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viernes, 24 de junio de 2011

Al lobo malo


En un bosque de lo más profundo, una joven paseaba por su interior apaciblemente, inocentemente, mientras una sonrisa perversa le perfilaba el rostro.
Por encima de su traje pobre de campesina, ceñido y con una falda que la cruzaba toda la pierna, lucía con orgullo una capa de intenso carmín; en conjunto con su larga cabellera.
El viento balanceaba suavemente las ramas y las hojas charlaban en una lengua oculta que nadie logró descifrar nunca, tratando de averiguar cuándo aparecería el lobo de oscura piel.
De repente unos arbustos se agitaron y la joven, impaciente, se quedó quieta. Estaba expectante, deseosa por ver aparecer a la bestia.
No obstante, decepcionada, descubrió que en su lugar apareció una joven de cabellera azabache, mirada fría y pálida, de un semblante algo intimidante. Cath apartó la capucha y dejó al descubierto su cabellera sangrante, su mirada determinante y escarlata, clamando venganza. Su rostro personificó la decepción, la ilusión perdida.
-Jo, Lea, pensaba que era él. ¿Por qué apareces por aquí?
-Observarte.
Cath esperaba una respuesta más interesante. Con paso firme, cesta en mano, siguió andando por el caminito de piedra cobriza. En silencio, Lea se situó a su lado y se dedicó a seguir sus mismos pasos.
-Os lo dije- dijo en voz clara y alta.
Cath puso los ojos en blanco, ladeando la cabeza hacia un lado.
-Siempre igual. ¿No sabes decir otra cosa?
-Sabes que tengo razón. Esta vez te he ganado yo- respondió serena.
-¿Y qué? Sólo una vez. Además, hay cosas que se deben comprobar por sí mismo.
-Pero os lo dije y, por ignorarme, ahora está quebrándose por dentro mientras recoge los pedazos que puede. Esto no es vida.
-Tampoco lo es lo que llamas vida.
Lea se giró bruscamente sobre sus piel, arrastrando la tierra y levantando polvo entre las dos.
-¡Se está rompiendo!
Cath giró sobre sus talones ondeando su capa, quedando como una belleza huidiza a ojos del bosque. Parecía una ninfa un tanto perversa. La miró con picardía.
-¿Tú crees?
Lea se quedó en silencio, observándola sin saber muy bien qué decir. Realmente, dudaba incluso de su propia razón.
-¿Nunca has oído eso de la calma que precede a la tormenta?
-¿Qué tormenta estás preparando Cath?
La aludida le sonrió con dulzura, una dulzura que rozaba la locura más profunda.
-Eso ya lo verás, Lea. Además, ¿no crees que la que lleva la ventaja aquí es ella y no él?
Tras unos instantes de duda y silencio, con las hojas y las flores murmurando por lo bajo, Lea asintió. En eso, su antagonista llevaba razón.
-¿Acaso no ha advertido a todo aquél que se le acerque mientras presume de su supuesta indiferencia?- insinuó Cath.
No obtuvo respuesta.
-Cada vez que besa a una desconocida o se lleva a la cama a esa campesina de poca gracia, recuerda los besos que le brindaba.
Un olor a lluvia impregnó el ambiente. El cielo empezaba a entelarse de nubes.
-Cada vez que toca a una mujer, cada vez que acaricia a alguna, cada vez que las abraza... en todas esas ocasiones se la imagina a ella.
-¿Cómo puedes estar tan segura de ello?
Cath se rió de forma escandalosa pero con gracia, como si cada carcajada fuera un charco que alguien pisoteaba para jugar.
-¿No lo ves? Quedó todo claro en cuanto él le dijo a su mejor amigo que pobre de él que se acercara a ella, o cuando admitió en qué posibles pretendientes se le acercarían.
-Pero...
-Es como un niño, Lea- explicó Cath-: quiere algo que no puede tener.
Las nubes empezaron a tomar forma, a cubrir el cielo de más allá y los árboles; intuyendo la lluvia, expandieron sus brazos de hojas para recibir esa refrescante bendición. Las flores, risueñas, también levantaron su vista en dirección al cielo.
-A pesar de su indiferencia y de presumir que ya no le importa nada, sus actos demuestran otra cosa. Estoy segura que, en cuanto se digne a volver a su encuentro, cuando haya vencido o escondido su cobardía; intentará por todos los medios hacerle daño.
