices y un margen de error tremendo.

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