Hoy va de pasajes de diarios:
Llevo teniendo pesadillas durante cuatro días seguidos. Y siempre es lo mismo o similar, una y otra vez. Esta noche ha sido un antiguo amor de hará años, que me buscaba los labios arrinconándome varias veces. Yo le empujaba, le apartaba y lo hacía a duras penas; me sentía el cuerpo pesado y entumecido, como si me hubiera tomado encima un bote entero de pastillas.
Era repugnante. Era casi ver a mi monstruo particular de nuevo, a unos milímetros de distancia. Me recordaba lo peor de aquella época y lo más triste de la actual.
Al día siguiente apareciste tú.
Me escribías, me pedías vernos, reclamabas mi atención y, en secreto, aún confesabas quererme. Creo que quería morir. Sentí que lo deseaba mientras me debatía entre admitir quererte, desearte... y correr tan lejos que sólo saltar al mar o sumirme en el sueño me quitaría el dolor, la angustia...
... Pero yo ya dormía.
Porque todo era un sueño. No me llamaste, no me declaraste afecto todavía, no pediste verme otra vez... ya no escribiste.
Desperté. Todo fue un sueño y mantuve la esperanza, horrible y triste, que no volvería a verte al dormir. No obstante, al otro, al otro y al otro, volviste a aparecer.
... No puedo más.
Vete.
A pesar de que no quiero, vete. A pesar de que quiera tenerte aún más cerca, vete. Vete de mi cabeza, de mis recuerdos, de mis lágrimas, de mis sentimientos, de mi melancolía, de mi pesar, de ese futuro oscuro que mi cabeza enferma siempre augura para mí.
Me gustaría ver un futuro más claro, más esperanzador. No tan solo, tan triste, tan vacío de esperanza.
Ya no sé si eres tú o si es mi cabeza pero ya no importa. Pero por favor te lo pido: vete. Vete ya, vete ahora.
Vete.
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