Ayer tuve una charla con una persona. Es alguien mayor, de muchos años y con mucha experiencia. Es de esa gente que, con mirarla a los ojos, crees que pueden verte por dentro.
Me obligó a hablar, a sacar la oscuridad y a confesar qué había ocurrido en el último medio año al no encontrarme sola como siempre. Jamás olvidaré la mirada que me echó, cómo me analizó y qué me dijo en cuanto me callé.
Sus palabras me azotaron de arriba abajo como nada antes y una parte de mí, más tarde, admitió que yo había sido una inconsciente. Estaba más ciega que nunca.
En silencio, con la sonrisa en el rostro, una idea cavilaba mi mente sin parar.
Y más tarde, al llegar a casa y buscar ayuda, el hecho de reconocer en tu propio caso signos de un maltrato emocional te hacen abrir los ojos. Al caerse la venda, ves cómo es él, cómo engaña y cómo es por dentro. Lo que veías y no te dabas cuenta. Lo que descubriste antes que nadie y te negaste a admitir.
Con el tiempo, el lobo deja caer la piel de cordero. Se acaba descubriendo al lobo malo del cuento.
Pese a quitarse la falsa piel y descubrir que no son de la misma especie, hay ovejas que no se alejan del lobo, quizás por miedo a la soledad.
ResponderEliminarAl otro lado del corral hay auténticos corderos