Hay una endiablada razón que mueve el corazón pero que rige la mente con mano de hierro. Puede llamarse acierto, éxito, fortuna, destreza, intuición, perspicacia, sagacidad...
Todo puede reducirse a formular una predicción o un juicio acertado. En mi caso más que una teoría formulada por simples palabras... fue un poema.
Seguramente simple, burda lírica. Constaba de once versos, con estrofas impares y ninguna rima digna de hacer mención. No era lo mejor que había escrito (me pregunto cuándo sucederá eso), pero sí que me dejó satisfecha su temática: era lo que quería decir cuando lo quería decir. He desarrollado la absurda teoría, acertada o no, que un buen poema es aquel que es creado cuando realmente las emociones las sientes intensamente, a flor de piel.
Al menos, así es mi caso.
Al menos, así es mi caso.
Era un poema rencoroso, perdido, manchado de mal espíritu y brumoso. Despedía rechazo, hastío y le deseaba lo peor a una persona.
Pero lo escribí, lo guardé y no lo borré. Se quedó ahí, guardado, libre de que otros fuera de mí lo vieran, lo leyeran, lo criticaran o lo recordaran. Mientras, yo seguí levantándome y durmiéndome cada día, hablando y riendo cada día, quejándome y sonriendo a cada segundo que el mundo iba pasando. Y me olvidé de él. Me olvidé de sus palabras, de su mensaje, de su... intención.
Continué ignorando lo que sucedía más allá de mi conocimiento hasta que, como la serpiente a Eva o una paloma mensajera; una voz me contó lo que ocurrió, lo que sucedió tras esos versos. Cada línea, cada palabra y cada coma tomaron vida y lo que un día yo dejé inscrito en un papel; se levantó de la nada, de la creación... y echó a andar. Cada verso se cumplió y mis malas intenciones se cumplieron, mi capricho tomó forma y... todo, simplemente todo, se hizo realidad. Como si de pronto hubiera encontrado una lámpara de los deseos y cada verso que escribí fuera uno y me fueran concedidos.
De pronto, vi que mi mundo volvía a su equilibrio natural, que la balanza que se dividía entre el agua y el fuego hallaba un punto medio.
Y recordando todo lo sucedido, cada sufrimiento y traición vivida; caigo en la cuenta de que el resultado acabó con dos almas abandonadas a su suerte y una victoria que me pertenece. Es entonces cuando realmente afirmo que una retirada a tiempo puede suponer la diferencia entre una horrible derrota y una extraordinaria victoria.
Ahora no puedo evitar pensar en que se ha acabado, en que ha llegado a su punto y final. Como si fuera un drama, un mal teatro, una burda tragedia que me indica el fin del capítulo de esta novela caótica que es la vida. Empiezo a vislumbrar de nuevo el sol entre las nubes, la luz tras la tormenta; por ese principio infinito que dicta que la oscuridad no existe sin la luz y viceversa. Me gusta pensar que tal vez, con esto, me quede la tan aclamada esperanza. Al fin y al cabo es lícito vivir de sueños, también.
Ante todo me pregunto si lo escrito fue un deseo cumplido, una premonición, un simple aviso de advertencia o una estúpida coincidencia. Sin embargo, sí estoy de acuerdo en que las casualidades no existen en esta vida. Es por eso que me lo pregunto: si no será, tal vez, que tengo algo de bruja, algo de intuitiva, algo de lógica...
Porque... todo empezó así...: con un poema.
¿The End?
No hay comentarios:
Publicar un comentario