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miércoles, 23 de junio de 2010

Hastío


Ahora le podría escupir al mundo, insultarlo, pegarlo, gritarle, arrojarle mierda... y seguiría sin ser suficiente.


Hoy me he quedado dormida en la azotea, con el cielo despejado, al lado de un condón sospechosamente usado y con la cabeza encima de mi chaqueta, a modo de almohada. Si esto fueran dibujos animados, ya me hubiera pegado un tiro.

Cath está monopolizando mi ira hacia un nivel de indiferencia peligrosamente apático. Tanto es así, que mi madre se mosquea porque no estoy de humor. ¿Acaso debería?

Cuando enciendo la televisión y veo a todos los pringados que salen por ella no puedo evitar gruñir, coger la puerta y largarme. ¿Qué más da que te partas los cuernos estudiando si luego vendrán más retrasados mentales a quitarte los trabajos de verdad?


Todo el mundo apesta y yo la que más.


Es patético ver como intentan animarte, tú pasas, y ellos parecen no captarlo. Cuando tú lo único que quieres es desaparecer, pero no les gusta.


-Me voy.

-¿Dónde?

Al infierno, a hundirme un poco más.

-Al tejado.

-¿Con quién?

Con mis demonios personales, supongo.

-Con nadie.

-¿Tú sola?

Sí.

-Sí.

-Pues eso... no me gusta.

Me da igual, lo necesito. Aquí todo quema, todo quema.


Me encogo de hombros. Abro la puerta, subo las escaleras, salgo al exterior, me deslumbra el sol y compruebo que el exterior me sabe a ponzoña y a libertad, a infierno y a cielo, a azúcar y a sal, a nube y a ceniza.

Porque sólo puedes aspirar a estar sola, ahora mismo sabes que no quieres a nadie porque hace daño, el roce humano alcanza la autodestrucción.



Y lo más curioso de todo es que una única persona se encuentra en la misma situación que tú. Por eso no sé si reír o llorar.

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