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lunes, 24 de septiembre de 2012
La extraña del espejo
Los restos de aquella lluvia de cristal que había explotado bañó el cielo repleto de estrellas.
Lea, Cath o la misma extraña que frente a ellas se enfrentaba, podrían haberse cortado... O eso hubiera ocurrido si las tres hubieran tenido algo de humano.
El cielo estrellado ahogado en el vacío empezó a difuminarse a su alrededor: el azabache empezó a aclararse, las estrellas se extinguieron, lo que quedaba del espejo cayó al vacío... En su lugar, un nuevo firmamento continuó en su camino. Los nubarrones tomaron forma a su alrededor, se colorearon de grises y tonos sucios, como si estuvieran bañados en hollín.
Lea se centró en sentir las caricias de Céfiro en su piel de muñeca mientras observaba, frunciendo el ceño, a la extraña que había ante ellas. Cath, por su parte, sonreía y la estudiaba con ese surco burlón tan propio de ella. La otra joven, por su parte, le devolvía una sonrisa tan repleta de malicia que pareció equiparase a la diablesa en crueldad.
Lea no pudo evitar preguntarse quién le inspiraba más rechazo.
-¿Quién eres?- preguntó Cath, aunque una parte de sí misma ya intuía la verdad.
La pregunta resonó en la nada. Después, un rayo y un trueno rompieron el silencio y el silbido del viento.
-Sabéis muy bien quién soy.
No mediría más de un metro sesenta y aún así los tacones que calzaba hacían que pareciera imponente. ¿O sería, tal vez, el aura que la rodeaba?
Vestía unos pantalones largos negros que se ceñían a sus piernas, un corsé a cuadros oscuros y claros con un encaje que los ocultaba al ojo humano, un abrigo de cuero de la misma tonalidad oscura y su cabellera color chocolate, larga hasta media espalda; simulaba el oleaje del mar.
Parecía la personificación de la oscuridad misma.
-¿Y qué haces aquí?- inquirió Lea.
La extraña ladeó su cabeza y se encontró con la mirada clara del hielo, muy distinta a la suya. Lea vislumbró que la mirada de la joven estaba reseguida por un sombreado intenso. ¿Era esa la mirada misma de la noche? Allí donde observaba sólo veía la tonalidad del carbón.
-Tú y tu... compañera- susurró, echándole un rápido vistazo a Cath-, me habéis dejado libre. Muchas gracias.
-No hemos hecho nada parecido.
La extraña se dirigió a la diablesa.
-Cath, deberías explicarle lo que ha ocurrido ¿no crees?
La pelirroja le echó una mirada fría, algo inusual en ella. Esos ojos del averno se estaban tiñendo de sangre.
-Oh vamos, Cath, no me mires así. Siempre he estado ahí, observándoos y vigilando qué hacía ella.
La extraña empezó a caminar en dirección a Lea, quien desconfiaba plenamente de la joven y le resultaba muy, muy familiar. La chica continuó su paso hasta detenerse al mismo nivel que la misántropa, quien se quedó inmóvil al mismo tiempo que alzaba un muro de escarcha a su alrededor.
-Eso no te servirá conmigo.
Ante la atenta mirada de Cath, la desconocida rompió con un suspiro las barreras de la morena y el hielo cayó, abandonado y roto, a sus pies. Lea quedó aturdida, desconcertada... sólo hasta que descubrió, en la cintura de ese extraño fantasma; el filo de un cuchillo.
-No te esfuerces, Lea, ni tus barreras ni mis ataques la afectan- musitó Cath de fondo.
-Ah, tú eres...- susurró la misántropa.
Lea palideció y retrocedió de forma instintiva. La extraña sonrió, alegre, pero con la certeza de alguien que esconde algo muy horrible tras una mueca impregnada de gentileza o gracia.
Alzó la mano para atrapar la muñeca de la morena en el vacío y ésta se quedó quieta, como si se hubiera rendido. Dentro de ella, el hielo había quedado reducido a un fino polvo de estrellas. Había comprendido que ahí, frente a ella, se encontraba su propia agonía.
No obstante, antes de que la desconocida cazara su mano, una nube de azufre voló hacia ellas y Cath le bloqueó al camino.
-Déjala- dictaminó, con la mirada encendida al rojo vivo.
La joven siguió sonriendo.
-Vaya, vaya... Al final sí la proteges ¿eh? La cuestión es... ¿por quién te preocupas de verdad? ¿Por ella... o por ti?
-Tú eres quien le ha estado enviando estas imágenes de sangre y acero- musitó Cath, con furia contenida.
La tormenta empezó a tomar forma, los truenos se intensificaron y los rayos se acercaron a la extraña que había surgido del espejo. Una suave llovizna empezó a mojarlas pero el aroma a hierro y metal, muerte y delirio; les hizo darse cuenta a las dos antítesis que lo que el cielo les ofrecía no era simplemente agua, sino sangre; la más espesa de toda la que habían visto.
-Has estado enviando toda esta ruina a través de sus sueños y del delirio, ¿por qué?
-Porque quiero ponerle fin.
Un olor a vozka, hierro y alcohol puro inundó el aire. Céfiro parecía ahogarse, no podía respirar.
-Esa es la droga. Esa es la droga que te mantiene a raya- Cath señaló la nada, el aire, el aura que respiraban.
