Entre unos "sí", unos "no", unos "estoy dudando", unos "ahora sí", unos "no contestará"... ha pasado. Y no me lo creo.
Jamás hubiera pensado que el ejercicio físico sonaría tan satisfactorio en mi cabeza.
No obstante, Lea todavía piensa que ha de venir la patada, la bofetada, la vuelta a la realidad que haga que me hunda un poco en la mierda. Y yo, sinceramente, también la espero a pesar de no quererla ni aceptarla.
Ojalá pudiera sentir el hielo en mi interior. ¿Por qué la apatía nunca surge cuando más la necesitas para protegerte del mundo y sus sentimientos?
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