Cath echó a andar de nuevo, esta vez más rápido. Ella también deseaba la lluvia. Deseaba ahogarse, ahogarse en agua y regocijo.
-Intenta alejar a todo el mundo de ella, hacerle fallar.
-¿Y tú qué piensas hacer al respecto, Cath?
La pelirroja le devolvió la mirada, esta vez cargada de malicia y profunda psicosis.
-Arrinconar al lobo.
-¿Por eso vas vestida así?
Lea llevaba unos simples vaqueros y una camiseta de manga corta, pero Cath iba disfrazada de una joven de cuento. Ésta giró sobre sí misma, presumiendo del traje.
-¿No es una preciosidad?
-¿Piensas cazarle con un vestido y una capa roja?
Cath la observó como si se tratara de un ignorante y Lea lo notó. Casi ya se había acostumbrado a sus miradas cargadas de superioridad moral. Empezaba a pensar que, en cierto sentido, no sabía cuál; Cath era mejor que ella a pesar de ser más joven.
-El vestido no es más que un dato externo, una nimiedad. Mi auténtico objetivo son sus celos.
Lea la miró asombrada.
-Si vas a hacer lo que creo que vas a hacer, causarás una catástrofe.
-Bah- Cath agitó la mano en el aire impregnado de lluvia-, tonterías. Sólo voy a hacer que él mismo vea sus fantasmas, sus miedos. Verá un rival en cada persona que se le acerque.
Un trueno estalló en el cielo.
-Cath...
-Eh, ¿qué pasa? No prometo poder contenerme si él me provoca. No sería propio de mí.
-Pero...
-Además, no es tan raro que esto ocurra. Él mismo se volverá loco gracias a su propia obsesión e inseguridad. Es tan corto de miras...
La pelirroja soltó un suspiro de arrogancia y satisfacción.
-Eres tan arrogante, demasiado para un ego humano... ¿Cómo puedes pensar así?
Un rayo cruzó el cielo, un trueno le siguió a sus espaldas, una llovizna empezó a caer y, finalmente, un cascada del cielo; atroz empapó el bosque entero. Las dos jóvenes empezaron a mojarse pero poco les importó. Sintiendo el agua sobre ellas se sentían relajadas y en paz.
En el bosque se hizo el silencio, sólo interrumpido por la caída de la lluvia. Las hojas mudaron y las flores callaron.
-Sólo yo y no tú, ha visto cómo la miraba, cómo la tocaba, cómo le hablaba, cómo la besaba. Todo él rezumaba de todo excepto menos indiferencia, créeme. Cada poro de su piel expresaba posesividad.
Lea recordó cada uno de los gestos que él empleó con ella y cada advertencia que se le indicó. Había razón en lo que su compañera le decía.
-Y además...
Cath rompió sus pensamientos al mirarla a los ojos, los cuales no mostraban otra cosa que ardor de lucha.
Lea vislumbró entonces que, en la profundidad de esas esferas borgoña, muy en el fondo; reposaba un orgullo herido. Allí, donde nadie miraba y ella se esforzaba en esconder, descansaban la humillación y el alma, esperando el instante perfecto para dar a conocer a ese monstruo que todos llevábamos dentro. Esperaba la ocasión para recomponerse y dar a conocer esa fortaleza tan esperada, conocida y especial.
-... ella lo vale. Lo sabes.
A lo lejos, por encima de los truenos y de la intensidad de la lluvia, sonó un aullido. El lobo estaba cerca.

2 comentarios:

  1. Yo, superyo, ello.



    De verdad tienen poco de sentimientos personales estos textos? Sinceramente me siento muy turbado al leer según qué, y se me hace difícil no pensar en que no son más que sentimientos proyectados por tu mente a fin de autoreflexionar... O para seguir con el rol, proyectar. Mi cabeza se vuelve loca leyendo temas que tienen que ver con una psicología tan real, soy muy susceptible a todos estos pensamientos, ya que me veo muy identificado en según qué, de modo que sorry por la pesadez.


    Un saludo CLC

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  2. No he dicho que no tengan nada de personal, sólo que a veces pueden ser desvaríos de mi mente. No obstante, tranquilo, no eres pesado.
    Es cierto en que esto es una proyección de un pensamiento, sentimiento o situación personal. ¿Cómo podría reflejarlo si no es escribiendo?
    Psicología o no real, todo tiene algo de verdad. Y si te sientes identificado, será porque algo de ello lo aprecias en tu propia existencia.

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