Hay demasiado tiempo para pensar, demasiado tiempo para sentirte fuera de lugar, demasiado tiempo para ver cosas que antes justificabas.
Mis sentidos se bloquean, espero impaciente a una respuesta y en el fondo sé que cuando lo sepa, nadie va a preguntarme, no tendré a nadie a quien contarle la felicidad o la desdicha. Parece que todo se desmorona poco a poco, como si el teatro donde vivo decidiera que ya va siendo hora de cambiar de escena, de decorado, de actores y de historia.
Hemos pasado de ser amigos a ser extraños, de mirarse a los ojos a ignorarnos. No encuentro sentido a llamarnos, a seguir manteniendo el contacto si ya el otro es presa de la ignorancia. Sólo quiero sentir una voz, una palmada, una sonrisa o un gesto que me haga sentir viva, que me haga olvidar esta apatía.
Soy una muñeca que vive entre muñecos rotos y no puedo evitarlo.
Y luego una voz que grita...: ¡qué asco de gente!
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