A este chico ya lo conoces...
No es alto ni especialmente bajo. Tiene el pelo corto, los ojos llamativos, es delgado pero fornido. Es un buen atleta, un chico aplicado, tiene mucha voluntad, buen corazón, es simpático y amable. Suele estar rodeado de gente, de risas, de palabras amables, de compañeros; resuelve tus dudas si se ve capaz de ello, muestra seguridad en sí mismo, que en ocasiones mira fijamente el suelo...
... pero no del todo.
No sabes que los ojos le cambian de azul a verde con la luz del sol, que en realidad no tiene un olor corporal propio, que si no obtiene buenos resultados se ofusca, que si ríe de verdad no puede parar. Tampoco sabes que a pesar de ser amable, no pasa de una simple cortesía; que se esconde de los demás, que no busca amigos porque ya ha tenido decepciones; que engaña para no ser conocido, que mira a lo lejos porque no se siente parte de nada.
El lobo y el cordero.
El cordero y el lobo.
Pero te has fijado. Lo has visto, lo has observado. Y lo más importante: has visto los demonios, a sus demonios; y no los has repudiado.
A este chico ya lo conoces...
¿De verdad crees que sí?
Me siento bastante identificado, salvo por lo de estar rodeado de gente, risas ...
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