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jueves, 22 de diciembre de 2011

Muchas sombras y pocas luces



La vida te da a elegir. Siempre. Elegir entre lo bueno, y lo malo. Pero no siempre es sencillo, fácil. No es una decisión tomada a la ligera, cuando la cabeza te dice blanco y el corazón chilla a pleno pulmón negro.
La vida es imposible dividirla entre blanco y negro, luces o sombras. Hay tantas y distintas tonalidades de colores que es demasiado complicado conocerlas todas, así como elegirlas o diferenciarlas unas de otras.
En su vida una persona se cruzará con mucha gente. Y todas, por regla general, le sonreirán, le serán amables y puede que hasta en algún momento le concedan un favor u otro. No obstante, ante tanta aparente blancura... ¿es ésta tan reluciente?
Últimamente veo manchas negras, alquitrán, donde antes tan sólo veía alguna que otra luz. Su presencia me perturba lo mínimo, curiosamente, cuando en resultado debería hundirme. La apatía vuelve con una fuerza sobrenatural, contranatura, susurrándome algo tan terrible que me parece una perdida de tiempo luchar contra ello.

Es una sombra intensa, enorme, que crece, con una voz grave y mansa que murmura: Nunca... ¡nunca más!

Nadie más la oye. Tan sólo yo. Está en todas partes, incluso en mi cabeza. Ni siquiera me abandona mientras duermo, pues me asalta en sueños y me obliga a despertarme a las tres o cuatro de la mañana, sola, con los ojos abiertos de par en par.
De día me grita lo mismo una y otra vez, repitiéndome lo ocurrido. Una voz que cuenta un cuento, un cuento de lobos, brujas y tinieblas. Tan turbio, tan agónico, tan increíblemente sangrante, que un cuento de Poe se asemeja a una nana de cuna.

Haría cualquier cosa para acallarla. De verdad.

Me arrojaría al mar y las olas rugirían, me tomaría unos calmantes, me sumergiría en historias de asesinos y sería capaz de simular la escena del Caminante en un mar de nubes antes de saltar de un saliente, compraría un ramo de flores y visitaría a los que ya se fueron, borraría mis huellas.
Sería agradable sentir algo distinto a la desesperanza o a la nada o, tal vez, creer en algo simplemente. Sin embargo, quizá sería de hipócritas decir esto... porque sí creo en algo: en la oscuridad. Doy fe ciega de las sombras, del alquitrán, de la negrura, de ese manto azabache que lo oculta todo. Entregaría mis manos a las llamas y al retirarlas ahí seguirían: intactas, igual de finas, blancas.

Pero no vislumbro luces.

Dicen que sin oscuridad no existe la luz y que sin la luz la oscuridad no toma forma porque, de lo contrario, ninguna de las dos seríamos capaces de apreciarla y ser consciente de su presencias. Si así es, debe haber luz en algún lugar ¿no?
Y si en el fondo no hay luz para mí, ni un resquicio de esperanza, ¿qué narices hago yo aquí? ¿Por qué sigo aguantando? ¿Por qué sigo luchando por ponerme de pie? ¿Por qué continúo escribiendo? ¿Por qué sonrío aún cuando por dentro quiero llorar? ¿Por qué me esfuerzo por pensar que en el fondo sigo siendo un poco especial? ¿Por qué continúo caminando entre la gente cuando lo que en realidad deseo es correr, escapar de esa condenada voz?
Únicamente ansío volver a ser yo misma, jugando entre sombras y claros de luz y no en este ente desecho y sin sentido, que vaga sin rumbo y deseando desaparecer.
Quiero encontrar una puñetera luz en este pasillo al que se le han fundido los plomos.

2 comentarios:

  1. Melancólico? Si. En ningún sitio me he consolado tanto como en aquella vieja casa y nunca he tenido mejores amigos que aquellos imaginarios.

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  2. Si quieres llorar llora. Si necesitas gritar grita. Si quieres dejar de escribir, espero que no, pero si lo quieres dejar dejalo. Pero no te resignes a la oscuridad. Allí solo hay vacío.

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