En una recurrente
nebulosa
Un cuervo se posó
sobre mi hombro
Y sus garras hundió en
él,
Ahí donde mi piel es
hiel.
En los cristales de
la ventana
La lluvia es sangre
Y mi alma un
desastre.
La pesadilla renace
con el alba.
A la luz del día
Vislumbro sus ojos,
Sus palabras y
gestos…
Ahora es sólo agonía.
En su lugar el cuervo
grazna
Y las estridentes
voces acalla.
Aquí sólo la noche me
ampara,
Me mece y me acalla.
Ella es mi testigo,
mi compañera,
Mi sino en el que me
confieso,
Confío, sueño y me
duermo.
Eres tú quien me
libera.
Serás mi secreto,
Mi confesora,
Mi amiga,
Y protectora...
... Oh Noche, eterna Diosa.