-Así es- afirmó la joven, convencida.
Cath la encaró mientras su cabellera se revolvió en el aire y la sangre se tornaba más intensa, oscura y pesada.
-Has querido matarla.
-Y seguiré intentándolo hasta el fin de los tiempos.
-Deberías dejar de jugar con cuchillos ¿lo sabías?- musitó Cath, entre la diversión y la ira.
De repente una llama del averno nació del cielo y se rodeó a Lea, quien encogida la observó confusa. El calor de la llama se propagó por su espacio hasta envolverla, rozarla y lamerla... Todo esto hasta que, al límite, su mirada se congeló, se rasgón y la calidez de su mirada desapareció. Una nube de vapor helado brotó de sus poros y envolvió a la llama, con la cual trazó un vals cruel y feroz. El fuego fatuo, a una sonrisa de Cath, se dejó atrapar por el hielo y pereció avecinándose más allá de la tormenta.
Lea irguió sus rostro en mitad de una tormenta de témpanos:
-... o avecinarse al vacío.
-U observar la nada- siguió la diablesa.
Cath se acercó a la extraña con dulzura, casi con placer, hasta que posó sus pálidas palmas en sus mejillas para sentir ese tacto vacío, lastimero y a la vez poderoso. sus labios de rubí se posaron en su oreja izquierda y en susurro de cenizas musitó:-Deberías irte, Caín. Por mucha adicción o autodestrucción que provoques... nosotras seguiremos aquí, vigilando. No eres la única que la observa.Un aliento helado bañó de escarcha el vacío de Caín, quien a cada segundo parecía perder más fuerza. Por un momento tembló, intimidada.Lea posó sus labios de prisma violeta, helados, en su otro oído. Un aura helada convirtió las puntas de sus cabelleras en témpanos y toda ella transpiró dureza, voluntad y disciplina de carácter.-No me cogerás. No a mí, ni tampoco a ella- suspiró dejando en el aire una brisa que auguraba el invierno. Céfiro, más animado, se unió a ella.
Ambas almas enfrentadas le regalaron un abrazo opresor a la nada, al vacío, a la extraña... a Caín. La aludida tembló, su mirada se difuminó y su propio aliento le faltó. Los nubarrones empezaron
-No habrá cuchillo ni filo que vierta suficiente sangre...- advirtió Cath.
-... ni vacío o abismo suficientemente inmenso que la lleve a perderse a sí misma.
De repente, Caín se difuminó y se prendió en la oscuridad en rumbo al espejo, donde el cristal se recompuso y la atrapó de nuevo en su prisión de toxinas.
Volveré fue el único rezo que les devolvió a la diablesa y a la misántropa el viento.
Y ahí, tras el reflejo, quedaron las cicatrices, los cuchillos, las balas, el vacío, la nada, la oscuridad y la sangre.
Mientras, en lo alto, la ventisca desapareció y la tormenta amainó. Parecía que el Sol volvería a salir una vez más.
Versos crudos
Hoy has estado frente a mí
vestida impregnando pureza,
deseando hacerme reír
y jugando a ocultar esa cicatriz.
Has querido bailar
aun sintiéndote hueca.
Me has invitado a retozar
con la mentira en tu muñeca.
Sólo he conseguido reír
intentando sonreír
al decir: "No sabes mentir...
Eres un hazmerreír".
Tus ojos lloraban hiel...
¡respiraban ira!
Pero la marca de tu piel
rezaba: "¡mentira!"
Sólo querías susurrar
"Silencio. Estoy bien."
Sólo alcancé a murmurar:
"¿Pero para quién?"
He visto cómo lo miras,
cómo ansias ese filo.
Ese pavoroso suspirar
que promete el Exilio.
Observas la nada
para hallar el todo...
encontrando esa sonata
mortal que porta el lobo.
"¿Cuándo acabará?"
Inquiero cada año.
"¿Cuándo terminará?"
Frunciendo el ceño.
Mientras, en tu pozo,
la sangre seguirá tiñendo
los versos de un loco
que va pereciendo.
Mientras, en tu cabeza,
se seguirá transpirando crudeza
destilada en flaqueza.
"En ti ya no hay belleza."
Me miras con desdén,
ya cansada, ya rendida,
envuelta en blanco satén
extraviando la vida.
El mundo ve tu blancura,
tu poderosa figura,
pero nadie descubre la tortura
de la que no tienes cura.
Sólo yo y la Muerte
la vemos sin apartarnos,
le hacemos frente
sin avasallarnos.
Quiero curarte a besos,
aguardarte en abrazos
y silenciarte a versos
acunándote en mis brazos.
Deseo cazar ese cuchillo,
derrumbar ese balcón
y alcanzar ese brillo
que agoniza en tu corazón.
Para poder así salvarte
del dolor que te esclaviza,
para lograr robarte
la desesperación que transpiras.
"Te salvaré", predecía.
Ojos tristes me miran.
"No podrás", decías.
Manos turbias deliran.
Y un gorjeo gentil
crece en mi garganta
ante tu mirada senil
y tu edad de infanta:
"Quizás serás la adicción
de la autodestrucción
pero yo seré la oración
que te conceda la salvación."
--
Inspirado en:
The last night por Skillet.
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