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sábado, 13 de noviembre de 2010

Hechizada por un piano


Fue una sorpresa... encantadoramente agradable.

La voz de la profesora quedó a lo lejos, difuminada y borrosa. En su lugar apareció Claro de luna, de Beethoven, con sus tres movimientos completos y relativamente perfectos. Luego cambió a Vivaldi... Creo que era la primavera.

Después otra, y otra, y otra, y otra... hasta que eres consciente de que has pedido el rumbo, que estás fuera del mundo y ahora, en vez de ser rígida y tener los pies en el suelo, vuelas por las nubes a una altura inexplicablemente agradable. Dentro de ti, el corazón parece estar a punto de explotar por la mágica sensación que te recorre de arriba abajo.
Únicamente quieres escribir, leer, sonreír, soñar, dormir, expandir esa onda cargada de creatividad que te inunda y te hace temblar de los pies a la cabeza. Es magia, es felicidad... Y ésta es tan grande... que no sabes cómo expresarla por su complejidad. Sabes que aunque gritaras sería imposible decirle al mundo lo que sientes.

¿Eso es estar hechizada?

Sonríes. Sabes que sí.



Es imposible ser aplicada e intentar estar concentrada cuando, dentro y fuera de tu cabeza, los acordes de un piano van sonando.

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