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martes, 2 de agosto de 2011

En ese bosque, ese Edén perdido



En medio de un cielo encapotado, tras la lluvia, por encima de mi cabeza los truenos entonan una melodía atronadora. De nuevo, la lluvia amenaza con empaparme pero, aún así, me quedo quieta, bien quieta; sentada en esa roca situada en medio de un río que anteriormente fue una senda de piedra.


Las piedras y el camino de roca dura dibujan una línea recta. Los días de tormenta la corriente del río intensifica su poder y las aguas ahogan el camino bajo su manto natural, repleto de hojas, troncos, piedras deformes y renacuajos todavía por crecer.


Mientras el curso del río no se detiene y rompe contra las rocas en un baile sin final yo cierro los ojos, cruzo las piernas, apoyo mis manos en la roca que se aposenta bajos mis pies y el pelo cubre mi rostro. Y sonrío, sonrío mucho. Evoco una sonrisa que hacía tiempo que no asomaba a mis labios. Esa sonrisa perdida hacía ya mucho que antes formaba parte de mi vida, esa mueca burlona que era acompañada por la soledad y la tranquilidad; esos dos componentes que no se encuentran en la ciudad en la que vivo.


Bajo mi pequeño trono siento el agua correr libre, imagino cómo mi mano la palpa sin tocarla siquiera, escucho el murmullo de la caída del río cuando escapa entre los diminutos rápidos que apuntan el final del camino rocoso, huelo la humedad en el aire y el olor a hierba y madera mojada.


Imagino, en un momento de locura, si esas tierras las habitara un duende, un trasgo, un elfo, un gnomo... un espíritu errante que; con gracia, pueda parecerse a mí. Una bruma fuera de las grandes ciudades, alejada del hierro y el metal, refugiada en el verde de la hierba y el caoba de los árboles. Quizás exista, quizás viva en cada rincón de ese bosque perdido a ojos de la gente, ese lugar en los que poco saben reparar en la belleza que la mano del hombre no provoca.


En esa senda, en ese follaje perdido, se esconde un arte, un arte salvaje y animal; donde la flora y la fauna se reúnen para hacerte soñar. Allí, en ese preciso instante, es cuándo mi mente se detiene, deja de pensar, abandona atrás las sombras que acechan y lo siente... Experimenta esa calma total que inunda el cuerpo, esa paz que invita a retratar un maravilloso lugar con un lápiz, un pincel, un papel o con la mismísima esencia que mi alma presume poseer, sabiendo que, aún así; no existirá método suficientemente veraz que pueda describir ese génesis con total seguridad.



Es en esas montañas dejadas de la mano del hombre donde se esconde el Edén perdido, ese paraíso salvaje perfilado de caos que, a pesar de todo; logra tomar una forma de encanto por medio de simetrías que cantan a la Naturaleza. Su hechizo evoca, sin poder evitarlo, esa calma de espíritu que todos hemos anhelado alguna vez.




1 comentario:

  1. "Imagino, en un momento de locura, si esas tierras las habitara un duende, un trasgo, un elfo, un gnomo..."

    Más bien, en un momento de cordura. Locura es envenenarnos lentamente con las pestilencias que nos rodean en nuestras selvas de acero y cemento.

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