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domingo, 5 de febrero de 2012

Con un poema




Hay una endiablada razón que mueve el corazón pero que rige la mente con mano de hierro. Puede llamarse acierto, éxito, fortuna, destreza, intuición, perspicacia, sagacidad...

Todo puede reducirse a formular una predicción o un juicio acertado. En mi caso más que una teoría formulada por simples palabras... fue un poema.
Seguramente simple, burda lírica. Constaba de once versos, con estrofas impares y ninguna rima digna de hacer mención. No era lo mejor que había escrito (me pregunto cuándo sucederá eso), pero sí que me dejó satisfecha su temática: era lo que quería decir cuando lo quería decir. He desarrollado la absurda teoría, acertada o no, que un buen poema es aquel que es creado cuando realmente las emociones las sientes intensamente, a flor de piel.
Al menos, así es mi caso.


Era un poema rencoroso, perdido, manchado de mal espíritu y brumoso. Despedía rechazo, hastío y le deseaba lo peor a una persona.

Pero lo escribí, lo guardé y no lo borré. Se quedó ahí, guardado, libre de que otros fuera de mí lo vieran, lo leyeran, lo criticaran o lo recordaran. Mientras, yo seguí levantándome y durmiéndome cada día, hablando y riendo cada día, quejándome y sonriendo a cada segundo que el mundo iba pasando. Y me olvidé de él. Me olvidé de sus palabras, de su mensaje, de su... intención.

Continué ignorando lo que sucedía más allá de mi conocimiento hasta que, como la serpiente a Eva o una paloma mensajera; una voz me contó lo que ocurrió, lo que sucedió tras esos versos. Cada línea, cada palabra y cada coma tomaron vida y lo que un día yo dejé inscrito en un papel; se levantó de la nada, de la creación... y echó a andar. Cada verso se cumplió y mis malas intenciones se cumplieron, mi capricho tomó forma y... todo, simplemente todo, se hizo realidad. Como si de pronto hubiera encontrado una lámpara de los deseos y cada verso que escribí fuera uno y me fueran concedidos.

De pronto, vi que mi mundo volvía a su equilibrio natural, que la balanza que se dividía entre el agua y el fuego hallaba un punto medio.

Y recordando todo lo sucedido, cada sufrimiento y traición vivida; caigo en la cuenta de que el resultado acabó con dos almas abandonadas a su suerte y una victoria que me pertenece. Es entonces cuando realmente afirmo que una retirada a tiempo puede suponer la diferencia entre una horrible derrota y una extraordinaria victoria.

Ahora no puedo evitar pensar en que se ha acabado, en que ha llegado a su punto y final. Como si fuera un drama, un mal teatro, una burda tragedia que me indica el fin del capítulo de esta novela caótica que es la vida. Empiezo a vislumbrar de nuevo el sol entre las nubes, la luz tras la tormenta; por ese principio infinito que dicta que la oscuridad no existe sin la luz y viceversa. Me gusta pensar que tal vez, con esto, me quede la tan aclamada esperanza. Al fin y al cabo es lícito vivir de sueños, también.

Ante todo me pregunto si lo escrito fue un deseo cumplido, una premonición, un simple aviso de advertencia o una estúpida coincidencia. Sin embargo, sí estoy de acuerdo en que las casualidades no existen en esta vida. Es por eso que me lo pregunto: si no será, tal vez, que tengo algo de bruja, algo de intuitiva, algo de lógica...

Porque... todo empezó así...: con un poema.


¿The End?

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