Has vivido diecinueve inviernos infinitos,
sin conocer las primaveras que más tarde llegan.
Dime, bruma indecisa,
¿por qué eres así?
¿Qué daño te ha infligido el mundo?
¿por qué eres así?
¿Qué daño te ha infligido el mundo?
¿Qué heridas no has sabido cerrar?
¿Quién ha sido el insensato que,
con palabras ignorantes, tanto dolor te ha producido?
Puede que fuera uno, puede que fueran dos o,
en poco tiempo, puede que fueran cien.
Un secreto estoy dispuesta a confesar:
no todo será igual.
¿Qué ha sido de esa niña que pecaba de inocencia?
¿Qué ha sido de esa niña que carecía de maldad?
¿Qué ha sido de esa niña que siempre decía la verdad?
¿Qué has hecho de ella, alma apenada?
Gozas de belleza, inteligencia y amor.
No lo niegues al mundo, hazme ese favor.
No prohíbas que te admiren si lo crees merecido,
no censures las críticas impregnadas de criterio.
Déjame decirte, tú, alma ignorante de ti misma;
que puedes ofrecer más de lo que puedes recibir.
Que con que tiendas la mano a alguien,
ya vales más que cualquier riqueza recibida.
Tú, alma dudosa, misteriosa, huidiza y única;
déjame cogerte sólo un segundo.
No careces de virtudes, convéncete de ello;
No careces de virtudes, convéncete de ello;
porque por tu paso enamoras y embrujas.
Ríete como lo hacías antaño,
habla como supiste hacerlo tantas veces,
canta al mundo una sonata de virtudes
y deja atrás los pensamientos inseguros.
Porque en el fondo sabes que esos ojos ansiosos te siguen,
que esos silencios gritan emociones que sólo tú conoces,
que nadie excepto tú conoce las verdades que esa mente esconde.
Porque tú, niebla indecisa, frágil y serena; eres el objeto de deseos y pensamientos.
Por:
Cath
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