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martes, 4 de junio de 2013

"Lira lire"


Estás loca; estás como una cabra.


Me paso la vida intentando definir, mediante todos los medios posibles, si sufro de locura. En más de una ocasión he creído que deliraba, que la cabeza se embotaba o que, simplemente, todo se quedaba en silencio, un silencio sobrecogedor que me atacaba los nervios.
He visto locos que gritan, que te siguen, que te controlan, que te vigilan y que incluso te cantan. En algunos he visto la histeria y en otros un sufrimiento tan infinito que era posible asemejarlo al caos. En algún que otro momento he pensado: ¿Dónde van los locos como yo?
He encontrado el placer y la satisfacción más retorcida en los versos de los Malditos, he contado las veces que he disfrutado con el carmín y, aun así, asqueada, lo he evitado siempre. Pero siempre me he movido mejor entre los que deliran, los que pierden la noción de la razón y los que no se dejan llevar por una cordura insana. No debe afirmarse que no aprecio, no tolero o no me relaciono con los mundanos pero sí que, desde luego, cuando lo hago, añoro la disociación que me avoca las cabezas rotas.
He encontrado belleza y vida en la sangre que gotea de un cuchillo, en los balbuceos que murmura un alma rota, entre las curvas por las que ondea la cola de un gato negro, en lo que grita una mirada, en la apatía que golpea con fuerza la cabeza, en lo vacío que resulta un corazón al partirse en dos.
Las disfruto. Disfruto de esas cosas, pero las odio, también las rehuyo con toda mi alma. Quiero pensar que quizá lo que hago es embellecer el horror, demostrar que hasta en el pedacito más hondo del infierno existe un resquicio de arte para azotar la sensibilidad del mundo.
Sí, sí, realmente lo creo... creo que deberíamos azotarla, golpearla, zarandearla hasta que se despierte del estado catatónico en el que se encuentra. Desearía sumir al mundo entero en un estado entero de sinestesia y que la conciencia se zambullera en la locura y disfrutara de ella, que la aceptara como la parte más necesaria para valorar la razón.
He simpatizado con Dalí, llorado con Poe, maldecido con Baudelaire, delirado con Caravaggio, probado un cuchillo como Gentileschi, andado por la autodestrucción como débil símil de Van Gogh, criticado intentando alcanzar a Larra, filosofado de monstruos con Nietzsche, he gritado con Munch...
Adoro a los locos.
Han contribuido más a despertar las cuencas vacías del mundo más que cualquier otro revolucionario: han hecho emerger más pasiones y más odios turbios que cualquier amante, han azotado el pensamiento estancado de todas las sociedades y enturbiado más éticas hipócritas que el mejor de los moralistas.
Fueron tachados de locos para renacer como genios una vez muertos. Fueron extraños, llamados raros. El tiempo y sus aptitudes los volvieron especiales, unos sujetos que sumergidos en su originalidad alcanzaron la genialidad. Aspiraron a genios y ellos, a la larga, resultaron algo extraordinario. Y lo extraordinario, ya se sabe, resulta inmortal.
Son, en definitiva, lira lire.
Los adoro, adoro a los locos.


Gracias, no sabes cuánto.

"Nací insano, con grandes momentos de cordura horrible."
Edgar Allan Poe

1 comentario:

  1. Estás de loca de atar. Pues vale.
    Mientras esa locura no provenga del sufrimiento, disfrútala. Eso si, shhh, procura disimular un poco. A la gente "normal" le disgusta y envidian la especial percepción que os, o nos, permite gozar de una forma que nunca alcanzarán hasta que no dejen atrás su tan adorada trivialidad.

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