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sábado, 19 de junio de 2010

Un monstruo, sólo un monstruo... Sólo eso.


El corazón enloqueció porque no lo resistió más.


Cató lo qué era la envidia cuando vio los talentos de los extraños, provó la soberbia al pensar ser mejor, ni siquiera la gula la satisfazó porque era incapaz de provar bocado, su lujuria no quedó complacida, la pereza le limitó su esfuerzo, la avaricia llegó a consumirla poco a poco...y, finalmente, la ira inundó la luz.


Estalló.


Tomó el cuerpo de las feminas de Bécquer con el tono de piel del caramelo, la suavidad al tacto con la seda, la risa que se burla de un réquiem, la cabellera de un fénix carmesí, la mirada demencial de la muerte, la actitud embriagadora de Dionisio, el caos de Eris.

Nació empapada en sangre, con la mirada de quien busca muerte y destrucción. Adora la tortura y a quién es capaz de apreciarla.


Ella es un monstruo, sólo eso: un monstruo. Uno entre tantos otros.



Cuidado C., podrías caer en la trampa de la monotonía. Yo soy el mejor demonio que puedes encontrar por aquí.

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