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jueves, 2 de febrero de 2017

"Belleza" la llaman


Es extraña, de seda. Tiene algo de antiguo, de dulce..., de sucio.

Cuentos para niños que no concilian el sueño, sino que despiertan el llanto. Y si la tocara sería ébano, marfil, nácar, la corteza de los árboles previos a su decapitación. De todos los colores, todos los aromas, todos en una fusión absoluta que implosiona y la onda, en lugar de lanzarte, te absorbe. Pero con violencia, con pasión, con dolor, con un sadismo un tanto considerado pero descarado que en el fondo no puedes ignorar y menos menos despreciar.

De esas que intuyes cuando preguntas: ¿Quién eres?, respondes No soy nada y todo cambia cuando, en una respiración, te adentras en sus ojos y ahí está: un universo entero expandiéndose, naciendo, matando y en constante cambio y movimiento. No gente de plástico, no gente común, no gente vacía, no gente que arrojó su cerebro a un tarro helado.

Pero siempre vive en los ojos. Ahí duerme y ahí despierta. En color común, en color que grita. Arde, ahoga y traga pero siempre pervive en los ojos. Por ello es posible vislumbrar el alma, donde susurra, aúlla y canta.

Que se viste de atardecer, de llanto, de grito al nacer, de silencio que sangra, de hoja que cae, de ironía bífida, de agua que chapotea, de palabra que asfixia; siempre de mente enferma y nunca de simplista. Con ojos de niño, con codicia de hombre, con lujuria de mujer.

De esas que guardan esencia de bruja, el secreto que protege un bosque, el cadáver que admira un sepulcro, los recuerdos que corroe la putrefacción con un par de cucharadas de moho. Salvajes glicinas que devoran el gris urbano, imparable madreselva que consuela la flora que agoniza.

Verborrea mental, escrita. Impulsiva y sincera. Es la bilis y también un suspiro. Quizá dos, incluso puede que más.

Ha sido pintura, dolor, cicatriz, una oreja cortada, una meretriz ahogada en un río, un fugado, una voz que desgarra, un grito impreso en papel, una súplica versada.
Pero nunca quieta, de ningún modo estática. Nunca, nunca jamás muerta. Pero siempre un desgarro, una herida, un labio muerto, un disparo en la nuca, un sexo vivo, una flecha en el pecho, una mentira en el oído, una imitación a la vida.


Eso es ella para mí.

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