Érase una vez un pobre borracho
al que un cuervo
le graznó un cuento.
Hablaba de sangre raída,
de su casa caída
y de todas sus... ¡adivina!
¡Mentiras!
Y entonces, mamá se dormía
justo cuando ibas a gritar
para acabar aullando yo.
Con tus uñas hundidas
en mi espalda encogida,
el aire olía a tierra mojada
y al hambre de tu boca.
Apetito de miedo y llanto,
así eras tú...
El rugido de una herida
que siempre sabe a sal,
a hambre y a metal;
animal lastimado.
Eras mi perfecto desastre:
de sangre limpia
y mirada sucia.
Te odio.
Te odio.
Te odio.
Men-ti-ra.
Mi boca cuenta men-ti-ras.
Pero tú...
Pero tú sabes a pesadillas,
a mi espalda empapada
en llanto y sudor frío.
Has teñido mi mundo
de sombras y borgoñas,
todo colores muertos
mientras me cuentas...
Men-ti-ras.
Y sonríes, me miras...
¡y finges no saber nada!
¡Me arde! ¡Fuego! ¡Te odio!
Men-ti-ras.
Plomo rojo y negro
que traza piernas,
pechos y palidez.
Ojos de ámbar
y boca de plumas...
Siempre odié tus labios
porque siempre me cantaban...
Men-ti-ras.
Siempre lo eran...
aun con tu mirada empañada
y tus alientos mojados
cuando tu respiración moría
donde nacía la mía.
Men-ti-ras.
Eres mi mejor tumba:
esa que me ralentiza el corazón
y me astilla la cabeza porque...
me estás rompiendo con tus...
Men-ti-ras.
Tus lágrimas, tus sollozos,
tus súplicas...
Todo lo aplastaré:
en esta casa, en este cuerpo,
en este rugido, en estas...
Men-ti-ras.
Mientras nadie más sospeche,
mientras nadie más mire,
mientras nadie más respire,
y sepan que
quiero las plumas de tus labios,
quiero el vacío de tus ojos,
quiero el auxilio de tu carne...
... y a ti, y a mí, y a nuestras...
... MEN-TI-RAS.
Inspirado en el relato "La caída de la Casa Usher" de Edgar Allan Poe.