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miércoles, 25 de marzo de 2015
Nueve años
Ya son nueve años. Nueve años en los que ya ni te he visto por las mañanas ni chocado contigo al girar la esquina. Es casi... un sueño.
Recuerdo tu café, tu delantal manchado, tu mirada tímida, el afecto en tu hablar, el sofá en el que solías dormitar, esos paseos en moto y, ya ahora, evoco ese lunes al que no llegaste. Esa semana. Ese mes. Ese año. Ese triste cumpleaños.
Esta noche he llorado pensando en ti, pensando en tu rostro, en tu foto en mi cartera, en esas rosas blancas puestas en tu tumba, en esa ventana a la que ahora a veces miro sin pensar en el vacío. Y, aún así, cómo sigo queriéndote. Podrían pasar siglos... creo, podrían ocurrir eternidades o creer en un delirio... que sólo fuiste un sueño breve de catorce años... pero te seguiría queriendo con la firmeza de las rocas, con la sinceridad de un niño sacado al mundo por primera vez.
Tienes mucha o casi total responsabilidad de lo que soy hoy, del camino que he seguido y de las pasiones desatendidas que me burbujean por dentro. Algo de ti arraigó tanto dentro de mí que me parece que a estas alturas ya eres mi abrazo, mi beso, mi miedo, mi alegría, mi andar, mi prisa, mi brisa, mi cantar, mi tristeza, mi ira, mi amor, mi vida, mi ida y mi venida.
Y eso, me temo, no lo cambiarán ni los años ni ninguno de los dictámenes del tiempo.
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